No existe Estado en Palestina, son terroristas

No existe Estado en Palestina, son terroristas

En la sesión de control al Gobierno en el Congreso de los Diputados en la que Pedro Sánchez debería haber explicado las sospechosas actividades privadas de su esposa, Begoña Gómez, que están siendo investigadas por un juzgado de Madrid, el cual ha abierto diligencias por los delitos de corrupción y tráfico de influencias; el presidente del Gobierno desvió la atención de este asunto anunciando que, en el próximo Consejo de Ministros del 28 de mayo, su Gobierno va a aprobar el reconocimiento del Estado de Palestina. No debemos afirmar, como algunos hacen, que España va a reconocer el Estado palestino, porque esta no va a ser una decisión que se someta a votación en el Congreso de los Diputados.

El artículo 1.2 de nuestra Constitución dice que «la soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado». Y el artículo 66.1 concreta que «las Cortes Generales representan al pueblo español y están formadas por el Congreso de los Diputados y el Senado», correspondiéndole al Gobierno dirigir «la política interior y exterior». Esto significa que Pedro Sánchez está facultado para reconocer el Estado de Palestina, pero si no somete esta decisión a votación en las Cortes -y no lo hace porque sabe que no existe consenso con el resto de formaciones políticas y la propuesta sería rechazada- no podrá jamás afirmar que España ha reconocido a Palestina, sino que lo habrá hecho Pedro Sánchez por sus santas narices, para robarle votos a la extrema izquierda y para desviar la atención de las sospechas de corrupción y tráfico de influencias que afectan a su esposa.

Cabría preguntarse cuál es ese Estado que piensa reconocer el marido de Begoña Gómez. Lo mismo podría reconocer Wonderland el absurdo mundo que Lewis Carroll inventó para Alicia. Quizá Sánchez podría reconocer Ávalon, la isla legendaria de la mitología celta donde reinaba Morgana y fue sepultado el Rey Arturo. O a lo mejor Pedro Sánchez querría reconocer Neverland, el país de Peter Pan. Todos estos países imaginarios responden a una realidad similar a la del supuesto Estado palestino que Sánchez va a reconocer, pero su reconocimiento avergonzaría muchísimo menos a los españoles ya que habrían surgido de mentes fantasiosas y no de la sangre de los bebés judíos degollados, del sufrimiento de las mujeres y niñas judías violadas y torturadas y del cruel asesinato de ancianos judíos indefensos.

Por mucho que Pedro Sánchez quiera reconocerlo, no existe ningún Estado palestino, como tampoco existen Ávalon ni Neverland. La Franja de Gaza es un territorio del que Israel se retiró unilateralmente hace casi 20 años y que desde entonces está controlada por la fuerza de los terroristas de Hamás, quienes desde que ganaron las ficticias “elecciones” de 2006 no volvieron a permitir votar a los gazatíes, expulsando o asesinando a toda la oposición. Terroristas de carácter sunita y yihadista cuyo único objetivo reconocido es exterminar a Israel «desde el río hasta el mar», o sea, que desde el Jordán hasta el Mediterráneo, Hamás tratará que no quede ni un solo judío con vida.

Pero lo que estoy diciendo no es que Palestina sea un Estado terrorista, sino que la Franja de Gaza es un territorio ocupado por los terroristas. Un Estado es una organización política formada por un conjunto de instituciones que ejercen soberanía sobre la población que habita su territorio. Para que exista un Estado es imprescindible que haya alguna entidad capaz de controlar su territorio y mantener relaciones con otros Estados. En Palestina no se da ni de lejos ninguna de estas circunstancias. Es indecente reconocer el violento dominio terrorista sobre una población. Es vergonzante hacerlo como premio a los atentados del 7 de octubre en los que los terroristas masacraron a 1.400 personas, hombres, mujeres y niños; violaron a las mujeres delante de sus familiares y luego las torturaron y asesinaron; a las que estaban embarazadas les rajaron el vientre para sacar el feto y asesinarlo frente a sus madres, a las que también mataron; quemaron a personas vivas, torturaron a ancianos y niños, robaron todo lo de valor que encontraron y finalmente huyeron a Gaza llevándose secuestrados como rehenes a otras 240 personas, desde bebés con sus madres hasta ancianos.

Ni en mi nombre ni en el de España va a reconocer Sánchez la autoridad de ninguna banda terrorista, a mí me avergüenza, le pido perdón a Israel y me propongo hacer todo lo que esté en mi mano para que semejante sinvergüenza dure lo menos posible en la Moncloa.

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