Mujeres iguales sin privilegios

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El campeonato mundial de esquí alpino se ha celebrado en Italia entre el 8 y el 21 del presente mes de febrero. La entrenadora del equipo de Irán, Samira Zargari, no fue autorizada por su marido a viajar para asistir al evento, según contempla la ley islámica que rige en dicho país. Fue sustituida por otra mujer esclava cuyo dueño, marido, padre o hermano, sí lo autorizó. La esclavitud del ser humano, una de las mayores lacras de la historia de la humanidad, sigue vigente para las mujeres en leyes del siglo XXI.

Esto es posible por la complicidad de todas las instituciones mundiales: la ONU, los Gobiernos, las federaciones deportivas y por todas las sociedades presuntamente democráticas, interpelando a hombres y mujeres libres y sus movimientos feministas, que, o son insolidarios, o son cobardes, o son instrumento para otra cosa, o son nacionales y defienden políticas en Estados concretos y no a las mujeres. Allí donde hacen falta, los movimientos feministas no están.

Vivimos en una sociedad con instituciones que practican la mentira y el cinismo tóxico. Si las mujeres que competían en el mundial se hubiesen negado a competir, si hubiesen sido secundadas por los hombres y por Gobiernos presuntamente decentes y democráticos, seríamos una sociedad digna defendiendo los valores de la Declaración Universal de Derechos Humanos aprobada hace 76 años al finalizar la II Guerra mundial. La sociedad democrática de personas libres e iguales que se pretendió con dicha Declaración sigue muy lejos de hacerse realidad.

Mientras ocurren estos hechos, el movimiento feminista en general y el español en particular no se siente aludido. Están a otra cosa. Actúan defendiendo la superioridad femenina (hembrismo, tan despreciable como el machismo). Con igualdad legal desde hace 40 años, discriminan a los hombres creando normas que establecen ventajas para mujeres solo por serlo, arrojando sombras de duda sobre su capacidad para un cargo que, pudiendo ocupar por méritos propios, al haberse establecido cuotas, prebendas y privilegios desvirtúa los esfuerzos de miles de ellas que han llegado a la cúspide de sus trabajos por méritos propios. En España la igualdad llegó por la evolución y avance de la sociedad, que pasó de vivir mayoritariamente en pueblos rurales en la ignorancia y la pobreza, a hacerlo en ciudades, acceder a la universidad y trabajar en oficios diversos dando lugar al nacimiento de la próspera clase media. Desde la década de los años 60 del siglo pasado, vigente todavía el régimen de la dictadura franquista, comenzó en la práctica la igualdad de la mujer con hechos consumados, ratificando la democracia años después la cobertura legal necesaria.

El feminismo español no pretende la igualdad. Ha transmutado buscando privilegios, prebendas, subvenciones, leyes y normas que impiden la igualdad con el hombre, promoviendo a mujeres a cargos que nunca ocuparían por su capacidad. El hembrismo con máscara de feminismo exige cuotas al margen de los méritos. La vicepresidenta primera, Tercera y Cuarta del Gobierno y las presidentas del Congreso y Senado son mujeres; el requisito principal que exige el Gobierno para la presidencia del Tribunal Supremo y Consejo General del Poder Judicial es que sea mujer. Demagogia y discriminación en la élite, un insulto a la dignidad de cualquier mujer.

En España hay muchas Samira Zargari masculinos; hombres con más preparación relegados porque las élites políticas deciden que el mérito principal para ocupar un cargo es haber nacido mujer. Hacen un uso sectario de esa ideología de la igualdad, prostituyen y manipulan sus valores, es inmoral y perjudican a las mujeres, que ni son inferiores ni necesitan privilegios sobre los hombres.

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