Mohamed VI y su esposa Lalla

Mohamed VI y su esposa Lalla

Desde que accedió al trono de Marruecos en julio de 1999, tras la muerte de su padre, Hassan II, el nuevo rey Mohamed VI, dejó claro que llegaba para enfrentarse al fanatismo islamita e impulsar cuantas reformas fueran necesarias con tal de modernizar las costumbres de su noble pueblo, que vivía anclado en los días de hierro del pasado. Lo juró y cumplió. Parte de esos logros son debidos a su Sherezade particular, Lalla Salma Bennani, una mujer cosmopolita, licenciada en ingeniería informática, a la que hizo su esposa. Cuentan que en el Palacio Dar Essalam, donde conviven en Rabat, cada noche, como en ‘Las mil y una noches’, la inteligente Lalla comparte ideas con el buen monarca buscando crear una sociedad marroquí más libre.

A fe que, juntos, lo van consiguiendo, a pesar de que la maledicente habladuría y la venenosa lengua de la yihad islámica se encargan de esparcir bulos atroces sobre el porvenir del matrimonio real. Los fanáticos verdugos que reclutan infantes para que se inmolen al grito de ¡Allah Akbar!, fomentan el terror, sin consentir que el Magreb se transforme en un paraíso civilizado. Siembran la palabra divorcio en las estancias del sultán para debilitar a la dinastía Alauita. Pero el rey pasa de energúmenos e implanta con su brava reina: “Un código moderno de la familia en perfecta adecuación con el espíritu de nuestra religión tolerante”, tras haber abordado la práctica supresión de la poligamia y del repudio —divorcio exigido por el hombre—.

Las reformas liberales de Mohamed han puesto firmes a los grupos  islamitas radicales. No dudó en acabar con la iniquidad que pesaba sobre la mujer marroquí y puso punto final a la obediencia debida de la esposa al marido. Lalla rompió esquemas apareciendo en público como la mujer del rey, cosa que nunca hizo Hassan II. Mohamed VI puede con todo. Le extirparon un tumor benigno en el ojo izquierdo y viene de salir del quirófano en París por la puerta grande, después de que le estabilizaran el ritmo cardíaco. Mientras era intervenido, Lalla se fue a dar un garbeo por Marrakech. Hay quienes hablan de distanciamiento, cuando la razón es otra. Resulta que Lalla se había enterado de que sus tres cuñadas, hermanas del rey, a las que no puede ver ni en pintura, iban a presentarse en el posoperatorio. Así que se fue a hacer turismo, como hacen las damas que se sienten libres.

Le Crapouillot Marocain, cañón digital que trona en el Magreb, es un vil libelo cuyo director oculta su nombre y cuya web carece de dirección. Sus artículos también salen sin firma, pero alertan a los lectores —quiero decir traidores— vinculados a los círculos del poder de las desgracias que le acontecerían al monarca en el caso de seguir adelante con sus propósitos regios. La última bomba lanzada por los anónimos desde la oscuridad, quita el hipo: “S.M., Mohamed VI, sea por antojo, sea por infelicidad, ha decidido finiquitar su matrimonio con la reina Lalla”. A veces, eso de divorciarse, produce ataques de risa. ¿Quién podría separarse de una mujer tan maravillosa? Para camelos, los que nos cuentan a diario los mujaidines del procés.

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