Mejor confiar en nuestro Ejército que en la buena voluntad de Rabat, Pedro Sánchez

Mejor confiar en nuestro Ejército que en la buena voluntad de Rabat, Pedro Sánchez

En víspera de la reapertura de las fronteras de Ceuta y Melilla con Marruecos, la Guardia Civil ha denunciado la falta de efectivos y medios suficientes para garantizar la normalidad ante la previsible avalancha de vehículos y personas. En Ceuta, la situación es especialmente grave, porque la frontera de El Tarajal no cuenta con el mínimo de agentes exigible para garantizar la seguridad. Lo peor de todo es que el Gobierno socialcomunista, para contentar a Rabat, ha renunciado a incrementar la presencia militar en ambas ciudades con el argumento de que la «relación de vecindad» y la mutua confianza entre ambas naciones es más que suficiente. O sea, que Sánchez lo fía todo a que Marruecos no haga lo que hizo hace un año: instar a una invasión de Ceuta utilizando a miles de jóvenes para que penetraran en territorio español. Y es que para el Gobierno, la actual presencia de las Fuerzas Armadas en Ceuta y Melilla «se ajusta a las necesidades de la defensa nacional y a la relevancia que dichas ciudades tienen para la misma, considerando la situación geopolítica y estratégica de España en la región». Conclusión: que estamos, más que nunca, en manos de Rabat.

Lo que ha ocurrido es que Sánchez ha cambiado de forma unilateral la postura de España sobre el Sáhara, poniéndose del lado de Marruecos, sin exigir como contrapartida que Rabat respete nuestra integridad territorial absteniéndose de intervenir, de una u otra manera, sobre Ceuta y Melilla. No sólo no ha pedido contrapartidas, sino que Sánchez  ha renunciando a fortalecer la defensa de ambas plazas, lo que es una irresponsabilidad manifiesta. Apelar a la amistad mutua como garantía es de una solemne candidez, porque ya hemos visto cómo se las gasta Rabat. En estas circunstancias, la pregunta que se siguen haciéndose millones de españoles es si el teléfono móvil espiado de Sánchez contenía información tan comprometida que Marruecos la está utilizando para forzar al presidente a plegarse de manera genuflexa a todas y cada una de sus reivindicaciones.

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