Madrid es el abril del 31

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Con toda certeza: la salida de Iglesias del Gobierno no es otra cosa que la declaración de guerra política a la derecha. Ni más ni menos. Es también una OPA hostil contra Sánchez y el propio Errejón de Más Madrid al que para desafiarse en unas primarias de la ultraizquierda. Puede parecer así mismo una jugada que hiede a pactada destinada a barrer el “efecto Ayuso”. A partir de aquí cabe todo. Iglesias se ha despedido de la Vicepresidencia tildando de “delincuentes y asesinos a las derechas que quieren fusilar a veintiséis millones de españoles”. Díganme si esto no es una declaración de guerra, si no es un estimulante para que cualquier vándalo haga de la palabra de Iglesias un recado de estricto cumplimiento y esté tentado de eliminar a cualquier rival político. Desde luego, desde el comienzo de la Transición no se había escuchado en nuestro país un alegato tan incendiario, tan enormemente peligroso. Estos días damos vueltas a nuestras cabezas para adivinar lo que una pirueta arriesgada como la de Iglesias puede suponer, como ya han escrito los medios de la izquierda, un revolcón a la euforia del PP madrileño. Personalmente he escuchado en una facción de Podemos que “antes bien, ha supuesto un refuerzo”. Lo veremos.

Sé perfectamente que los psiquiatras que puedan leer esta crónica afearán al cronista la escasa propiedad en la utilización del término electroshock para describir el estado anímico, político, en que se hallan no Isabel Díaz Ayuso, sino sus seguidores y más aún sus confesos votantes. Pero el partido está por jugar. El electroshock, lejos de ser un estimulante, un euforizante, era, más que es, un paliativo para suavizar un estado de ansiedad, de supernerviosismo. Nada que ver con el retrato de una persona calmada y consciente de sí misma, de su estado. Nada. Por eso: ¿por qué usar este concepto terapéutico en esta crónica para describir cuál es la situación del PP tras la disolución de la Asamblea de Madrid, la confirmación de las elecciones por parte del Tribunal Superior de Madrid, y el anuncio de Iglesias que, a primera vista, parece un reforzamiento de Ayuso?

Pues por esto: sólo falta hacer una correcta cata por los comercios, tiendas, pequeños establecimientos hosteleros de Madrid y su provincia, para constatar que se encuentran, en una mayoría aplastante, entusiasmados con la respuesta que ha dibujado Ayuso ante la acometida feroz del Gobierno de Sánchez. Se expresan así: “Es nuestra heroína, nos ha salvado de la ruina nuestra y de nuestros hijos” y añaden:  “Si tras los meses de confinamiento total nos hubiera mantenido en igual situación, ahora mismo ya estaríamos todos en el paro”. Es decir: manifiestan una superexcitación que a lo mejor es incluso perjudicial, sobre todo cuando se vean acosados por la infernal propaganda en contra; un aluvión de imprecaciones que ya ha puesto en marcha la izquierda tras la decisión del líder leninista Iglesias. Un lenguaje guerracivilista.

Unas formas que veremos si emula el otro partido de izquierda: el PSOE. La dimisión de Iglesias es tan extraña que puede llevar gato encerrado porque la pregunta es: ¿alienta una posible coyunda con Sánchez anterior a las elecciones de mayo? Descartar esta posibilidad sería una estupidez, por más que, por lo que se sabe, las relaciones entre Sánchez e Iglesias estén ahora mismo totalmente rotas y que varios miembros de Podemos insistan en que hoy por hoy un acuerdo como ese resulta imposible.

Lo cierto es que con la aparición súbita de Iglesias, la izquierda, por ahora -insisto- desunida-  el índice de popularidad de Ayuso en toda la región madrileña se ha incluso propulsado;  “Supera -me lo dice un experto demoscópico- todo lo conocido hasta ahora”. Y es cierto, en sus primeras escapadas después de su convocatoria de elecciones, Ayuso apenas ha podido caminar tranquila; la gente se ha arremolinado a su alrededor como si se tratara de una campeona deportiva. No hay duda sobre esto. Ahora bien: ¿conviene a la ya candidata del PP una alegría así? Pues todos los técnicos en sociología electoral recetan lo contrario: moderación, serenidad y, sobre todo, ¡ojo a avizor!. Y, ¿eso por qué? Pues sencillo, porque tras la conmoción que ha sufrido el PSOE y muy concretamente el dúo Sánchez-Redondo, y, encima, con la presentación electoral del líder de Podemos, no se puede esperar que la acreditada falta de escrúpulos, de la amoralidad trufada de embustes y trampas, de la conjunción social leninista, que no se ha roto por cierto, una reacción convencionalmente democrática.

Debe esperarse lo peor. Más aún desde la entrada en el juego de Iglesias. Esta puede ser, tiene grandes posibilidades de ser, una maniobra pactada con Sánchez. Quizá la han concebido como la concibieron en abril de 1931, sólo que ahora, ya descaradamente para llenar de barro el terreno e impedir la victoria de la derecha. Es una guerra civil política. Por cierto: ¿alguien quiere recordar que las elecciones de abril de 1931 las ganaron las derechas? Y, ¿quién vino a gobernar, tras las dimisiones de tontos útiles como Miguel Maura? Las izquierdas.

Ya había especulaciones el domingo sobre cómo la factoría de La Moncloa al alimón con Iglesias, iba a intentar revertir la situación actual. “Que se prepare Ayuso”, me contaba un periodista que conoce muy bien los modos de los citados, y las miserables embestidas de Iglesias. Faltan cuarenta y siete días par las elecciones de Madrid y puede ocurrir de todo. Es cierto, porque se está viendo, que la constante apelación a las corrupciones del PP no están ofreciendo a La Moncloa resultados óptimos, porque, por ejemplo, y viajando a Murcia: ¿cómo llamar corruptos, tránsfugas o vendidos a unos parlamentarios que se han quedado donde estaban y no denominar así a los que se han marchado al batiburrillo, Ciudadanos incluidos, social leninista? No cuadra, no pega, no tiene éxito.

¿Por dónde más atacarán pues a Díaz Ayuso? Pues seguro que ensayarán la jugada de una nueva desestabilización con los residuos líquidos de Ciudadanos. No hay nada más que escuchar las agresiones verbales de personas, antes cuitadas y decentes como Edmundo Bal, para conocer exactamente hasta qué punto el PSOE y Podemos utilizarán a estos estúpidos acólitos para horadar las entrañas políticas de Ayuso. Desde la Comunidad de Madrid ya señalan que no realizarán jugada alguna para engordar aún más sus bases con los disidentes de Ciudadanos. Es más: no es nada seguro que en las listas electorales para mayo que tienen que ser configuradas a finales de este mes o principios del siguiente, puedan apuntarse antiguos miembros del que fue partido de Albert Rivera. Cuando se pregunta por esta posibilidad la contestación es: “Las listas serán las del Partido Popular”. Veremos en todo caso.

Las personas que sobrevivieron en Madrid a los horrores de la Guerra Civil, las checas y a los paseos, solían utilizar una expresión para advertir que la izquierda comunista, también la socialista, no paraba a la hora de perpetrar agresiones contra cualquier disidente. Decían: “¡Atención que el ojo y el oído del miliciano acechan”. Pues eso: tantos años después se puede entrever que, de formalizarse el pacto, los ojos y los oídos que los fanáticos de Sánchez e Iglesias no perderán ocasión de señalar  a las que ellos denominan «las derechas».  Menos euforia en el centro derecha y más acometer las elecciones de mayo como el primer paso para desalojar del poder a los totalitarios, sobre todo a los guerracivilistas. Ellos no caben en nuestra Constitución.

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