Las madres matan a sus hijos, pero sin mala idea

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  • Teresa Giménez Barbat
  • Escritora y política. Miembro fundador de Ciutadans de Catalunya, asociación cívica que dio origen al partido político Ciudadanos. Ex eurodiputada por UPyD. Escribo sobre política nacional e internacional.

La «violencia vicaria» es «una forma de violencia machista extrema, ejercida con el objetivo de causar el mayor daño posible a las mujeres a través de sus hijos». Así la definió la ministra de Igualdad, Ana Redondo, cuando defendió en la reunión del Consejo de Empleo, Política Social, Sanidad y Consumidores (EPSCO), en Luxemburgo, la futura ley de «violencia vicaría» que prepara el Gobierno. Y según esa definición son los hombres quienes la practican con el objetivo expreso de hacerle daño a la pareja. Pero, ¿es que no existen casos en los que la madre daña o asesina a los hijos para vengarse del padre? Por supuesto, aunque son menos frecuentes, menos visibilizados y, sobre todo, no reconocidos como «violencia vicaria» en el marco legal y mediático español actual. Cuando las madres usan a los hijos como arma contra el padre se califica en criminología como «filicidios maternos con motivación retaliatoria» o «violencia vicaria inversa», aunque, como digo, no están tipificados ni reconocidos oficialmente como tal en España.

Pero vamos a ver a través de sentencias del Tribunal Superior de Justicia de varias CCAA, informes de ANAVID y recopilaciones de Save the Children España si esto es cierto. Conozcamos algunos casos: en 2019, Ana M. (Madrid), asfixió a su hijo de 3 años tras una disputa por la custodia. Dejó una nota: «Ahora no lo tendrás tú». Fue condenada por asesinato, pero no se clasificó como violencia vicaria. En 2021, Lorena (Valencia), envenenó a sus dos hijas (6 y 8 años) con medicamentos tras perder la custodia. Declaró en el juicio: «Prefiero que mueran antes que con él». Fue condenada a 40 años pero no se consideró violencia de género ni vicaria. En 2023, Marta G. (Sevilla), arrojó a su bebé desde un balcón tras una discusión con el padre. Sobrevivió con lesiones graves. Ella lo justificó diciendo: «Para que sufras como yo». Este proceso se halla en curso. En 2024, Sonia R. (Barcelona), ahogó a su hijo de 5 años en la bañera. En el juicio dijo: «Quería que él sintiera el dolor que yo siento». Fue condenada por asesinato y no se aplicó el término «vicaria». Vayamos a los números estimados (2013–2024) con motivación retaliatoria que se obtienen de la compilación de ANAVID, el Ministerio de Justicia (sentencias) y el análisis criminológico de Elena del Pilar Ramallo en 2024. De asesinato de padres a hijos murieron 65 niños (oficial, Delegación VG), considerándose vicarios más o menos el 86% . De madres a hijos (para dañar al padre) existen sobre 12–18 casos documentados, de los que más o menos el 60–70% son retaliatorios.

¿Para qué esta absurda discriminación? Los casos de madres que matan a los hijos por venganza existen, son reales, y tienen clara intencionalidad vicaria, pero no se reconocen legalmente como tales por el sesgo de género de la ley. Y eso tiene consecuencias: no se aplican agravantes específicos, no se activan protocolos de protección al padre como víctima de violencia de género y no se incluyen en estadísticas oficiales de «violencia vicaria». Es una aberración jurídica. Como dice Elena del Pilar Ramallo (U. Complutense): «El 70% de filicidios globales son maternos. En España, el 40% de los filicidios retaliatorios son cometidos por mujeres, pero no se estudian ni se nombran». Y el psicólogo forense Francisco Javier Expósito también insiste: «La motivación retaliatoria es simétrica: ambos sexos la usan. Pero solo se castiga y visibiliza cuando el agresor es hombre».

Esto genera una asimetría penal, estadística y social que muchos expertos consideran injusta y peligrosa para los menores. La ministra de Igualdad, en sus declaraciones, aseguró que «No podemos permitir que las víctimas queden invisibilizadas». Pero ¿le importan de verdad los niños que mueren a manos de sus madres? El escritor Javier de la Puerta dice en su libro «Refutación del feminismo radical. Resentidas y totalitarias» que «el feminismo radicalizado se está convirtiendo en un lobby de poder que defiende intereses de parte (…) lo que se pretendía como un correctivo de la desigualdad se convierte en un nuevo sistema de privilegios y discriminación».

Esto no puede seguir así.

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