Luis Enrique, el ídolo del separatismo
Luis Enrique se ha cargado la ilusión de todo un país y, sobre todo, la posibilidad de llenar las calles de las principales ciudades catalanas de banderas rojigualdas. Nada moviliza tanto a los catalanes que no son separatistas como la selección nacional de fútbol en una Eurocopa o un Mundial. Cuando se va avanzando en las fases eliminatorias, la gente se vuelca y multitud de balcones se tiñen con los colores de la enseña nacional. En un contexto como el catalán, en el que el separatismo domina todos los resortes del poder, este tipo de estímulos son imprescindibles para que el constitucionalismo recupere la moral.
Si en la fase de grupos, y en el partido de Marruecos, más de 500 jóvenes se han juntado en una sala de Barcelona para animar al combinado nacional, en un encuentro de cuartos o semifinales contra selecciones de más fuste se habrían multiplicado las reuniones colectivas en varias ciudades catalanas. En este sentido, la cabezonería de Luis Enrique en ir con un equipo inexperto y sin apenas killers de área a disputar un Mundial, ha sido la mejor aliada del separatismo de ERC, Junts y la CUP. El seleccionador ha dividido al país, se ha enfrentado a buena parte de la prensa, ha conseguido crear mal rollo alrededor de la selección e hizo el ridículo ante dos rivales de un nivel mediocre como Japón y Marruecos. Es el mismo efecto que habríamos conseguido con Oriol Junqueras como seleccionador.
Nada hay que ponga más nervioso al separatismo que miles y miles de catalanes tomando las calles de las grandes ciudades catalanas ondeando con orgullo la bandera de España. Es la prueba de que no dominan las almas de la mayoría de los catalanes, por mucho que tengan el poder gracias a la impunidad que, desde hace décadas, le han facilitado los sucesivos Gobiernos de España. Y nada ha hecho más feliz a los líderes independentistas que la victoria de Marruecos, así se evita que se visualice la existencia del constitucionalismo catalán en la vía pública.
En Cataluña necesitamos que a la selección nacional le vaya bien, y no sólo por el placer de ver ganar a los que representan a nuestro país, ya que ese plus de moral que nos concede es fundamental en nuestra lucha contra el secesionismo. Eso sí, a pesar de que su cabezonería nos ha costado el Mundial, hemos de agradecer a Luis Enrique sus elogiosas palabras a la afición catalana que llenó el RCDE Stadium en el amistoso contra Albania, y que significó el retorno de La Roja a esta comunidad autónoma tras dieciocho años de ausencia. Ahora que ha dejado de ser seleccionador, este recuerdo agradable siempre lo recordaremos.
Con la selección nacional jugando más partidos por tierras catalanas, y si suma éxitos en competiciones internacionales, la visualización de la españolidad de esta comunidad destrozada por el separatismo será más fácil y podremos seguir avanzando en la construcción de puentes entre todas las regiones de nuestro país. No olvidemos que el separatismo busca, a toda costa, destruir los afectos entre los catalanes y el resto de españoles. Y hemos de conseguir que fracasen.