Lo que queda de Ciudadanos

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Ciudadanos es un proyecto imprescindible para España. Si no en las siglas, sí en el espíritu. Su fundamento no reside en la estrategia ni en las personas, sino en su capacidad de representar lo que muchos españoles en privado te dicen que necesitan: una alternativa a la decadente alternancia.

Ahora vive unas primarias que no llevan a ninguna parte, quizá sólo al regocijo de sus adversarios, pero constatan que en política, nada se pierde tan rápido como la confianza. Las luchas fratricidas que se están produciendo, con ataques a uno y otro lado sobre la pertinencia de quién debe encabezar una ilusoria refundación, confirman aquello que dije una vez en tribuna parlamentaria a quien quiso escuchar: «En política, no sólo es estar. Es, sobre todo, que te dejen ser». Y Ciudadanos hace tiempo que tocó iceberg porque los que estaban -y siguen estando- no dejaron ser a los que sentían que era lo correcto.

Es desolador que unas siglas de marcado carácter cívico, renovador y reformista se vean abocadas a la desaparición por la punzante saña con la que sus recientes liderazgos se han movido en la arena estratégica. Los ciudadanos no han castigado a Ciudadanos por sus errores (como de manera maliciosa argumentan algunos) sino por su falta de rumbo. Cuando no sabes a dónde vas, es razonable que la mar te condene.

Su desaparición no arreglará nada, ni cambiará los contrapesos postelectorales. Ciudadanos nació con una idea, creció con un propósito y gobernó con una intención. De aquella Arcadia sólo quedan intenciones sin propósitos y propósitos sin ideas.

Ahora, celebra un vodevil de egos primarios donde la única recompensa es el posible escaño del que vivir cuatro años más. Pero a España no se la cambia desde las trincheras y a los españoles no se les sirve desde la barrera. Este principio no ha sido encontrado aún en el programa liberal de los liberales.

Nos quedan las piezas periodísticas y tribunas dedicadas estas semanas, que obedecen más al tributo nostálgico de lo que un día pudo ser y no fue que al normal tratamiento mediático a una formación con representación parlamentaria, exagerado en virtud del respaldo sociológico actual. El partido Ciudadanos se construyó sobre la romántica idea de la rebeldía y cimentó el cariño demoscópico en el hecho regenerador. Lo que queda de Ciudadanos se podría resumir así: cuando no tienes principios, te vale cualquier fin. Y en España sabemos enterrar muy bien.

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