Lecciones de la última crisis
En agosto de 2007 estalló la crisis de las hipotecas basura en Estados Unidos: debido al deterioro de la situación económica y a la subida de tipos de interés, algunas personas que compraron una casa en Estados Unidos con una hipoteca muy al límite de sus posibilidades, vieron cómo no podían seguir afrontando los pagos de las cuotas hipotecarias. Estos impagos produjeron una crisis de confianza, ya que dichas hipotecas habían sido titulizadas en productos de inversión, y sus impagos repercutían directamente en los inversores, pues podían a llegar a perder su inversión al fallar el pago del producto subyacente, es decir, de la hipoteca original.
En un mercado internacionalizado, eso se extendió como la pólvora y afectó a todos los países. No se sabía qué tenía cada banco en su balance y las entidades no se prestaban entre sí porque no se fiaban entre ellas mismas. Hubo una acción coordinada de muchos bancos centrales para inundar de liquidez el mercado e intentar que se transmitiese a la economía productiva, pero la desconfianza era tal que por mucho dinero que hubiese no se prestaba. De esa manera, la actividad económica cayó todavía más y, con ella, el empleo.
En España, el presidente Rodríguez Zapatero decía que España estaba a salvo de la crisis financiera, negaba la existencia de la crisis y aumentaba el gasto, negándose a reconocer la realidad y a realizar las reformas pertinentes que precisaba nuestra economía para capear el temporal y minimizar los daños. No lo hizo y nuestra economía se hundió: más de tres millones de personas perdieron su empleo y el número de parados superó los seis millones; la economía entró en recesión y la prima de riesgo se elevó, con la desconfianza en tales niveles que puso contra las cuerdas a nuestra economía. Previamente, por no querer hacer reformas, Zapatero se vio obligado a acometer duros recortes en mayo de 2010. Al final, tras dejar la presidencia Zapatero, logramos remontar, pero a punto estuvimos de caer en el abismo en el año 2012.
Son lecciones de la anterior crisis que debemos aprender. No se puede volver a repetir, como parece que el Gobierno de Sánchez hace, la negación de la realidad. La economía no se hunde, gracias a Dios, ni hay una situación de pérdida masiva de empleo, pero sí que todos los síntomas son desaceleración. Sin embargo, el Gobierno lo niega y presenta un programa de estabilidad basado en más gasto, más impuestos, más déficit más deuda y menos reformas, mientras afirma que va a elevar la previsión de crecimiento de España y que somos los que más crecemos de la Unión Europea -cosa que no es cierta-. Adicionalmente, fían todo a la política monetaria, pero se olvidan de que sin reformas por el lado de la oferta no tendrá impacto positivo. Esos ingredientes no conducen a ningún buen sitio, sino que nos llevan al mismo lugar que recorrimos en 2007. Ahora son sólo síntomas y primeros indicios, con lo que estamos a tiempo de poner remedio, en forma de reformas profundas, contención del gasto, reducciones de impuestos, liberalización de la economía y cumplimiento de los objetivos de estabilidad. Si lo hacemos, habremos aprendido la lección de la última crisis y remontaremos, minimizando los daños. Si no y, sobre todo, si el Gobierno insiste en ir en sentido contrario, la desaceleración puede agravarse y mucho.