Jaume Giró: el procés es una trituradora de carne


La última vez que vi a Jaume Giró fue en el pleno de constitución del Parlament. Entonces ya no me dejaron entrar y me lo encontré en la calle.
—Jaume —le dije—, no he visto a nadie que haya jugado tan mal sus cartas. —He llegado a conseller —replicó.
Lo digo porque La Vanguardia publica este jueves que deja Junts por «discrepancias políticas» con Puigdemont.
La verdad es que, en la última reunión de la dirección de Junts en Waterloo, tras el viaje de Salvador Illa, ya no salía en las fotos.
El ex presidente de la Generalitat salía flanqueado por Jordi Turull y Míriam Nogueras. Y un poco más allá, Josep Rull. A pesar de ser el segundo cargo institucional de Cataluña.
La penúltima vez que lo vi, en unas imágenes de TV3, fue en otra reunión de la ejecutiva. En esta ocasión en la sede del partido en Barcelona.
Como no van muy boyantes, utilizan la misma sala de las ruedas de prensa. A los máximos dirigentes se los veía en el estrado. El resto, repartidos como si fuera un aula escolar.
Giró me recuerda un poco a Joan Laporta. El ahora presidente del Barça, tras su primer mandato en el club, parecía que iba a comerse el mundo.
Sandro Rosell me dijo un día que, si hubiera jugado también correctamente sus cartas, podría haber llegado a presidente de la UEFA. O incluso de la FIFA.
Acabó de diputado en el grupo mixto del Parlament. Primero coqueteó con una escisión de ERC promovida por el ex consejero Joan Carretero. Luego los dejó plantados y fundó —junto al notario Alfons López Tena y el exdiputado republicano Uriel Bertran— un partido independentista: Solidaridad. A los seis meses estaban todos peleados. O, mejor dicho, Laporta contra los otros dos.
Jaume Giró fue director de comunicación y relaciones institucionales de La Caixa. De ahí pasó a la Fundación. Debió saberle a poco tras manejar tanto el cotarro. Pese a que tiene más de 600 millones de presupuesto y de sede un palacete en el Ensanche. Nunca he sabido la causa de su defenestración.
Tras su salida fundó un despacho, que es lo que suelen hacer los directivos despedidos, y acabó en la órbita de Junts. Su paso a la política fue una sorpresa para todos, sobre todo para el PP, que lo tenía como interlocutor.
En los momentos álgidos del proceso hablaban con él y parece ser que siempre les transmitía buenas palabras: «Tranquilos, no pasará nada». Luego la cosa acabó como acabó. Entre esto y los arrumacos con Junqueras, Soraya Sáenz de Santamaría lo acabó pagando.
Durante unas jornadas en Sitges, organizadas por el Círculo, creo que ya habló del «déficit fiscal» e incluso de «presos políticos». Un empresario me preguntó: «¿Qué ha pasado con Jaume? ¿Nos lo han cambiado?».
Finalmente, llegó a titular de Economía. Hasta le tocó negociar con la CUP, lo cual, para un hombre con siete millones de patrimonio, no debe de ser fácil. Aunque él siempre ha proclamado que viene de orígenes humildes y que se lo ha ganado todo a pulso.
En el paréntesis también coqueteó con la segunda candidatura de Laporta. Pero no sé si se fue o lo echaron. Un poco como el empresario José Elías, este sí hecho a sí mismo, que en cuanto vio el percal salió corriendo.
En fin, en alguno de los últimos plenos del Parlament ya lo veía en su escaño, con poco protagonismo, y alejado del núcleo de poder del grupo parlamentario.
En cierta manera es la última víctima del procés. El procés ha sido una trituradora de carne. Como los canelones que hacía mi difunta abuela por Sant Esteve, al día siguiente de Navidad: metía los restos del pavo del día anterior por el agujero, apretaba con el pulgar y le daba a la manivela.
La otra opción es que acabe en la órbita de Salvador Illa. Como ha ocurrido, por ejemplo, con Miquel Sàmper, que fue consejero de Interior con Quim Torra y ahora lo es de Empresa con el PSC. O el último presidente del PDECAT, David Bonvehí, repescado como director general de Economía Social.
Incluso, al otro lado de la plaza Sant Jaume, Jaume Collboni recolocó al también ex consejero Santi Vila en el comité de infraestructuras. Y, un poco más allá, el Ministerio de Fomento fichó a otro ex consejero, Pere Macías, para Rodalies. No es que se haya notado mucho en el servicio, la verdad.