La investidura de un traidor

La investidura de un traidor

Pedro Sánchez, por si alguien tenía alguna duda, se ha retratado en la sede de la soberanía nacional. Lo ha hecho con delectación y mucha dosis de vanidad y soberbia. En cualquier caso, eso es lo de menos, porque lo fundamental es que ha apuntalado su proyecto de ruptura constitucional con el apoyo de los enemigos de España. La única reflexión que podía hacerse Sánchez y no se hará jamás es la de preguntarse cómo es posible que le merezcan mayor confianza los partidos que pretenden romper el marco constitucional que las formaciones leales con la Carta Magna.

El problema no está en la izquierda radical, los separatistas o los proetarrras, sino en el giro copernicano del socialismo y su máximo dirigente. Quienes no se sienten concernidos con España y los españoles no engañan, porque el único que ha engañado a España y los españoles, incluidos los propios votantes socialistas, ha sido Pedro Sánchez, cuya traición no tiene precedentes en nuestra historia democrática.

Lo que ha quedado claro es que el plan de ruptura constitucional forma parte de una estrategia trazada a conciencia, urdida no de forma sobrevenida y ejecutada por voluntad del presidente del Gobierno con el fin expreso de ocupar el poder. Nada ha sido improvisado, sino que responde a un movimiento planeado con la intención de perpetuarse en La Moncloa a través de una siniestra estrategia de retroalimentación de intereses entre el socialismo y las fuerzas contrarias a la unidad nacional.

Lo que ha hecho Sánchez ha sido bendecir a los enemigos de España y cargar contra quienes alertan del riesgo de fractura del marco constitucional. El golpe contra el Estado promovido por el presidente del Gobierno responde a la voluntad firme del secretario general del PSOE de abandonar el bloque constitucionalista para liderar el ominoso frente de los contrarios a la Monarquía constitucional.

Y lo ha hecho libre y conscientemente. El socialismo ha unido su destino a la izquierda radical, los separatistas y los proetarras para poner fin a la España que nació con la Constitución de 1978. Si no lo consigue no será porque no vaya a poner todo su empeño en tan siniestro objetivo, sino porque España y los españoles le doblen el pulso. Es el reto que tenemos por delante. Demostrarle que la dignidad nacional es más fuerte y más grande que su voluntad de traicionarnos.

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