¿Illa como Tarradellas? No podéis

¿Illa como Tarradellas? No podéis

Por favor. ¿Descubren los del PSC a Tarradellas 15 años después de la creación de Ciutadans de Catalunya? Algunos como Joaquim Coll así lo dan a entender. ¡Qué más quisiera yo que el espíritu del primer president de la Generalitat después de la Transición se encarnase en algún político catalán! Uno de los miembros del grupo impulsor más interesados en su reivindicación fui yo (y Toutain, Pericay, Espada, Boadella..), hasta el punto de que el nombre que pasó a tener nuestra asociación se debió a mi insistencia en el personaje y la importancia que tuvo su «¡Ciutadans de Catalunya»! cuando regresó del exilio. El único político auténtico que ha dado Cataluña desde la Transición

En aquel momento, el mejor exponente del nacionalprogreísmo que siempre ha hecho estragos en mi tierra era Maragall, capaz de unir su vacuidad ideológica con empresas visionarias y formidables como los Juegos Olímpicos. Por desgracia, el poso real que quedó después de ellos no fue el de catalanes y españoles unidos (aunque el susto que les dio a los nacionalistas la ovación a la bandera y al príncipe fue morrocotudo). Y el personaje de Tarradellas despertaba grandes recelos, incluso en el PSC.

Pero ahora creen que podría haberse encarnado en Illa.  Su intervención en la fallida investidura de Aragonès, la del martes 30 de marzo, donde habló sobre las que creía eran las “cinco grandes mentiras del separatismo” fue muy celebrada por los socialistas “españolistas”. También que usara el castellano.  Recordarán el revuelo que causó tal atrevimiento, que provocó tuits hispanófobos de diputados independentistas y siguió días después con el más que lamentable artículo de Josep Ramoneda. Reclaman una socialdemocracia catalanista en una Cataluña bilingüe que haga suyo el castellano sin vergüenza ni miedo.  Una postura de lo más parecida a lo que proponía Ciutadans de Catalunya, un ser catalán y español que se ganó en nuestra época los desprecios y los ataques también del PSC. De un partido cuya imagen más representativa es Miquel Iceta, que ha manifestado sin ambages que esa Cataluña es totalmente imposible.

Y vuelven a hablar de federalismo, sólo por poner un matiz y una distancia con lo que era el Ideario y el programa de Ciudadanos. Una rueda ya inventada con la España de las Autonomías. Pero una sin “café para todos”. Un pretexto más para mantener esa asimetría que consideran su esencia. Esa perpetuación de su sumisión a los postulados “diferenciales” del nacionalismo más tradicional.

Quieren pasar por su filtro todo aquello que tanto criticaron y despreciaron de Ciudadanos y hacerlo apetitoso para el votante no indepe que ve cómo se les ha ido todo de las manos. Un desplazamiento estratégico del maragallismo petulante del PSC de siempre a un tarradellismo imposible. Quieren ser el centro no independentista de Cataluña, pero no van a poder. Lo proponen como un mal menor, un voto útil en el actual terreno de juego donde Ciudadanos va en retroceso ante un votante al que ha desilusionado después de habérselo dado todo. Pero que nadie se los crea: tarde o temprano resucitarán el Pacto del Tinell, pues la cabra de la soberbia y de la hispanofobia tira al monte.

Y es marzo del 2006 y vuelvo a ver un teatro Tívoli con 1.800 catalanes no nacionalistas o simplemente catalanes satisfechos de compartir el mismo país con sus familiares, compañeros o amigos de toda España. Y mil más que tuvieron que quedarse en la calle. En el escenario, Albert Boadella vestido de mosso d’escuadra con una porra de lo más patriótica adornada con las cuatro barras está dando paso a un vídeo que empieza con un recuerdo del president Tarradellas y su inolvidable «Ciutadans de Catalunya, ja sóc aquí». Y los presentes, emocionados, responden con una sentida ovación. Eso no lo tendréis nunca, amigos del PSC, no está en vuestra naturaleza.

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