Iglesias doma un maniquí
Pablo Iglesias se ha agenciado un burro o maniquí —valgan ambas acepciones— para probar su cargo de embajador, que él mismo le ha impuesto a Pedro Sánchez. Ser valido de un inútil con diversas caras tiene mucho riesgo aunque Pablo sea ducho en malas artes y la doma del maniquí se le antoje, en principio, como una doma fácil, pues entre sus deberes está la obligación de negociar asuntos fraudulentos con separatistas y filoetarras, sin cuyo apoyo, el maniquí se hundiría en las lagunas del poder. Y siendo aquel correo la antítesis del buen diplomático, también habrán de irse a pique sus negociaciones.
¡Menuda mierda de heraldo que eligió el okupa! Afortunadamente, sus desleales socios catalufos y vascones, nacidos en tribus racistas dadas a odiar a España 24 horas al día, toman al valido de Sánchez por el coño de la Bernarda. Cualquier terrorista de Catalunya o Euskadi es demasiado suspicaz para creerse el canto agónico del cisne Sánchez o la ufana risa de la hiena Iglesias. Ambos, el maniquí y el domador del asno, acabarán ahogándose en el estanque de un próximo futuro.
Pablo Casado y Albert Rivera, los únicos que sacan pecho y luchan por defender a España y su Constitución, ya han puesto contra las cuerdas a dichos impresentables en el ring del Congreso. Iglesias y Sánchez, domado por aquel, podrán seguir mintiendo y pactando con traidores e inventándose encuestas adulteradas con tal de que les sean propicias, pero cada día que pasa, les queda menos tiempo para continuar engañando a la gente. Nuestro país merece mejor líder que el ganso de Sánchez, sumiso a la doma del carnívoro, empeñado en llevarnos a la ruina.
Por ausencia de catalufos que le arropen en su muerte política, sólo falta que la fregona Puigdemont traslade su tumba y reencarnación de Waterloo a Moncloa. Con un valido de la talla de Iglesias, todo es posible. Habrá reunión de traidores en palacio. ¡Joder qué picnic!