Hombre de Estado vs. cobarde golpista

Hombre de Estado vs. cobarde golpista
Carlos Dávila.
  • Carlos Dávila
  • Periodista. Ex director de publicaciones del grupo Intereconomía, trabajé en Cadena Cope, Diario 16 y Radio Nacional. Escribo sobre política nacional.

Lo tenían todo estudiado, tanto que en los prolegómenos de la investidura, las fuentes tóxicas de Moncloa, estuvieron procediendo sin descanso a sembrar la confusión, a alimentar con preferencia la “opción Sánchez” como respuesta al candidato Feijóo. Fue una mentira más, otra más, con la que se trataba de lograr dos objetivos: la primera, según queda dicho, a engañar o engatusar con martingales a todos los extraños; la segunda, todavía más inconfesable, a preservar a su embozado líder de la gran crítica que luego, como era de suponer, iba a soportar.

Los socialistas, que se creen en maestros en el arte del marketing político, urdieron este ardid para, además, y esto es lo más importante, evadir a Pedro Sánchez de la urgencia de responder a las preguntas claves de la política española de ahora mismo: ¿va usted a pactar una amnistía general con los golpistas catalanes? ¿Acordará con ellos una consulta de autodeterminación que conduzca directamente a Cataluña a la secesión de España? Esa era la única preocupación de Sánchez y la de todos los paniaguados -algunos jueces sentados en el Consejo de Ministros- y la trampa filibustera que urdieron los mil asesores de La Moncloa, se dirigió exactamente a eso. A fe que, constatadas algunas reacciones mediáticas, parte de ese fin lo cumplimentaron. Ahora va a resultar, glosadas estas respuestas presuntamente inocentes, que la gran cuestión que se ayer se cumplió en el Congreso de los Diputados no fue (perdón, de nuevo por el casticismo) la somanta de palos que le suministró Feijóo  a él y a todos sus mamporreros, sino la maniobra ingeniada en los prados de la Presidencia del Gobierno.

Frente a este tactismo, casi una inocentada de colegio mayor, tiene que haber quedado lo siguiente: una intervención del presidente del PP definida incluso por personajes cercanos al socialismo como “estupenda”, “sólida” y «brillante». Un periodista de los que nunca han votado al PP o cosa que se le parezca, hacía acúmulo del más propio lenguaje teatral y se manifestaba así. «El discurso de Feijóo ha sido impecable en el texto y eficaz en la interpretación». O sea, que este Feijóo, al que se supone «blandito» (incluso a veces desde el propio partido conservador) es un tipo liso en la expresión, sólo aseado en la retórica, se desenvolvió en el Congreso como un orador eficaz.  Directamente fue  agresivo con todo lo que supone para el futuro de España la maniobra pactada entre los separatistas más furiosos, y un sujeto, sin límites, sin líneas rojas, sin escrúpulos, sin principios, sin vergüenza, que no se mueve por un solo rédito que no sea otro que el permanecer en el poder, Dios sabe para qué, ¿o es que creemos que lo intenta por un único deseo de seguir gozando del machito? ¿o es que no sabemos ahora cuántos socialistas, callados en este momento como un difunto, se están forrando bajo el amparo y al sombrilla que les abre La Moncloa? Como diría un castizo: ¡Vamos anda!.

 Eso ¡vamos anda! Este día, en el Parlamento, se ha fundamentado un líder ya descrito en sus principales características que debería estar gobernando España después de haber ganado las elecciones, y la fuga, al más puro estilo de su cómplice Puigdemont, de un cobarde que no tiene arrestos para enfrentarse cara a cara a su oponente político, y envía al estrado para inmolarse, como un tonto del haba cualquiera, a un peón que ni siquiera supo guardar su ropa, tan sucia, tan llena de machas propias como fueron sus viajes de placer con dinero público. Nadie puede afirmar con solvencia después de esta sesión parlamentaria que el tono de Feijóo en ningún momento fuera bronco o insultante; mentira. La labor de encogimiento abrasivo que hizo ayer el muy reforzado líder popular fue notable, tan notable como sobresaliente fue su trabajo didáctico en la exposición de seis pactos de Estado y en la apuesta por acuerdo de Estado del que ni siquiera Sánchez se molestó en recoger el guante. Del pobre Puente, también como hablarían los castizos, Feijóo hizo un curso de ironía, en algún momento fue sarcasmo, que arrasó al infortunado ex-munícipe. El PSOE eliminó al converso Patxi López y tiró de banquillo para presentar a un ex-alcalde marginado por la mayor parte de su ciudad, Valladolid.

 A partir de esta importante, trascendente, sesión parlamentaria ¿qué puede ocurrir? Pues lo previsto: Sánchez tiene ya liquidado el poder territorial socialista y la ha cambiado por el apoyo de unos golpistas irredentos, y escribo irredentos porque ya tienen prometido que lo que hicieron lo volverían a hacer y, además chuleándose, robando el dinero de todos los españoles. Este es el cobarde Sánchez, escondido este martes  con una descortesía parlamentaria sin precedentes, que carece de cuajo para medirse con un líder ya irrebatible. Es penoso, lastimoso, comprobar como los lanares diputados del PSOE están conformes con el golpe de Estado que va a perpetrar su secretario general, auxiliado en el menester por los involucionistas del separatismo catalán. Aparte de mentiroso, de barrenero de sus propias palabras, Sánchez, tras este situación de una semana tétrica para España, ha dejado a su partido para el tinte, mientras Feijóo, sin aspavientos, sin tortuosas palabras, ha crecido ya como el líder político que precisa urgentemente España.

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