Hillary, te ha mirado un cisne
¡Pobre Hilaria! Todo te sale fatal, o así parece desde que un aprendiz de brujo llamado Pedro cisne Sánchez, con tal de quitarle el pan a la encantadora arpía Aramís, extendió en la web esta babosa misiva: “Lunes, martes y miércoles estaré en Washington DC siguiendo las elecciones presidenciales. Todos/as con Hillary! #ImWithHer”. Pero más que estar con ella, lo que hizo fue echarle el mal de ojo. Porque el cisne es un gafe de mucho cilindro y pocas revoluciones. Valga para certificarlo, el rotundo triunfo de Trump.
Hilaria, alegre, feliz, que todo se va en sinónimos, es un derivado del nombre de Hilario en latín. Sus padres eligieron el ridículo apodo de Hillary sin prever que a la moza se le dispararían las ínfulas hasta soñar con ser elegida presidenta de USA. Más siendo las elecciones cabronas, le devolvieron la risa sonora que contiene su nombre en molde de hecatombe. Y aquí vuelve a entrar en juego el maleficio del cisne. ¿Cómo Hilaria, sus gorilas, el FBI y la CIA, no alcanzaron a detectar la nefasta presencia del gafe?
¿Inaudito, verdad? ¿Cómo entender que tampoco la alta tecnología del Pentágono, o los hackers secretos de la Casa Blanca no hubiesen avistado un segundo mensaje que daba muy mala espina, pues lo firmaba Miquel Iceta – ese barrilete catalán o King África en versión sardana – con ahínco: “Go, Hillary, go! (Ni que fuera una yegua). For goodness sake, go for it! Don’t let Trump win! We are all with you!”. Otro santero en ciernes y cómplice de aquel en el desplome del PSOE, distribuyendo el mal fario.
¡Ay, ay, Hilaria, mendiga del botox, cornuda reconvertida en momia apolítica por las argucias de un corsario bipolar teñido como un muñeco! Con lo que a ti te estimula la cacería de brujas y lo que el impertérrito Obama debería saber de vudú, podríais haber metido en Guantánamo al cisne Sánchez y al barrilete Iceta en un santiamén. Los aguafiestas son pajarracos de mal agüero y sueltos, te montan un estropicio cuando menos lo esperas. Ese par de cenizos sólo sirven para perderlos de vista. ¿O no, Hilaria?