Hijos de ETA, amigos de Sánchez y socios del PSOE

ETA PSOE

«Bildu no es ETA» ha sido el relato que las terminales mediáticas no periodísticas -no confundir- del sanchismo más han repetido en esta legislatura. Se trataba de tranquilizar a la sociedad con un discurso social de «pazzzz», como a Zapatero le gusta explicar su felonía con los terroristas. Una pazzzzzz comprada con la divisa del chantaje, momentum que la sociedad española nunca ha terminado de aceptar en su totalidad, aunque el socialismo de imprenta se esmere en señalar a la formación proetarra como democrática y luminosa, de pacíficos ciudadanos reinsertados y tolerantes.

Llevan advirtiendo tanto tiempo del error que hemos cometido quienes usamos, sostenemos y reiteramos que Bildu es ETA, que ha tenido que llegar Bildu a demostrar al PSOE que ETA sigue siendo ETA, aunque se presente como Bildu. No hay mejor evidencia de la infamia que el sanchismo practica de manera contumaz, que presentar a asesinos confesos y no arrepentidos para las elecciones municipales. Más de una decena de etarras con delitos de sangre ocuparán plaza en las listas del terror, que, no obstante, serán respaldados por una mayoría social determinante hoy en la comunidad autónoma vasca, hecho sociológico que la izquierda política y mediática vive con normalidad en el resto de España.

Para la progresía que dicta las conciencias patrias, ETA está muerta, nos dicen, desde 2011. Pero a Franco hay que revivirlo todos los días, porque cuando se trata de la derecha, no hay olvido ni perdón que valga. Esta gente, que hubiera defendido a buen seguro que nazis genocidas se presenten a las elecciones en la Baviera de 1953, es la que impone la superioridad moral por el mundo. Banalizan el mal que les conviene, al que entregan las llaves de la historia para que, en unos años, se estudie que ETA fueron revolucionarios por la libertad y el PP, Vox y Ciudadanos herederos franquistas de una dictadura atroz.

La realidad no desmiente este aserto. La sociedad, adormecida y calmada, admite, sin embargo, una España donde gobierna la extrema izquierda desde hace cuatro años, con un PSOE cuyos socios practicaron el terrorismo y practican golpes de Estado. La propaganda se ha encargado de moldear a conciencia el discurso social con el que justificar el infame relato: Bildu es necesario «para articular mayorías progresistas» aunque sea a costa de agachar la cabeza y rendir la Constitución. Y hay pueblo que ha aceptado, interiorizado y hasta defendido, que Bildu, Esquerra y Podemos representan el progreso. Mejor haciendo política que matando, argumentan en los bares los corifeos del sanchismo, mientras preparan la siguiente retahíla de excusas sobre el 36 con la que avivar el fantasma franquista.

Sin medias tintas: los de Bildu son hijos de ETA, amigos de Sánchez y socios del Gobierno. Y hoy, visitan Moncloa bajo palio y soberbia para condicionar a toda una nación. Este trágala impuesto no sería tolerado por ninguna democracia sana, salvo una donde las masas asumen su papel de rebaño y servidumbre. Ante la noticia de que unos etarras que asesinaron inocentes en democracia puedan ocupar un cargo público, ni acción, ni reacción. Ni de Ferraz, ni del Gobierno, ni de los falsos barones socialistas. Tampoco la esperábamos. El PSOE prefiere darle la espalda a España que dársela a ETA. Los que en su día enterraron a Ernest Lluch, Fernando Buesa o Fernando Múgica saben que se está mejor en un escaño sin principios que en un cementerio de valientes.

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