Guerra, odio, revancha y España sin rumbo
España sufrió una guerra hace más de 80 años. Una contienda militar e ideológica que ganaron los “nacionales”, con ayuda de soldados alemanes e italianos —nazis y fascistas– frente a los “rojos” y republicanos que apoyaron soldados rusos —comunistas—. Se ha escrito suficiente sobre el levantamiento militar, la contienda, las brutalidades de uno y otro bando, la situación previa que desembocó en el golpe militar y los crímenes que se cometieron por ambas partes. En una guerra florecen los más bajos instintos del ser humano. Durante los años de la dictadura se contaban solo las aberraciones y crímenes de la izquierda, los rojos, y desde hace ya varios años solo se cuentan los del franquismo, la derecha. Entre la dictadura y los últimos años hemos vivido durante décadas en España una especie de reconciliación, conocida como Transición, que supuso no usar el pasado para prosperar en el presente hacia el futuro.
Fascistas y comunistas amortiguaron su cainismo en la Transición. Franco fue enterrado en un lugar preeminente, el Valle de los Caídos, por decisión de su sustituto en la jefatura del Estado, Juan Carlos I. Santiago Carrillo fue presentado por el ministro franquista Manuel Fraga en el Club Siglo XXI. Conociendo como se desarrollaban los acontecimientos en la II República, fuese cual fuese el resultado de la guerra española media España estaba condenada por la otra media. Triunfó Franco y vivimos 37 años de dictadura, que no sé si habrían sido menos o más de ganar los comunistas, como tampoco nadie puede saber qué habría pasado si al comienzo de la II Guerra mundial España hubiese estado dirigida por prosoviéticos y no por profascistas. La historia no se rebobina y pretender ajustar cuentas con el pasado es un error político que conduce al enfrentamiento en la sociedad civil. Franco debe salir del Valle pero hay que saber hacer las cosas bien y se está haciendo de la peor manera posible. Hay mucho por hacer para mejorar la vida de millones de personas. Más de 13 millones de personas siguen hoy en el umbral de la pobreza.
¿No se sienten impelidos por ello los políticos? Estas urgencias ciudadanas no están en el debate político, sustituidas por discursos revanchistas y de odio desde el poder provocando frustración en quienes habían superado el guerracivilismo ideológico. España necesita encontrar su rumbo. Un estado de bienestar sostenible, con menos recursos para la casta política y sus adherencias —estructura del Estado, CCAA, etc— y repartir más y mejor para la gente más pobre. Ni un anciano solo y enfermo con una paga miserable; ni una familia sin energía para calentarse; ni un parado de larga duración sin subsidio; ni un desahuciado en paro al que le queda deuda para 20 años; ni un joven sin esperanza ni futuro; ni una persona sin vivienda digna; que nadie muera tras años de esperar una operación que podía hacerse en otra CCAA —Amaresh, Asturias, 24 años, 2016—; 900 euros de ayuda en una CCAA, y en la misma situación, 0 en otras.
De eso deberían hablar y acabar con agravios en derechos y servicios sociales. No se puede gobernar mirando al pasado. Ya se ajustaron cuentas en la transición; terroristas con sangre caliente en sus manos quedaron en libertad e hicieron carrera política. ¿No valió esa amnistía, o solo sirvió para los crímenes de uno de los bandos, el perdedor, donde algunos o sus descendientes quieren tomarse una revancha cobarde? Lo urgente hoy es acabar con prácticas corruptas y privilegios de la casta política, que son las mismas que viviendo Franco.