Un grito imparable de ¡libertad, libertad!

Un grito imparable de ¡libertad, libertad!
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Las protestas contra el Gobierno de Pedro Sánchez se suceden. Los intentos del Ejecutivo de estigmatizar a quienes gritan libertad y expresan su indignación con la actuación del gabinete socialista parecen condenadas al fracaso. Quienes protestan no son «fachas» de zonas bien -ese es un retrato simplista y malintencionado propagado por la izquierda-, sino ciudadanos hartos que ejercen su derecho de expresión, con independencia de su ideología. Es un movimiento transversal que avanza ante los intentos del Gobierno de neutralizar la indignación de sectores  cada vez más amplios de la sociedad.

Es una forma de reconocer, por parte del Ejecutivo, que esas protestas le están haciendo mella, que la creciente ola de concentraciones responde a un clima de rechazo que se extiende por toda España. Si Pedro Sánchez cree que mandando cada vez más policías sofocará las protestas, se equivoca. Ocurrirá que más gente se irá sumando cada día. Porque utilizar el estado de alarma como instrumento de presión contra los derechos y libertades es propio de Gobiernos reactivos a la democracia.

No son ricos de derechas -y si lo fueran tendrían, por cierto, todo su derecho-, sino ciudadanos de toda clase social que se suman cada vez en mayor número a las concentraciones, que se multiplican por todos los rincones de España, por zonas muy distintas y heterogéneas unidas por un mismo clamor de libertad.

El error de Sánchez es mayúsculo: demonizar a los críticos con su gestión con estigmas de tipo ideológico demuestra la cortedad de miras de un Ejecutivo que pretende trasladar la idea falaz de que estamos ante una protesta partidista, cuando la realidad es que cada son más los españoles, con independencia de que sean de izquierdas o de derechas, los que expresan su hartazgo e indignación. Esto no va de ideologías, sino de libertad. Es es lo que parece incapaz de entender un presidente del Gobierno cada vez más cuestionado y cada vez más enrocado en posiciones que rezuman un autoritarismo peligroso.

Por eso, las protestas irán a más, aunque el Gobierno llene las calles de Policía. Porque cuanto más sea el acoso del Ejecutivo socialcomunista, más gente saldrá a gritar ¡libertad, libertad!.

 

 

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