El Gobierno que se decía «feminista» y resultó un chollo para los violadores
Alfonso Guerra, que ha pegado unos cuantos tiros en esto de la política y que está entre 30 y 40 veces mejor formado que el más brillante de sus sucesores, habla con la libertad que te otorga el no depender del dedazo de turno para seguir ocupando u okupando un carguito. Y, desde luego, es el doble o el triple de crítico con esta desgracia que es el sanchismo que cualquiera de los líderes de la derecha excepción hecha de Isabel Díaz Ayuso.
Hace unos días le abordaron a la entrada de un acto en Cádiz y le dispararon a bocajarro las dos preguntas obligadas:
—¿Hay que reformar la ley del sólo sí es sí?—.
—¿Tienen que dimitir los autores de la norma?—.
Al primero de los interrogantes respondió en milésimas de segundo:
—Por supuesto, de manera inmediata—.
El segundo lo despachó más meteóricamente aún:
—Alguien tendrá que pagar por esta muestra de incompetencia, me parece extraño que no se haya producido un gesto de dimisión colectiva del equipo redactor de la ley—.
Los periodistas no fueron más allá pero sí lo hizo motu proprio el hombre que consiguió, con Felipe González de cabeza de lista, la más increíble mayoría absoluta de todos los tiempos: los 202 escaños de 1982.
—La técnica legislativa ha sido verdaderamente penosa, es normal que pase lo que está sucediendo cuando entregas la redacción de una norma de esa envergadura a personas que no tienen competencia para hacerlo—.
Lo obvio, vamos, salvo que expresado con el gracejo, el espíritu killer y la incuestionable auctoritas que adornan al vicepresidente del Gobierno por antonomasia.
Cuatro meses menos seis días después de la aprobación de la Ley de Garantía Integral de la Libertad Sexual, que se ha demostrado como el más siniestro ridículo legislativo en 46 años de democracia, su autora intelectual no sólo se mantiene en el puesto sino que continúa defendiendo la pertinencia y el acierto de su decisión además de achacar todos sus males a «los medios de la ultraderecha» y a «los fachas con toga» que actúan prevaricadoramente para perjudicarle. Olvida que el 70% de los jueces que está soltando a violadores, abusadores y estupradores en estricta aplicación de la legalidad en vigor son mujeres.
De media, la ministra de Igualdad ha regalado dos años de libertad a muchos degenerados gracias a su calamitosa ley
Nuestra protagonista se está comportando como en ella resulta habitual: como el niño o niña malcriado que culpa de todos su males a los demás. Ahora, y después de que Manuela Carmena pusiera una miaja de sentido común al asegurar que no la modificaba por «soberbia infantil», acepta hacerlo. Veremos cómo queda finalmente la letra de la Ley pero me temo lo peor. Eso sí: de dimisión ni hablamos.
No sólo se niega a renunciar la pájara cuyo currículum previo al Ministerio se limita a haber ejercido de cajera en Saturn. También silban mirando al cielo y se hacen los suecos los otros dos grandes responsables del desaguisado: Pedro Sánchez y la ministra de Justicia, Pilar Llop. Callaron, el uno por miedo a tenerse que bajar del Falcon si Iglesias sitúa su pulgar en dirección a la tierra, la otra por obediencia debida a sabiendas de que echar mano de la ética más elemental hubiera implicado su más que segura destitución. Y aunque es cierto que es magistrada de carrera y un auténtico ejemplo de self made woman no lo es menos que jamás se verá en otra igual. Ser ministro es el sueño de cientos de miles de españoles, de decenas de miles de políticos, pero sólo lo consiguen unos pocos. Eso de tener a tu disposición decenas de edecanes, coche y avión oficial y un porrón de escoltas que te abren la puerta debe molar mazo, visto lo visto.
Las cifras aterran. El contador que jamás hubiéramos querido instalar en nuestra portada no miente: son ya 391 los violadores, abusadores y pederastas que se han beneficiado del regalo legislativo de Pedro Sánchez e Irene Montero. Gentuza de la peor catadura que o bien ha salido ya de prisión o bien será excarcelada antes de tiempo. De media, la ministra de Igualdad ha regalado dos años de libertad a estos degenerados que, tal y como sostiene la mayoría de los psiquiatras, son irrehabilitables. Chusma cuya repugnante pulsión sólo se arregla vía castración química.
La vuelta a los tipos penales anteriores se está alargando más de la cuenta por culpa del orgullo mal entendido de la ministra Irene Montero
Más que para el Gobierno, que inevitablemente va a perder votos a espuertas de aquí a las elecciones por culpa de esta atrocidad legal, lo que está aconteciendo es un drama para las 24 millones de mujeres de este país. Desgraciadamente, y ojalá me equivoque, van a ser miles los depravados que serán agraciados por las reducciones de condena contempladas en la Ley Montero que sinonímicamente podríamos denominar Ley Sánchez. Los expertos calculan que de los algo más de 4.000 delincuentes sexuales que hay entre rejas se podrían acoger a las rebajas Montero unos 3.600. Aunque sean 1.000, que como mínimo serán 1.000, estamos ante una de las más graves meteduras de pata de la España constitucional. Y ojo porque el listón estaba altito.
El registro no es aún una foto fija sino demasiado móvil toda vez que hasta que se ejecute de una puñetera vez la contrarreforma, continuarán incorporándose monstruos sexuales a la lista de favorecidos. Posibilidad, la de la vuelta a los tipos penales anteriores, que se está alargando más de la cuenta por culpa del orgullo mal entendido de la niñata a la que adjudicaron el Ministerio de Igualdad por el único mérito de ser la pareja del hipermachista Iglesias.
Aunque sólo hubiera un solo beneficiario, ya sería motivo más que suficiente para retocar una norma que lleva por nombre «Ley de Garantía Integral de la Libertad Sexual» pero que paradójicamente lo único que garantiza integralmente es la libertad de los depredadores sexuales para agredir a las mujeres que les vengan en gana. Resulta perogrullesco recordar que a menos pena, más se practica un delito.
Más pronto que tarde, y Dios quiera que me equivoque, alguno de estos hijos de Satanás beneficiados por la ley Montero volverá a violar
Lo más infame de todo es que la autora intelectual de esta barbaridad legislativa continúe en su puesto más chula que un ocho mientras prosiguen unos recortes de pena que en términos prácticos no dejan de ser indultos parciales. Más pronto que tarde, y Dios quiera que me equivoque, alguno de estos hijos de Satanás volverá a violar a una mujer o a un niño. La reincidencia es prototípica en este tipo de delincuencia. ¿Pagará con su salida del Gobierno la primera agresión que perpetre uno de estos indeseables? Permítanme que lo dude. Entre los malnacidos puestos en libertad por obra y gracia de la compañera de Pablo Iglesias se encuentran individuos tan peligrosos como el zamorano Leopoldo, que ha advertido que «cortará el cuello» a su víctima, o el ilerdense Daniel Padial, autor de al menos 17 violaciones, 14 de ellas siendo menor de edad.
Tiene razón Federico Jiménez Losantos cuando subraya que el goteo malayo de excarcelaciones va a ser para el Ejecutivo socialcomunista lo que representaron para el de Calvo-Sotelo los muertos de la colza: el acabose. Se lo tienen merecido. Máxime cuando sabían lo que iba a acontecer. Lo admitió esta semana Carmen Calvo en lo que constituye la fidedigna descripción de una conducta criminal y lo advirtió en septiembre de 2020 un informe oficial remitido al Palacio de La Moncloa.
A efectos meramente políticos, peor aún es cómo quedará para la historia este Gobierno que se autoproclamó «feminista». Por mucho que rectifiquen nunca serán unos sabios sino más bien unos miserables. Cuando por apego a la poltrona comulgas con delictuosas ruedas de molino te aproximas en inmoralidad a los facinerosos a los que beneficias. Esta tacha también quedará para gente tan honorable, y horrorizada con lo que está pasando, como Margarita Robles, José Manuel Albares o José Luis Escrivá o personas que ni estaban ni se les esperaba en este diabólico juego como Diana Morant, Raquel Sánchez, Nadia Calviño, Teresa Ribera, Reyes Maroto, María Jesús Montero, Pilar Alegría, Carolina Darias, Luis Planas, Isabel Rodríguez o Miquel Iceta. Ministros que están perdiendo la oportunidad moral de decir «¡basta ya!», dimitir e irse por la puerta grande entre el aplauso transversal de la ciudadanía. El miedo a Podemos ha provocado que el autoproclamado «Gobierno feminista» pase a los anales como el Gobierno que resultó un chollo para lo peor de lo peor: violadores, abusadores y pedófilos. Cosas veredes.
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