La descomposición del Estado

Tribuna Fulgencio Coll

La falta de protagonismo español en el ámbito internacional es un hecho. Los ejemplos son constantes, podía citarse como uno de los postreros, la exclusión por Washington entre los treinta países elegidos para coordinar acciones contra el ransomware, secuestro de datos, entre los que se encuentran doce miembros de la UE. A ello hay que incluir la nula iniciativa española en el contexto internacional, incluida la UE.

¿Cómo ha podido caer tan bajo España? La respuesta es más que probable que esté relacionada con la extrema fragilidad del Estado, provocada por la erosión del orden constitucional por parte de quien debe protegerlo. La Constitución describe la organización y funcionamiento del Estado o, lo que es lo mismo, la práctica constitucional. No pueden habilitarse “cogobernanzas”, pues no las contempla el texto constitucional. El prometer cumplir y hacer cumplir el orden del Estado excluye las ocurrencias, la “vista gorda” y todo aquello que altere la igualdad entre los españoles. Si el efecto legal, tanto en el ámbito nacional como en el regional, es contrario a ello, debe subsanarse.

Los acontecimientos de los últimos años, con hechos como la formación de un denominado “Gobierno de coalición” cuando en realidad es un colectivo de ministros que van por libre, la sedición catalana, la gestión inconstitucional de la pandemia con consecuencias letales, el escandaloso indulto a los sediciosos, el acuerdo con el soporte político de la banda ETA, el destrozo de la educación incluyendo la promoción generalizada de prácticas woke sin valorar sus consecuencias, la destructiva imposición de lenguas nativas, la indolente carencia de la imprescindible política exterior sustituida por el feminismo como actividad diplomática, el gran descontrol migratorio y así podía seguirse indefinidamente, constituyen acciones que provocan la progresiva fragilidad del Estado.

En un mundo que lucha por acomodarse a un futuro que se configura de alta complejidad, aquí se legaliza la mala memoria del pasado; distracción se llama la figura. Innovación, es un concepto desconocido, se prefiere retrotraerse al vocabulario y relaciones políticas y sociales del comienzo de la Era Industrial. Se gratifica la mediocridad política en detrimento del talento y de las opciones reales de futuro.

Hay que apartar de la mentalidad ciudadana la noción de que la vida es un continuo progreso, el regreso forma parte de la Historia. Adueñarse del adjetivo progresista no es garantía de conocer el presente y estar habilitado para tratar de preparar el futuro. Del desconocimiento de la situación global por el estamento gobernante español consta la prueba de los debates parlamentarios. Su pobreza intelectual, en gran parte de ellos, sólo es comparable a su ignorancia y sectarismo.

Las ideologías modernas cada vez se devalúan más como instrumento para aportar soluciones a los problemas de un presente en rápida evolución. El posmodernismo crea problemas donde no existen. La realidad es que no se es consciente de ello. La situación que vive España puede enmarcarse en la obsolescencia y corrupción política y eso proviene de falta de competencia política para gestionar diferentes escenarios, entre ellos el económico. La tecnificación de la actividad humana afecta a la gestión de la administración pública, lo que reclama que los cargos puramente políticos en la organización estatal sean los mínimos.

La crisis que atraviesa España no tiene que ver con Monarquía o república, con el pasado franquista, con la derecha o la izquierda. Tiene que ver con su entidad nacional. Su descomposición como Estado sólo ha sido posible por la vulneración práctica del orden constitucional, sobre todo en la separación de poderes. El diseño territorial se creó artificialmente y se fue consolidando como fuerza centrífuga nacional a medida que se iban construyendo señas de identidad, bien mediante la exacerbación de rasgos regionales o simplemente inventándolas como el caso de las banderas.

El malhadado invento de las generaciones estatutarias ha convertido al Estado en una entidad provisional, en la que la continua transferencia de competencias a los entes territoriales, por oportunidad política, no tiene otro resultado que la desaparición paulatina del Estado. La práctica ocasional de transferencias autonómicas a cambio apoyo político partidista es una práctica ilícita, que debería perseguirse de oficio.

La introversión estatal por falta de cohesión interna, junto con un Gobierno infausto, ha convertido a España en un paria nacional e internacional expuesta por su situación geográfica a alto riesgo internacional. La tarea para adaptarse al modelo apropiado y eficiente, va a ser dura y requerirá altas dosis de patriotismo, preparación y buen gobierno. La ciudadanía española, cohesionada y bien dirigida es capaz de ganar el futuro, actualmente lo tiene perdido.

Lo último en Opinión

Últimas noticias