Feijóo: no hay más cera que la que arde

Feijóo: no hay más cera que la que arde

Pero a algunos, los que todavía están presos de aquella propaganda aturullada: «La derechita cobarde», la cera les parece corta y escasamente ardiente. No contemplan éstos, que son muchos todavía en el electorado, una realidad constatable: del Alberto Nuñez Feijóo que llegó a la Presidencia del Partido Popular en abril de hace un año quedan las justas noticias; no ha cambiado su tono firme, pero cansino de hablar, su propuesta de no atosigar con datos que el votante siempre olvida, y su afirmación incontrovertible a favor de conceptos como la libertad. Por ajena que parezca tal idea en esta sociedad intervenida hasta la náusea por Sánchez.

Queda sobre todo de aquel inicial Feijóo la seguridad que transpira de sí mismo. Con su gobernación el español puede anticipar esta certeza; sus apuestas, sus decisiones serán siempre coherentes. También sus ofertas. Un ejemplo cercano: su controvertida insistencia en que sea la lista más votada la que en cada caso gobierne, no se ha modificado un ápice desde que la lanzó, siendo incluso presidente de la Xunta de Galicia. O sea, que la cosa va para largo. Pero tan reiterativa ha sido esta certeza como otra que tiene pocos precedentes en la administración de todos los partidos españoles.

Desde el principio ha depositado Feijóo responsabilidad absoluta en sus dirigentes regionales. No es frecuente algo así acostumbrados como estamos en España a que el jefe nacional mande, manu militari, en cualquier territorio. Este dato es de suma importancia porque viene a asegurar que todos los candidatos autonómicos han recibido de Feijóo la instrucción, que no es una consigna, de hacer en sus negociados lo que mejor les venga en gana. Es curioso: un ejecutivo periférico se manifestaba así ante el cronista: «Nos ha sorprendido tanto tamaña libertad que a veces hemos estado tentados de preguntar si era cierta o se trataba simplemente de la argucia política de un gallego listo». Tal y como se lee.

Poco a poco aquel Feijóo prudentísimo que llegó a Madrid desde Santiago ha ido recrudeciendo su lenguaje y también su modo de oposición a su rival político, Pedro Sánchez Castejón. Sin embargo, a los citados anteriormente ello no les parece suficiente, pero lo es: hasta Vox que ha denunciado desde su nacimiento la blandenguería no ya de Feijóo, sino de todo el PP en general, ya ha arrumbado la especie. Los colonos de la monserga sobre la «derechita cobarde» ya la han dejado pasar; sencillamente no la emplean como ariete para desplumar al PP de la primogenitura política al PSOE para conducirle a las tinieblas exteriores. Desde este punto de vista, la «derechita cobarde» ya ha muerto, pero, hay que insistir en ello: ha sido tan potente la imputación y lo ha sido durante tanto tiempo que todavía alberga vigencia en una parte del clásico electorado de centroderecha. Pasa, en todo caso, que cada vez está teniendo menor propiedad. Sólo en el debate de aspirantes a la Comunidad de Madrid la pretendiente de Abascal intentó resucitar la descalificación, ya se ha visto a la postre con qué resultado.

 Feijóo es como es y no va a dejar de serlo nunca. Los estudiosos de la psique humana suelen advertir que el temperamento se puede domeñar, el carácter se puede entrenar, pero que la personalidad viene de fábrica, es tan genética como las bases del ADN. En consecuencia, la de Feijóo no es extraña a este aserto. En el PSOE hay algún presunto especialista que está alabando en estos días la pirueta de Sánchez exigiendo la friolera de seis enfrentamientos en platós, la fundamentan en que están ciertos de que el aún presidente conseguiría en más de uno de estos choques sacar los nervios de Feijóo a pasear, en resumen descontrolarle. Echan mano estos hipotéticos próceres de lo que ocurrió en aquel cara a cara en el que Sánchez pretendió descolocar la figura de Mariano Rajoy, tildándole directamente de deshonesto y corrupto. Creen que en aquel lance la agresión de Sánchez triunfó sobe la pasividad sorprendida de Rajoy. Y en eso están y por eso ha aplaudido la martingala de Sánchez frustrada a la postre por la indiferencia con que su oponente ha recibido el envite.

Los escépticos de las reacciones del presidente popular esgrimen ahora sus dudas sobre cómo encarará la brutal campaña que se le está urdiendo desde la Moncloa y Ferraz. Algún periodista que bebe directamente en las fuentes de estos sumideros socialistas anticipa que lo que viene por delante va a ser, literalmente, «lo nunca visto». Y como se ha visto, valga la redundancia, que ni la famosa y antiquísima foto de Feijóo con un presunto narcotraficante, ni las imputaciones al escaso bagaje -acusa Sánchez- intelectual, profesional y político del gallego, han gozado de ningún fervor, ahora se buscan las mayores trapisondas que se hayan detectado nunca en una campaña electoral. Como dice al cronista unos de los informadores: «El dóberman de Rubalcaba va a resultar un chihuahua al lado del animal más peligroso del mundo». Y se refieren, porque son ellos cultos y muy zoológicos, a la rama dardo dorada, que es el más tóxico y venenoso del Universo. ¿Cómo se comportará Feijóo ante el alcaloide letal de Sánchez?

La pregunta es obvia e innecesaria: sin sorpresas, como hasta ahora. De verdad que no hay más cera que la que arde. No se pueden pedir peras al olmo, valga esta nueva referencia castiza. La campaña que se le está preparando al presidente desde Génova está apoyada en esta tríada de factores: una reiteración de su oferta de derogación de las leyes más abyectas de la gobernación de Sánchez, una referencia a la devolución del prestigio a todas las instituciones manchadas por el sectarismo absolutista del citado, y una denuncia del panorama económico que se abre ante nuestro futuro, mucho menos halagüeño que el que presumen la huida Claviño y su cohorte de pregoneros del gran bienestar del momento. Es el de Feijóo un compromiso de regeneración que no puede quedarse en el parcial que esbozó Aznar, ni tampoco en el rigor económico que impuso Rajoy por encima de sus promesas electorales. Otro fracaso del centroderecha español en este aspecto desembocaría, de nuevo, en un regreso al peor socialismo que ahora estamos soportando. No hay más cera en Feijóo que la que arde y está ardiendo; seguro que le bastará para sacar a su rival del confort público a que le ha llevado su traición histórica.

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