Exoesqueletos: a un paso de Terminator

Exoesqueletos: a un paso de Terminator

Sayonara, baby” (España) o “Hasta la vista, baby”(Latinoamérica) ¿Recuerdas estas palabras?

Estoy segura de que incluso te acuerdas de la voz de ese esqueleto metalizado, con piel y forma humana, representado por Arnold Schwarzenegger en Terminator.

Los exoesqueletos, por muy modernos que te pudieran parecer en esa época, no tienen nada de nuevo, ya que es una “tecnología” que utiliza la naturaleza desde hace millones de años.

“Exo” viene del griego, que significa “exterior”; así, exoesqueleto es una superficie exterior que recubre, protege y soporta el cuerpo de un animal, además de ofrecerle una ventaja extra en fuerza y capacidad. El mejor ejemplo de ello son los escarabajos peloteros, que gracias a su caparazón son capaces de empujar 1.141 veces su peso. Los humanos por nuestra parte, los reproducimos con el uso de las armaduras, que ya se usaban en el ejército egipcio (1.400 a.C.).

Como en el 90% de los casos, las invenciones en tecnología están basadas en el estudio de la naturaleza, y gracias a ello tratamos de conseguir el “mejoramiento” de nuestra condición humana. Gafas, prótesis dentales, extremidades -por ejemplo-, existen desde hace varios años permitiendo que terapéuticamente corrijamos lo que naturalmente no tenemos.

Y como la ciencia avanza a pasos agigantados, en España contamos ya con el primer prototipo infantil de exoesqueleto, aprobado por la Unión Europea, y que permite a niños con problemas como la tetraplejia, ganar algo de movilidad.

Hoy los exoesqueletos se diseñan para ser utilizados como una prenda de vestir de quitar y poner; son una estructura con sensores que reemplazarían el movimiento y economizaría energía humana, ya que funcionarían por orden directa del cerebro. Así podríamos concebir su uso como ayuda para personas discapacitadas, con enfermedades mentales como el Parkinson, mayores, o con trabajos en los que la fuerza sea necesaria.

Sin embargo, no olvidemos que también en nuestra naturaleza está el hecho de querer superar nuestra propia condición humana, razón por la cual hemos creado súper héroes (a modo de dioses), que además tienen un común denominador: estos ganan siempre gracias a una fuerza superior. Y como el sueño de la razón produce monstruos, esta clase de tecnología viene a prometernos “súper poderes”.  En la actualidad, el ejército de Estados Unidos ha destinado la nada despreciable cifra de 50 millones de dólares para investigar cómo estos exoesqueletos pueden mejorar el rendimiento de los marines.

Y ese el verdadero dilema ético y social al que nos enfrentamos con esta clase de tecnología, y con cualquier otra: su uso. Aunque muchas personas que podrán beneficiarse de su uso terapéutico, ¿te imaginas un ejército con exoesqueletos, conectados en línea, al mando de nos sabemos quién? ¿O uno de estos artefactos en las manos equivocadas?

¿Quién va a ser el responsable si un exoesqueleto mata a alguien? ¿La persona que lo lleva puesto? ¿O el que dio la orden??

Y eso, mis queridos lectores, es lo que deberíamos estar pensando, y solicitando a las autoridades competentes: una reglamentación clara para que este tipo de tecnología, y cualquier otra que estemos imaginando, no actúe a la larga en contra de la humanidad.

 

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