Los esquimales y sus ancianos

Los esquimales y sus ancianos

La crisis del Coronavirus nos pone frente a paradojas hace poco impensables. Una de ellas es la facilidad con la que, viendo a la Parca sobrevolar nuestras ciudades, lo primero que hemos hecho ha sido buscar seguridad en esa cruda clasificación de los “grupos de riesgo”. Hay un bello espectro que va del poco riesgo al riesgo casi seguro. Y en función de nuestra casilla respiramos más o menos con alivio. Hasta el punto de que esa exhalación ha sido tan poco discreta que ha traspasado medios de comunicación, redes on line o chats de WhatsApp tomando forma en esta frase: “sólo se están muriendo los viejos”

El senicidio o gerontocidio es abandonar a los ancianos a la muerte, al suicidio o al asesinato. La literatura y la documentación histórica nos hablan de pueblos que tenían como costumbre sacarse expeditivamente de encima a viejos y enfermos. Esto, desde la antigüedad germana hasta tiempos más recientes, en partes de la India, Japón, Cerdeña o con los famosos Inuit, los esquimales, que son conocidos por dejar que los miembros más dependientes del grupo decidan “voluntariamente” adentrarse en la noche helada para morir de frío.

Pero, amigos, ¿de verdad estamos como los esquimales? Lo que tuvieron en común esos senicidas fueron sus condiciones de carestía extrema. De vida o muerte para el conjunto de la tribu. ¿Hemos llegado a este extraordinario estado del bienestar para que aceptemos la posibilidad de sacar lastre con nuestros parientes ancianos? ¿Qué mierda de prosperidad y de “civilización” es esta? Y, todo ello, después de intensos debates y polémicas sobre regular un derecho a la Eutanasia que, en muchos casos, sería un chantaje moral a gente mayor a la que se le pondría irrechazablemente fácil que dejaran paso (y el piso en el Ensanche o un capitalito en su banco amigo)

Este latido de egoísmo que se ha notado en la fase crítica de esta epidemia debería avergonzarnos. Por lo menos los esquimales creían que no los enviaban a la muerte y la desaparición, sino a la “otra” vida. No tenemos ni esta excusa. Ya sabemos que ante un único respirador vamos a ayudar al joven antes que al anciano. Pero quizá que no lo pregonemos tan insistentemente. Estos días mucha gente mayor que sigue las noticias se habrá sentido tan desoladoramente redundante como un cascaron vacío. Un poco de por favor.

El tema de los ancianos va a dar para mucho, y sus sorprendentes derivadas mucho más. Tenemos a una Margarita Robles ganando puntos al declarar sin ambages, tras un aparente arrebato de humanidad y escándalo, que el Ejército ha descubierto cadáveres en residencias de varios puntos de España. Mira, hemos dicho, una socialista que no tiene reparo en realizar un ejercicio de transparencia, aunque sea para una mala noticia. Pero ni siquiera nos podemos solazar demasiado en ello. Hay motivos para pensar que existe una estrategia de fondo del PSOE contra el responsable de los Servicios Sociales, Pablo Iglesias (con quien insensatamente se asociaron para estar neutralizándole desde el primer día). Y ahora presos del pánico.

No tiene otro motivo la enigmática hospitalización de Carmen Calvo, cuya baja convertiría al podemita en número dos del Gobierno, con la posibilidad de sustituir a Pedro Sánchez como presidente si éste quedase incapacitado temporalmente. Por eso la inquietud en el PSOE (y la nuestra) es enorme estos días.

Pero no tuvieron reparo en jugar con fuego desde el principio. Los “cisnes negros” existen, pero para ellos primero era el poder. O, si lo quieren más vulgar, “shit happens”, y ahora hemos pisado una de bien grande. La muerte desbordada de población de riesgo es una consecuencia que no se va a olvidar. Espero.

Lo último en Opinión

Últimas noticias