El esperpento de los esperpentos

El esperpento de los esperpentos
El esperpento de los esperpentos

Tras una semana en la que el Gobierno en tromba se ha dedicado a desprestigiar al Centro Nacional de Inteligencia; tras una semana de filtraciones gubernamentales que atentaban contra la profesionalidad de los servidores públicos del Estado que se ocupan de funciones tan sensibles como la seguridad de la Nación y de todos sus ciudadanos; tras la humillación que supone para España ver a uno de sus ministros entregando el teléfono antes de reunirse con una Consejera de un gobierno que promueve el golpismo; cuando parecía que Pedro Sánchez no podía hacer más daño a la imagen y el prestigio nacional e internacional de una institución esencial del Estado… va Bolaños y hace convoca una rueda de prensa para explicar que a su señorito también le han espiado, aunque que lo suyo ha sido un espionaje “externo”.

Bolaños, el tipo que sustituyó a Iván Redondo, el que algunos “expertos analistas” consideraban que lo iba a cambiar todo, se ha arrodillado  ante una consejera autonómica dando por buenos los infundios de los independentistas y despreciando los informes del CNI y de la ministra de Defensa que avalaban la legalidad de todos sus actos. Y, acto seguido, como no se había arrastrado suficientemente, sale a contar mentiras tra-la-ra…. Y me dirán ustedes si se ha notado en algo la salida del Gobierno de Iglesias, de Ábalos o de Iván Redondo. No sé qué más tiene que ocurrir para que los españoles seamos conscientes de que nada va a cambiar en el Gobierno mientras no cambie su presidente, porque el mal es Pedro Sánchez. Y con él, ya se sabe, todo lo que puede emporar, empeora.

Volviendo a lo del espionaje legal y el “exógeno”, que dice Bolaños y que se supone ilegal. Yo confío en que el CNI siga actuando sin ningún tipo de cortapisas para hacer bien su trabajo de defender a España de sus enemigos; y que, desde esa perspectiva, espíe a Pedro Sánchez, pues resulta más que evidente que un jefe de Gobierno  que pacta el futuro de España con grupos políticos que son enemigos declarados de la democracia española -desde los golpistas a los terroristas pasando por los comunistas adoradores de Lenin y de Putin- resulta un peligro para la seguridad nacional. Y sus movimientos deben ser controlados para evitar males mayores.

Desvelado que nuestros servicios de seguridad cumplen con su obligación de proteger a España y que eso les obliga a espiar a los socios del Presidente del Gobierno de España, a Bolaños se le ocurrió desviar la  atención y recurrió al mismo método utilizado en la etapa de Iván Redondo, Los Principios de la Propaganda de Goebbels.  Para esta ocasión seleccionó el principio de la exageración y desfiguración: «convertir cualquier anécdota, por pequeña que sea, en una amenaza grave». Se trataba de que los españoles visualizáramos el drama: ¡el presidente espiado ha sido espiado, qué horror!, ¡él si que es víctima!, ¡él si que corre riesgos por todos nosotros…!  Y el ministro que iba a cambiar la etapa de Iván Redondo montó el sarao para lograr dos objetivos: devaluar más a la institución del CNI (todo lo que tocan lo pudren) e intentar convertir en víctima a su señorito.

A ese bochornoso espectáculo se han sumados las declaraciones de dos ministras del mismo gobierno: la ministra Portavoz dice que los teléfonos de todos los miembros del gobierno están siendo revisados exhaustivamente, aunque ya se controlaban periódicamente, y horas más tarde, en otra cadena de televisión, la vicepresidenta “jurista” (dice ella), la de Comisiones Obreras, esa que hace cosas chulísimas, la del Espacio Díaz que tanto gusta a algunos socialistas del PSOE y que va a conseguir lo que Mélenchon en Francia, que desaparezca el partido socialista en España, explicaba  que a ella nunca nadie del gobierno le ha pedido el teléfono para revisar su estado. Una de dos: o miente la portavoz o a la vicepresidenta le están revisando el teléfono por control remoto, sin su conocimiento y de forma ilegal… Ya ven: amigos, enemigos o compañeros de Gobierno.

Y, para rematar la semana, hemos tenido que sufrir la infamia que representa que el PSOE haya transformado lo que es secreto de Estado en información para el público incorporando en la Comisión de Secretos del Estado a  los que guardan el secreto de los 379  crímenes de ETA aún sin juzgar. Ya estaban en el Parlamento; ahora, gracias a Sánchez, están en la Cámara acorazada.  Todo es tan grotesco y absurdo, tan esperpéntico, que solo un país con unas tragaderas como España puede soportar lo que está ocurriendo sin echarse a la calle.

Lo que está claro es que el proceso de demolición de la democracia emprendido por Pedro Sánchez ha trascendido a nivel internacional. No es casual que Biden no se haya dignado contactar con él en sus conversaciones previas a la toma de decisiones respecto de Ucrania ni tampoco que ahora mismo haya varios partidos europeos que se están planteando la oportunidad de que la próxima cumbre de la OTAN se celebre en Madrid. Lo que está ocurriendo en España está haciendo un daño muy grave a la imagen de nuestro Centro Nacional de Inteligencia y, por tanto, a su relación y colaboración con los Servicios de Inteligencia de otros países que sin duda informarán negativamente a sus gobiernos sobre la celebración de la cumbre en Madrid y que, pase lo que pase con ese evento, ya han decidido no compartir información con su homologo español. Acabamos de conocer que varios trabajos dirigidos por el CNI que tienen que ver con el yihadismo se han visto afectados ante la suspicacia de los centros de referencias de otros países. Vamos, que no se fían de nosotros y eso tiene consecuencias para nuestra seguridad.

Un presidente de Gobierno al que no le importa poner en entredicho al Centro de Inteligencia de su país con tal de contentar a los enemigos de España es, por definición, un traidor a la democracia. En EEUU estaría ya sometido a un impeachment; en Francia hubiera sido cesado por el presidente de la República; en el Reino Unido le hubieran hecho dimitir y ya estaría camino de los tribunales. Así las cosas, ¿hay aún alguien decente que no piense que el futuro del PSOE puede ser otro que  la desaparición? ¿Hay aún alguien que no crea que, si hay justicia, el futuro de Sánchez es el banquillo de los acusados?

 

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