España ya tiene Ministerio de Tauromaquia
España ya tiene Ministerio de Tauromaquia. Lo está ejerciendo la Fundación Toro de Lidia, al menos hasta que en España se reinstaure la cordura, y la cultura deje de estar secuestrada por una política nacional enemiga del mundo rural.
No entremos en si este ministerio es en funciones o si es un paraministerio. Lo que está claro es que la Fundación Toro de Lidia es un prototipo de lo que deberá tener oficialmente la España del mañana. Porque España, como el resto de patrias taurinas y con tradiciones, merece un ministerio que vele por su cuidado.
Desde su constitución en 2015, la Fundación Toro de Lidia cosecha importantes hitos para ser considerada seriamente como tal. En mitad de esta pesadilla wokista, el mundo del toro necesitaba una plataforma civil que permitiera reaccionar a las embestidas de políticos, artistas, asociaciones extranjeras y de una Cataluña rebelada contra sus propios catalanes.
Y ahí está ella. La Fundación representa la única comunidad de ciudadanos (cuantitativamente significante) que ha defendido sin complejos una postura filosófica humanista contra la gran peste del animalismo. Léase la Declaración de Santander.
«La muerte de Víctor Barrio demostró la bajeza del que se esconde en el anonimato para hurgar en el dolor», me dice Victorino Martín. La Fundación Toro de Lidia logró que la Justicia condenara delitos contra el honor a través de perfiles anónimos en redes sociales.
La Unidad de Investigación de Delitos Tecnológicos de la Policía Nacional, destapó quién se escondía tras la cuenta que deseó «la muerte de todos los toreros y aquellos que les defienden». Resultó ser Rocío Cortizo, una mujer que tuvo que retractarse y pagar una indemnización a la familia del maestro Víctor Barrio.
Este hecho supuso una gran victoria para la sociedad en su conjunto. Desde entonces el anonimato en redes no goza de impunidad, pese a lo que asevera el presidente de España, Pedro Sánchez, para justificar su tecnodictadura.
El bono cultural es otro hito de la Fundación, logrando que la Justicia incluyera los toros, excluidos por los gustos personales de otro ministro de turno, que insultó a la inteligencia de millones de jóvenes en este país. Además, desde el año pasado, por iniciativa de la Fundación, celebramos el Día Internacional de la Tauromaquia –¡gloria al 16 de mayo!–.
Y ahora, de nuevo, gracias a la aptitud política de la Fundación, recuperamos el Premio Nacional de Tauromaquia que eliminó el ministro de Sumar en mayo de 2024.
En resumidas cuentas, el papel cívico que ejerce la Fundación merece nuestro reconocimiento. Como el que desempeña al frente de su presidente, un hombre docto de campo, convencido del poder de la democracia, que encarna taxativamente el prototipo de lo que debería ser, cuando llegue la hora, el próximo ministro de Tauromaquia y tradiciones –que tendremos, no les falte paciencia–.
Etimológicamente, ministerio significa en latín servicio. ¿A quién sirve Urtasun? Desde luego, a España no. Aunque mirándolo bien, nos ha servido y mucho. Ha logrado en nosotros la unidad que no teníamos. Fuera de bromas, entre los candidatos a recibir el galardón de 2024, deberíamos plantearnos incluirlo. Hay que reconocer que sin él, hoy no seriamos tan fuertes ni nuestra voz resonaría con tanta claridad.
Porque el Premio Nacional de Tauromaquia reinstaurado es otra gran victoria de la sociedad civil. Es la demostración de que la ciudadanía tiene un inmenso poder, equiparable a cualquier institución. Sencillamente porque la soberanía emana de los ciudadanos. Algo que descuidan y olvidan los cargos.
Los ciudadanos pueden censurar públicamente a un ministro, aunque no puedan cesarle. Y pueden articular –bien organizados– una rebelión del sentido común dentro de las propias instituciones, sirviéndose de la máxima de Santo Tomás de Aquino, la justicia.
El Senado y nueve comunidades autónomas de distinto signo político (Aragón, Valencia, Madrid, Castilla y León, Castilla y La Mancha, Cantabria, Extremadura, Murcia y Andalucía), coordinadas por la Fundación, se han sumado para detener este golpe al estado cultural de nuestro país.
Según me cuentan, el premio será itinerante, durará lo que dure Urtasun o el ministro de turno antiespañol, y tendrá tres fases. La presentación, en Madrid. La reunión del jurado, en Toledo. Y la entrega del galardón en el Senado. Un itinerario pulcro, que demuestra la innata capacidad política del toreo, y con el que se seguirá honrando, sin complejos y con orgullo, el espíritu guerrero autóctono que hace de la muerte la gran fiesta de la vida.