La España de las piscinas y la izquierda ‘fake’

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Entre los análisis electorales realizados con posterioridad a la histórica victoria de las derechas en Madrid a comienzos de este mes, quisiera fijarme hoy en las que pretenden explicar el resultado en la organización urbanística. Acaba de publicarse un libro titulado La España de las piscinas. Cómo el urbanismo neoliberal ha conquistado España y transformado su mapa político, de Jorge Dioni (Arpa Ediciones). El libro procura obtener algunas conclusiones sobre la orientación electoral en los nuevos desarrollos urbanísticos (llamados PAU por su nombre técnico: incluso el autor utiliza el gentilicio de pauers para sus habitantes). Comienza el libro recordando el país de propietarios en que se convirtió España a mediados del siglo XX gracias a la política agresiva de VPO y a la Ley del Suelo del 56.

Según él, en Europa se hizo una política de vivienda prudente para evitar que las masas quisieran la vuelta del totalitarismo, haciendo la vivienda accesible en alquiler. Mientras, en España, se promovía la propiedad haciendo de la vivienda mercancía. El análisis no se sostiene porque lo que había en España era propiedad, sí, pero en gran parte de VPO: el régimen del 18 de Julio convirtió al español medio en propietario precisamente para inmunizarle contra el comunismo. No es que aquí en España se desentendieran de la relación vivienda/cambio político. La tenían más clara que en Europa, pero aquí el objetivo fue frenar al comunismo… Y se consiguió.

La izquierda actual tiene algunos errores conceptuales muy dañinos: confunde pobreza con desigualdad y confunde propiedad con mercantilización. Decía Von Mises que su rechazo del socialismo era fundamentalmente científico, pues constataba que los resultados de las políticas socialistas eran contrarios a los que fines decían perseguir: un pobre vivía peor en el socialismo que en el capitalismo. Pero si la izquierda de tiempos de Von Mises podía ser torpe, la de ahora podríamos decir que además es falsa (o como se dice ahora, fake): invoca el voto de los pobres, pero no trabaja para los pobres. La izquierda actual antepone lo verde y lo cool a las necesidades de las personas, crea barrios boho- chic de bajas emisiones, pero en esos barrios sólo caben unos pocos: administra el suelo como si hubiese menos gente de la que hay, y deja a la mayoría en la estacada. Y cuando le toca abordar el problema, predica mantras irreales como el del fomento del alquiler social. Un modelo que es bastante dudoso que resulte deseable (en Viena hay mucho alquiler social y lleva gobernando el mismo partido cien años a base de electoralismo basado en la dependencia política para mantener su vivienda), pero que en España además es falso: la vivienda social es algo residual. Predicar sobre ella es  como prometer que se va a terminar el paro creando unos pocos becarios en algún organismo público: una cortina de humo que no soluciona el problema, pero crea concepciones que bloquean su solución (si hoy en España no se promueve la propiedad con más claridad, es por culpa de la hegemonía cultural de la izquierda).

La izquierda fake ha renunciado a facilitar el acceso de la mayoría social a la propiedad porque quiere un inquilino verde (sin carne, sin coche, sin propiedad). Si la derecha sabe ofrecer vivienda para todos (lo cual pasa por los mismos elementos que en los cincuenta: mucha oferta y precios asequibles), tendrá garantizado el futuro electoral. Pues aunque lo pinten de verde, sigue siendo verdad aquello que decía Thatcher de que cuando la gente puede elegir no elige el socialismo.

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