España en estado de shock espinal

España shock

De los tres términos con que la patología define precisamente el estado de shock, el que más cuadra a la situación actual de este país que se nos desmorona es el de colapso. Los otros dos, choque y conmoción, también muy descriptivos, son menos adecuados para retratar la postración, el desasosiego, la falta de esperanza que padece la España secular, digna y decente. Escribiremos algo más para establecer un símil entre la descripción clínica y la política que sufrimos: este es un shock espinal, el que más se parece al nacional. Fíjense: el espinal se caracteriza por un bloqueo de las funciones de la médula, ¿es que acaso no se parece al asedio y destrucción que es hoy la nota esencial de nuestras vidas? Pues claro que sí.

Sin ánimo de convertirme como cronista en una chapa exhaustiva, recordemos que ahora mismo conmociones como el caso Koldo -al que ya podemos llamar caso Ábalos, caso Francina, caso Torres, caso Begoña y, por tanto, caso Sánchez-, el chantaje político al que en forma de ese bodrio aprobado de la amnistía nos han sometido los secesionistas, el descrédito de instituciones como el Constitucional, la Fiscalía de Estado o el Parlamento, los ataques del narcotráfico a la Guardia Civil que no reciben respuesta por parte del réprobo Marlaska, la agresión sistemática a los jueces… ¿No son signos todos del estado de destrucción nacional en que nos hallamos?

Encima, los fautores de la fechoría al mando de ese perverso Pedro Sánchez, inventan réplicas para convencer al personal, gracias a los medios amarillos de información, de que realmente aquí no ocurre nada malo, que esta constancia de ahora mismo se parece absolutamente a la que padeció Felipe González en 1993 cuando fue víctima -dicen- de una operación orquesta de acoso y derribo que, sin embargo, no le impidió vencer a José María Aznar en las elecciones generales por 159 contra 143 escaños. Los voceros de este recuerdo obvian precisamente esta dato incontrovertible: que González ganó y que Sánchez perdió y que sólo gobierna gracias al apoyo de toda la escoria política nacional.

El país se levanta todos los días y se pregunta alarmado: «¿A ver qué nos va a pasar hoy?». Una lectura apresurada de los periódicos de papel y de los digitales lleva al común de los mortales españoles primero al espanto, lo cual sería constructivo, y después a la desolación o, mejor dicho, a la postración, sensación de que ha triunfado ya el «Esto no puede ser», el «¿Qué nos puede pasar más?», el «Hasta aquí hemos llegado» o al acuerdo extendido de que a «A este tío no hay quien le eche». Comparecencias públicas como la de la investigada por Europa (ella dice que no) Francina, Paquita, Armengol, mueven a la desesperanza porque ya se sabe que, hagan lo que hagan los implicados en el bárbaro escándalo de la corrupción, éstos van a seguir en los puestos que detentan (escribo «detentan» con toda propiedad) y que nada, ni nadie, se va a ocupar de expulsarles a las tinieblas exteriores, donde hace mucho más frío que en los pisos meridionales que se han comprado Koldo y el baranda Ábalos. Cunde, pues, el desaliento y el abatimiento, conceptos que conducen directamente a la inanidad, a una especie de que «ya que no podemos hacer nada, vamos a esperar al fin de semana para largarnos al campo o a la playa y que les vayan dando». Literal. Y ¡qué más quieren nuestros gobernantes y sus conmilitones que apostemos por esta alternativa!

La impresión es que ya ni siquiera vale la pena manifestarse. Que las últimas concentraciones han acabado en un debate estéril sobre el número de asistentes y nada más, una polémica que las televisiones propias y adquiridas han manipulado a su gusto, y que Sánchez, desde la Moncloa, prepara su próximo viaje para abrazarse con la peor ralea comunista del mundo mundial, y que aquí seguimos igual, reclinados en el sillónbowl. Encima, como la Justicia tiene prisas de plantígrado y anda sus pasos exasperadamente lentos, el único palo al que agarrarnos es éste de la Justicia que mencionamos, aunque nos resulte ad calendas graecas, discutible y hasta ineficaz, porque, sin ir más lejos, ¿alguien recuerda que el Tribunal Constitucional que todavía no putrefactó Pumpido, declaró los dos encierros de virus y mordidas ajenos a la ley, directamente contrarios a nuestra Ley Fundamental? ¿A que no? ¿A que no ha pasado nada?

En tiempos del citado Felipe González, hizo carne, y con éxito, una frase de éste significativa: «Llueve mucho, ya escampará». Pues ahora estamos en ese punto, como dice el pequeño Bolaños a sus plumillas de cabecera, los que le escuchan como se tratara del Oráculo de Delfos: «Nada es eterno».
Pues parece que lo es, porque ni siquiera los episodios básicos de la democracia, los comicios electorales, mueven a estos pasajeros de la cuadriga sanchista a darse por enterados. Perdieron las municipales, las autonómicas, las generales, las gallegas, van a darse un trastazo en las vascas y se pegarán un morrazo sin precedentes en las europeas, pero… «Bueno ¿y qué? Vamos a continuar en el machito».

Lo expresan en plan chulo, como el mazas de puticlub de Koldo, o sea: «Nos importáis una higa» o «Ande yo caliente, y ríase la gente». Mientras, cada día, una barrabasada disimula la anterior, cada día el español que paga los impuestos confiscatorios que dejó el desalmado Montoro, se va despegando más y más de la protesta porque no le sirve para nada; la coyunda social-comunista-separatista aún en el poder se mofa de los contribuyentes porque, aludiendo a otro dicho popular: «Si no tenéis pan, comed bollos». Lo que es tanto como añadir: «¡Ahí os las apañéis!». Ellos permanecen todavía con la certeza de ser inmunes e impunes, el resto de los españoles, tras un lavado de cerebro colectivo, hemos perdido la confianza en que este shock espinal que nos dura desde antes incluso de la maldita pandemia de virus y robos, pueda, por lo menos, tratarse. El espinal suele ser transitorio, ¿podremos decir alguna vez que el político acumule la misma suerte? Por ahora no; hasta nos quieren mandar a la cama a las diez. Dormiditos estamos más guapos.

Lo último en Opinión

Últimas noticias