Apuntes incorrectos

Dos años aciagos para la economía y el país

Dos años aciagos para la economía y el país
Dos años aciagos para la economía y el país

“Nadie puede afirmar seriamente que las políticas del actual Gobierno sean radicales ni que se desvíen mucho de lo que se hace en otros países europeos”. Yo debo de ser poco serio. “La presencia de Podemos en el Ejecutivo hace más creíbles las credenciales socialdemócratas del PSOE, pues hasta entonces el electorado percibía que los socialistas, una vez en el poder, hacían políticas más liberales que las que prometían estando en la oposición”.

Estas palabras son de Ignacio Sánchez-Cuenca, catedrático de Ciencia Política de la Universidad Carlos III de Madrid, al hacer balance de estos dos años aciagos. Las traigo a colación para que vean que los juicios van por barrios.

Quienes conocen al señor Sánchez-Cuenca ya saben que es un lunático y un estómago socialista agradecido, pero quizá hay mucha gente, más de la cuenta, que comulga con su opinión -según reflejan algunos sondeos que todavía dan ventaja al PSOE- y que, de manera insólita e inquietante, piensa que la gestión económica de Sánchez está siendo buena. Yo no doy crédito a esta salva de aplausos porque procuro ceñirme a los datos.

Durante la pandemia, España ha sido el país con la mayor contracción del PIB del continente, y el que se encuentra en una posición más retrasada en la recuperación de la actividad. Ha sido de las naciones con más muertes por el Covid de Europa, con la desventaja adicional de que aún desconocemos a día de hoy el dato de fallecimientos al margen de los oficialmente reconocidos, que son muy inferiores a los reales.

Duplicamos la tasa de paro de la UE, con una incidencia todavía más sangrante en el desempleo juvenil, padecemos una de las inflaciones más elevadas, somos el país que menos ayudas públicas ha ofrecido a la industria y el comercio para hacer frente a la pandemia, así como el que contabiliza una mayor destrucción de empresas. El déficit público está por las nubes, la deuda del Estado ha rebasado cualquier registro histórico precedente y la inversión del exterior está completamente detenida porque la reputación de nuestro país en términos de seguridad jurídica y de estabilidad institucional es equivalente a cero.

En contra de lo que señala el catedrático Sánchez-Cuenca, todo lo que nos está sucediendo deviene del pecado original del primer gobierno europeo de coalición con unos comunistas que sienten aversión por la libertad, que repudian el mercado, que tienen una ignorancia suprema de los indicios más elementales de la ciencia económica y que han demostrado fehacientemente su granítica pulsión totalitaria, con el rechazo de la división de poderes -su reticencia hacia la independencia judicial y su ominosa persecución a los medios de comunicación díscolos-. Desgraciadamente, el socialismo del momento comparte todas estas ideas descabelladas con el apoyo de una militancia entregada al nuevo líder y unos votantes que han perdido cualquier atisbo de autocrítica, presos de la biografía o reacios a admitir su error a la hora del sufragio.

Como, a pesar de la alianza, las cuentas no llegaban a la mayoría absoluta necesaria para gobernar, el señor Sánchez ha tenido que buscar apoyos en todos los enemigos de la nación: los proetarras de Bildu, los independentistas catalanes y los pérfidos nacionalistas del PNV, con el resultado de que España hoy es un estado irreconocible porque su presidente, a fin de mantenerse en el poder, no ha escatimado factura alguna, de manera que el país está en situación de derribo, desgajado en taifas como las de Cataluña y el País Vasco, acosado por una marea centrípeta que lo priva de cualquier destino común y de vida compartida. Es un país al que Sánchez está destrozando a zarpazos desde el punto de vista ontológico y político, y cuyas decisiones en materia económica siguen la misma estela de desangrarlo sin remedio.

El señor Sánchez-Cuenca indica como grandes logros de la legislatura la aprobación de los Presupuestos, que como se sabe son literalmente inservibles, pues parten de unas previsiones económicas superadas ampliamente por la realidad. También cita la reforma de las pensiones, que ha renunciado a hacer sostenible el sistema al incluir una revalorización de las jubilaciones totalmente desaconsejable, dada la astenia de las cuentas públicas. Y, faltaría más, se refiere al gran éxito de la reforma laboral, que ya he explicado repetidamente en esta columna que ni reducirá la temporalidad ni ayudará a crear empleo. Luego están las perlas imprescindibles para marcar el signo del progresismo como la ley de la eutanasia o, en otro ámbito diferente, la del cambio climático, que ha disparado los precios de la luz y nos ha convertido en el país más puerilmente romántico y estúpido del mundo, el más dispuesto a perjudicar la vida diaria de los ciudadanos.

Ha habido durante estos dos años aciagos una falta clamorosa de coherencia y de un hilo conductor sensato que favoreciera la actividad empresarial, el mundo de los negocios, que propiciara la inversión del exterior que tanta falta nos hace. Se ha incurrido en una explosión de gasto público que en gran parte se convertirá en estructural -como sucede con las pensiones y los funcionarios-. Se ha subido irresponsablemente el salario mínimo muy por encima del salario medio en una gran parte del país, con la consecuencia de que así se expulsará del mercado laboral a mucha gente sin formación ni cualificación suficiente para obtener remuneraciones fuera de mercado. Se han incrementado de manera general los impuestos y las cotizaciones sociales, y la eventual reforma fiscal en ciernes amenaza con seguir la misma tendencia al alza de la imposición a fin de equipararnos a la media de la presión fiscal europea aunque estamos lejísimos de su PIB y de su renta per capita.

Todo es un despropósito, no se ha hecho nada bien, nada a derechas, y eso que, según la propaganda oficial, el objetivo de todas estas políticas extraviadas es dignificar las condiciones de vida de los ciudadanos y reforzar el Estado de Bienestar.

Si este es el mensaje con el que el equipo de Sánchez nos quiere vender la ejecutoria peor que la de cualquier otro gobierno europeo que se les ocurra, y si, adicionalmente aún, este mensaje parece haber calado entre sectores importantes y puede que mayoritarios de la población es por el éxito cosechado, primero, en la institucionalización de la mentira, y después en la generalización de la impunidad civil al respecto. En esto hay que reconocer que Sánchez, el Gobierno de coalición, sus adláteres y la trompetería acompañante, a la que genuinamente representa el señor Sánchez-Cuenca, han hecho un gran trabajo, cosechando hasta la fecha un triunfo incontestable. Teniendo el privilegio de enseñar a los jóvenes o la facultad de prescribir la opinión pública, sólo unos dementes pueden obviar los hechos subyugados por la beligerancia ideológica y el disfrute de langostinos a cargo del Gobierno.

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