Despechada y ‘alocá’

Despechada y 'alocá'
Despechada y 'alocá'

Leyendo el titular, bien se podría pensar que hablo de la Reina de España. Tras las críticas recibidas por el vestidito mini a sus casi cincuenta años, mientras ejercía de consorte, nuera y madre, repitió con unos pantalones aún más cortos que venían a expresar básicamente lo mismo que el gesto de levantar el dedo corazón hacia arriba. Hacer el ridículo también es un arte y no todo el mundo lo consigue con gracia. Cuando aún no hemos superado las dramáticas escenas, nos sorprenden con las lágrimas adolescentes de otro de los consortes reales. La decadencia llega ya a límites insospechados. Sucedió en Vitoria, con su nueva novieta. Don Jaime, al que conocí la pasada primavera en Sevilla, está ganándose a pulso el pódium de la excelencia. Discreción, control, saber estar y mucho carisma. La Infanta Elena, además de saber escoger con acierto el lugar donde casarse, también ha sabido mantener un equilibrio en su familia, una ejemplar Infanta de España en todo momento.

Sin embargo, a pesar de las apariencias, el titular es simple y hace honor a la musiquita de fondo que se oye en todas partes este verano. Rosalía marca tendencia. Esta cantante jamona, sincera y carente por completo de complejos inunda con sus soniquetes todos los ambientes. En mi casa, mi marido la tiene prohibida, porque no le gusta nada; aunque ayer le pillé tarareándola mientras se afeitaba. Hubo cachondeíto con el asunto. Ahora que Ferraz decreta que Chaves y Griñán son inocentes, cualquier cosa me enternece. El secretario de Organización del PSOE dice que es “injusta” la sentencia del caso ERE, sedienta tengo la boca. Permítanme que haga un descansito para beber, agua por ejemplo. Los ex presidentes Chaves y Griñán tienen de pronto forma espiritual, peinados como una bacante, los latidos de sus corazoncitos tienen algo de precipitado y huidizo como el pulso de la locura.

Siguiendo con el titular, que es aquí lo importante, la primera ministra de Finlandia ha dejado claro al mundo entero que allí también saben divertirse de manera alocá, con desatadas contorsiones de gogó y con muchas rayas de harina, ¿harían pan? Sanna Marin ha confesado que esa noche no pasó sed, algo es algo, pero que no probó el pan. Tiene que cuidar la línea, pues es un personaje público. El vídeo no tiene desperdicio, con un centelleo frío de pálida claridad. Ser famoso o famosillo tiene sus desventajas. Al menos, ha dejado claro que ella no vive en una patria aburrida y que todo, a su alrededor, languidece en la idolatría de un espejo que refleja una clara mirada de hierática indolencia. El jugo del decandentismo me corre por las manos desde que he empezado este texto. Me voy a rociar con agua de colonia para limpiar tantas cosas impuras y poder abandonar la habitación dignamente, aunque sea de puntillas.

Efectivamente, también me rodean momentos pletóricos estos días, como cuando mi hija llegó vibrante por haber saludado a Santiago Abascal en el Club Marítimo y, al pedirle una foto con él, dijo gentilmente que era él quien iba a pedírsela a ella. La galantería y la seducción son dos de mis debilidades. Así que imagínense mi sonrisa de oreja a oreja cuando El Fandi, antes de empezar la faena, me guiñó un ojo por llamarle guapo. Una, que tiene algo menos de edad que la Reina, aunque ya no llevo minifalda ni me preocupa lo más mínimo tener un perfecto bronceado ni unos brazos de atleta, se sigue agitando y, aunque nada de despechá, a veces -y lo digo con orgullo- vivo algo alocá, y tampoco pasa nada.

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