La ‘derechorra’ festeja los cuarenta años del PSOE

La 'derechorra' festeja los cuarenta años del PSOE
La 'derechorra' festeja los cuarenta años del PSOE
  • Carlos Dávila
  • Periodista. Ex director de publicaciones del grupo Intereconomía, trabajé en Cadena Cope, Diario 16 y Radio Nacional. Escribo sobre política nacional.

Cuarenta años desde su victoria en octubre de 1982. Es tan de gran tamaño la perfidia, la traición, el desastre, la ruptura nacional, institucional, social, territorial y política que nos parece -a la derechorra más que a nadie- que todo tiempo pasado fue mejor. ¿Lo fue? Pues vamos a recordarlo para estos millones de compatriotas situados a la diestra que hablan bien de aquel felipismo que comenzó en ese otoño de los comienzos ochenteros y que terminó bien entrados los noventa. Un dato de entrada: Felipe González ganó con toda justicia, con largura entonces, porque la derechorra le dejó hacer, le tuvo miedo; la insultaban y decían compungidamente: “Algo estaremos haciendo mal”.

En la moción de censura, preludio del triunfo socialista, le cayeron a Adolfo Suárez los peores denuestos que se habían escuchado en las Cortes desde las amenazas del siniestro comunista (¿socialista? ¡vamos, anda!) Largo Caballero: fascista, tahúr, analfabeto, trincón… Se le llamó de todo. Lo peor es que dos partes de los presuntos socios del jefe del Gobierno, Suárez, estuvieron de acuerdo con los censores: de un lado los socialdemócratas de Ordóñez, peones y cómplices del felipismo; de otro, los cristiano demócratas, que tildaron a su entonces jefe de izquierdista y mal patriota. Como suena.

Todos estos y buena parte de la Prensa del momento, rendida ante el encanto de Isidoro, le llevaron en volandas a La Moncloa en una campaña política -la viví en su totalidad- en que el equipo del candidato, él incluido, mintió con toda constancia, a posta por los menos en dos promesas clave: el paro, y la permanencia de España en la OTAN. Ofrecieron 800.000 puestos de trabajo y engañaron aquí, allá y acullá, y cientos de miles de profesionales progres, ¡qué decir de los trabajadores netos!, cayeron en aquel embeleco: unos venían -presumían- de la resistencia universitaria, un fraude clamoroso porque el PSOE se pasó de vacaciones todo el franquismo, y otros de los sindicatos donde predominaban los comunistas emboscados del peculiar Marcelino Camacho. Los 800.000 se fueron al garete y la sociedad civil de la derecha se lo perdonó como si se tratara de un pecadillo de juventud.

La otra clamorosa falacia fue la del abandono de OTAN, un ingreso realizado escrupulosamente por Leopoldo Calvo Sotelo, al que hace un par de meses, con ocasión de la reunión de Madrid, el desvergonzado Sánchez ha ignorado absolutamente. Fue tal la mentira, que en cuatro años, Felipe González tuvo que rectificar celebrando un referéndum que ganó -lo hemos escrito varias veces- con trampa, trampa en las urnas, como se lee. También en ese trance la derechorra, que se había abstenido, se comportó con idiotez supina. González era el César de España y su abordaje no estaba al alcance de un derecha siempre dividida por quítame allá esas pajas. El PSOE gobernó a su antojo, atracó los medios de información (¿o tengo que recordar cómo tragaron un par de directores de periódicos adalides de la libertad?),  modificó a su antojo las instituciones, hizo fraude en la sentencia del Constitucional sobre Rumasa, un auténtico escándalo de manipulación, cambió nuestra Norma Suprema para lograr el sometimiento de la Justicia en el Consejo del Poder Judicial, algo que aún prosigue, dejó a la Iglesia para el tinte (¿o es que nadie se acuerda de aquel obispo de la Conferencia que llegó a recomendar que “no os metáis mucho con lo del aborto que va a ser peor?) se corrompió hasta límites de bochorno nacional, setecientos millones robados en Andalucía, tiró por la calle de enmedio para derrotar a ETA con una banda de forajidos que se pusieron al nivel del peor Iturbe Abásolo, y dejaron la economía en situación de quiebra técnica, mientras eso sí, se conchababan con el peor PP fiscal (el del insufrible Montoro) para perseguir como ratas a los españoles más decentes.

Todo en un paquete. Y faltaba aún la calle: se echaron a la calle cuando Aznar llegó al poder, le acusaron poco menos que de asesinar a los iraquíes del criminal Sadat, y así revirtieron la situación, huelgas por doquier mientras la derechorra, partida en no sé cuántas facciones, miraba gimiendo así: “¡Esto no puede ser, esto no puede ser!” Y sin embargo era. Zapatero triunfó en unas elecciones trucadas por Rubalcaba mintiendo de mala manera al país, y ahí, en ese momento, empezó una pléyade de episodios destinados a cambiar la Nación de arriba abajo. Lo que González había ensayado tímidamente, se lo arrogó Zapatero con desparpajo e incultura descomunal y lo ha firmado Sánchez, un volatinero de la política que, en su patología narcisista, se presenta como un nuevo salvador de la Humanidad.

Ahora, la derechorra se dispone a festejar, si Feijóo no lo remedia,  los cuarenta años del PSOE, no los del dúo de la bencina, Zapatero-Sánchez, auténticos destructores de España, sino los del felipismo porque, en opinión de los jaleadores,  “esos eran otra cosa”. ¿Habrase visto mayor estupidez? Cuando llegue octubre asistiremos a un campaña desorejada del Gobierno y sus satélites para conmemorar la foto del Hotel Palace en la que González, acompañado de un taimado, lo era, Alfonso Guerra se complacía eufórico  por los alaridos de la muchedumbre de votantes que les habían llevado a la gobernación de España. Ya se ha inaugurado esta feria y ya la derechorra, cortada y cortita, distingue entre aquel PSOE que iba a modernizar España, y este que va, directamente, a barrenarla. Verán, lectores, porque lo verán, hasta cómo medios supuestamente de la derecha (algunos directamente de la derechorra) acogen los dineros de la campaña socialista y proclaman que  «que sí, que aquellos eran otra cosa”.

Todo en un tiempo electoral donde, según se  dice, el aún presidente, Pedro Sánchez Castejón, se echa a la calle para vender su tipo bonito y su desvergüenza delincuencial. Los españoles les vamos a pagar la campaña del recuerdo. Unicamente queda una esperanza: que el nuevo PP de Núñez Feijóo, apóstol de la templanza, no se quede atrapado en el cebo socialista y no tolere sus eslóganes manidos, Aquellos sí eran “otra cosa” y, ¿saben por qué? porque no les vino bien ser esta “cosa” actual. Son los mismos perros con iguales collares. De nosotros depende que no nos sigan mordiendo.

 

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