Del 8M al 8M: Podemos alienta las marchas feministas hacia una cuarta ola
De nada ha servido que los estudios más recientes hayan concluido que si el Gobierno hubiera confinado España una semana antes -evitando así la celebración de las manifestaciones del 8M- se podrían haber evitado 23.000 muertes. De nada ha valido que hasta el mismísimo responsable del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, Fernando Simón, reconociera a regañadientes que el número de víctimas se habría reducido. El Gobierno socialcomunista con Podemos como gran instigador ha anunciado que permitirá todas aquellas manifestaciones que el próximo 8M, Día de la Mujer Trabajadora, no superen las 500 personas. No estamos ante un disparate más, estamos ante el anuncio de una negligencia administrativa que puede tener gravísimas consecuencias para la salud pública. Pese a que el estado de alarma faculta al Ejecutivo a prohibir aquellas manifestaciones en las que no se respete la distancia de seguridad, el delegado del Gobierno en Madrid se limita a apelar a la responsabilidad de las organizaciones convocantes poniendo un tope a las concentraciones: medio millar de personas. ¿Irá el Delegado del Gobierno en Madrid, José Manuel Franco, a contar personalmente el número de asistentes o trasladará el marrón a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. ¿Habrá tornos en las calles?
El Delegado del Gobierno, que llegó a estar imputado -luego se archivaron las diligencias- por un presunto delito de prevaricación por permitir el 8M ha declarado que «no habrá una gran protesta» feminista en la capital de España, como la ocurrida el año pasado o en años precedentes. Entrar a valorar la capacidad adivinatoria del señor Franco es perder el tiempo. Y, en cualquier caso, ¿es que numerosas concentraciones de 500 personas -en el mejor de los supuestos- no constituyen un riesgo objetivo para la salud pública?
La incidencia del coronavirus en Madrid se mantiene en riesgo extremo, con 362 casos por cada 100.000 habitantes en las últimas dos semanas, pero Franco, tan crítico con Isabel Díaz Ayuso, a las que acusó falsamente de no hacer nada para frenar la expansión de la pandemia, vuelve a ser la voz de su amo: se pliega a las órdenes de su jefe, Pedro Sánchez, y permite que el 8-M amenace con convertirse en otra bomba biológica.
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