De borregos, pelotas marianistas y sacacuartos (Hoy, un tres en uno)

De borregos, pelotas marianistas y sacacuartos (Hoy, un tres en uno)

De borregos (1):

Concluir quién ganó el debate del lunes pasado es para mí de una obviedad aplastante: Atresmedia. La organización, la realización y la puesta en escena parecía más propia de la CNN, la Fox, la CBS, la NBC o la ABC que de una cadena de un país que en lugar de ir hacia adelante muchas veces parece que camina en la misma dirección y con la misma parsimonia que un cangrejo. Porque si a mí me preguntan cuál de los cuatro contendientes se llevó el gato al agua llegaría a la misma conclusión que el editorial de OKDIARIO el lunes pasado: Rajoy. Un Mariano que democráticamente la pifió pero que en términos prácticos acertó quedándose en Doñana y mandando a lidiar con los miuritas a una Soraya Sáenz de Santamaría que en el fondo estuvo bien pero en las formas aún parece que está recitando temas ante el tribunal de la oposición a abogado del Estado.

El nivel exhibido por los cuatro demuestra, para empezar, que ninguno estuvo a la altura de las circunstancias y, para terminar y en consonancia con lo anterior, que cualquier tiempo pasado fue mejor. En Reino Unido y Estados Unidos, cualitativa y cuantitavamente las mejores democracias del mundo, los analistas las suelen pasar canutas para resolver quién vence en esos debates a cuatro, a cinco, a seis, a siete, a ocho o a 10 en los que la sensación de guirigay predomina por encima de cualquier otra consideración. En los debates republicanos previos a las Primarias que se vienen celebrando en los Estados Unidos se repite la historia. Entre otras razones, porque participan hasta 10 candidatos. Sólo una cosa está clara: que el más loco, de largo, es Donald Trump, que grita como si estuviera poseído, formula propuestas marcianas y lía la mundial cada cuarto de hora.

Aquí sucedió exactamente lo mismo: es imposible determinar quién se merece la medalla de oro. Básicamente, porque es mucho más complicado medir el éxito que en un cara a cara, y entrando en harina porque ninguno rozó la excelencia ni por equivocación. Eso sí, el postdebate se lo anotó con sus marrullerías de siempre ¿Pueden?, que es como un servidor gusta denominar a lo que el común de los mortales llama «Podemos». Un Pablo Iglesias que, recordémoslo, se equivocó al citar a la mayor auditora en beneficios del mundo a la que llamó chiquitescamente «House Water Watch Cooper» cuando hasta el más tonto diputado del Congreso sabe que es «PricewaterhouseCoopers» o, como mínimo, «Pricewaterhouse» o, simplemente, «Price». Pero ni a Abundio se le ocurriría llamarle «House Water Watch Cooper». Todo ello por no hablar del error monumental del politólogo y profesor honorífico de la Complu (por obra y gracia de Santiago Carrillo). Ni corto ni perezoso, aseguró que en 1977 se celebró un ¡¡¡referéndum de autodeterminación!!! en Andalucía olvidando que sí hubo un plebiscito pero en 1980 y para determinar si se iba a la construcción autonómica por la vía lenta o por la rápida. Vamos, que el lunes Pablo escribió su nombre con «b» de burro.

A pesar de todos los pesares, los trolls podemitas (400 tíos y tías dedicados a manipular las redes sociales) se colaron en todas las páginas de los periódicos nacionales, OKDIARIO incluido, para alterar espuriamente a su favor la encuesta de turno. Y lo consiguieron: al punto que en todas los sondeos online ganaba por goleada el subordinado de los bolivarianos, es decir, Pablo Iglesias. La media de todos los resultados de todos los medios no puede ser más cantosa: el 56% levantó la mano del caudillo de Podemos, el 13% la de Soraya, el 12% la de un Albert Rivera al que mató su baile de San Vito (que ponía de los nervios hasta al más entusiasta de sus espectadores) y un 11% por un Pedro Sánchez que terminó tan bien como mal empezó. Un 8% sostiene que no hubo ni vencedor ni vencidos. Todos los analistas han seguido cual pardillos el camino marcado con malas artes por los trolls de Pablemos. Varios documentos publicados por este periódico el martes desvelan las directrices remitidas por los jefes de la banda a ese ejército en la sombra que logró su objetivo al grito de «¡reventemos la encuesta!». En fin, como PP, Ciudadanos y PSOE no espabilen antes o después acabarán mandando estos matoniles populistas totalitarios. Porque en redes sociales, que es donde cada vez más se cuece el bacalao, les dan sopas con honda. A los unos, a los otros y a los de más allá.

De marianistas (2):

Mariano Rajoy sucumbió desde la primavera de 2012 a eso que Raúl del Pozo bautizó como «síndrome de La Moncloa». De enero a marzo de aquel primer año de legislatura iba a muchos sitios acompañado de un par de escoltas, cuatro a lo sumo. Hacía una vida cuasinormal como el austero chico de provincias que siempre fue (es más, él en la intimidad se define como «un chico de provincias»). Todo cambió con los primeros ajustes y el aluvión de impuestazos. El Mariano normal, es decir, el Mariano de verdad, desapareció y nunca más se volvió a saber de él.

Algún iluminado o iluminada decidió que lo mejor para la imagen del presidente era que hibernase. Que no saliera. Que no se moviera de esa inhumana guarida que es Moncloa. Que permaneciera agazapado en los cuarteles de invierno. Y, entre tanto, durante tres años largos, a Rajoy sólo se le veía por el plasma mientras sus enemigos le partían la cara por doquier, cual punching ball.

A uno, que conoce al presidente hace 17 años, no le van a contar que es un tipo afable, encantador y la antítesis del endiosamiento que es el virus que atrapa al político en cuanto le conceden una poltrona. Como decía aquél, «si quieres saber cómo es Blasillo dale un carguillo». Y, por otra parte, no les voy a contar a ustedes que cuando a un español le das una gorra se cree que es Francisco Franco. Con Rajoy esto no funciona. Está hecho de otra pasta. Motivos para la crítica hay mil pero desde luego no el del engreimiento o el envanecimiento.

Pues eso: que en las distancias cortas gana de calle. Por eso habría que otorgar un premio, el premio al más torpe del siglo, al que decidió que había que encerrarlo en Palacio como si se tratara de un apestado, un monstruo o un sujeto peligroso. La entrevista ciudadana a la que le sometió en plena fiebre del sábado noche La Sexta le hizo ganar muchos enteros en el aprecio popular. Demostró un conocimiento de los temas magnífico y exhibió una empatía más que aceptable. Lo mismo que en el programa del gran Bertín, pero ésa es harina de otro costal. Donde tenía que sacar nota, que es en un programa político, lo hizo y con una nota media de 8. Por todo ello me pregunto qué hubiera ocurrido si a Rajoy no lo hubieran tenido atrincherado en Moncloa estos cuatro años. Y yo mismo me pregunto dónde estaría. Y un menda se autocontesta: tal vez en la mayoría absoluta. O cerca. Desde luego, mucho más cerca de lo que va a estar dentro de siete días.

Y de sacacuartos (y 3):

Dicen los sabios de la cosa política que los ciudadanos votan con el bolsillo. Si así fuera, deben votar al PP o a Ciudadanos. No hay otra. Tanto PSOE como Podemos plantean estrangularnos aún más el bolsillo. Bastante los primeros; y un huevo, los segundos, que formulan el debate en términos confiscatorios. Los populares, que dispararon el IRPF por encima de lo que recogía el programa electoral de Cayo Lara en 2011, se descuelgan con más rebajas que añadir a las dos que hemos disfrutado este año y que han dejado no menos de 7.000 millones de euros en los bolsillos de los ciudadanos (el dinerito está mejor en nuestra butxaca que en la de Montoro). Pagará menos todo quisqui. Los que más ganan y los que menos: el tipo marginal máximo pasará del 19% al 17% (cuatro puntos menos que con Zapatero) y el máximo del 45% al 43%, situándose en el mismo nivel que hace seis años. Ciudadanos ofrece en su contrato con los españoles detraer 7.400 millones al paquete de gravámenes. Un pastizal que Juan Español inyectará en uno de los grandes motores del crecimiento: el consumo.

Los bolivarianos pretenden pegar un sablazo de ésos que te dejan tiritando a los que estén situados en el tipo máximo, que pasaría del 45% actual al 55%, y considerarán «ricos» a todos aquéllos que disfruten de una nómina de más de 60.000 euros brutos anuales. Una barrabasada en términos intelectuales y prácticos. Inevitablemente gripará nuevamente nuestra economía. El rejonazo será similar para emprendedores y empresarios, que verán cómo el Impuesto de Sociedades se dispara del 25% al 30%. Vamos, que estos chicos nos van a convertir en el país más caro de la muy cara Europa en el terreno fiscal. Un plan que destrozaría una recuperación que va viento en popa con un crecimiento del 3% que nos coloca a la cabeza de Occidente y que es la envidia de propios y extraños.

Los de Pablemos, que van de guais e igualitaristas por la vida, se descuelgan para más inri con otra propuesta de aurora boreal: subir el tipo general del IVA del 21% al 25%. No olvidemos que el del Valor Añadido es el impuesto más injusto por cuanto grava por igual a Amancio Ortega que a un homeless. La proporcionalidad sólo se da en el IRPF que, lógicamente, penaliza más a quien más gana. Esta mamarrachada tributaria es lo que nos faltaba para cargarse un consumo que empieza a ponerse cachondo. Lo de Ciudadanos no está nada mal en este epígrafe. El tipo general será del 18% y el reducido del 7%. El único agujero de su planteamiento es que elimina el hiperreducido que ahora se aplica a los artículos de primera necesidad como alimentos y medicinas.

Y, desde luego, si usted posee dos pisos o va a heredar uno téngalo meridianamente claro: o PP o PP. Los tres restantes quieren cargarse la facultad normativa que permite a las comunidades autónomas reducir a la nada el Impuesto de Patrimonio o el de Sucesiones, que es el más injusto que hay por cuanto grava a los muertos. Te vas para el otro barrio y continúas astillando por herederos interpuestos. ¿Por qué será que Madrid tiene cinco puntos de paro y crece casi cinco décimas más que la media nacional? Pues porque palmas y tus descendientes no pasan por caja y porque el derecho inalienable a la propiedad privada no está perseguido fiscalmente. En fin, que no hay peor ciego que el que no quiere ver.

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