León XIV (y Sánchez): «Quien quiera entender que entienda»

León XIV

El lunes pasado esperábamos el «Habemus Papam», y los hechos han confirmado esa predicción en cuanto al sumo Pontífice de la Iglesia. Y también en cuanto a la carencia de un inquilino en la Moncloa susceptible de ser denominado con el debido fundamento con el título de presidente del Gobierno. Entre otras razones porque de hecho no gobierna, sino que «está» en el Gobierno.

La sesión de siete horas en el Congreso del pasado miércoles, correspondiente a su comparecencia ante el Pleno —donde no lo hacía desde marzo— la hizo coincidir «casualmente» con el comienzo del cónclave para que la atención informativa no estuviera puesta en él sino en Roma. De hecho, «habló» del rearme, del gran apagón, de las medidas contra los aranceles y del caos ferroviario. Habló mucho, y no aclaró nada de nada. Ya es revelador que quien se comprometió en su moción de censura, con la «transparencia» como una cualidad inexcusable en una democracia digna de tal nombre, siga sin decir nada respecto de la causa de aquel catastrófico incidente del pasado 28 de abril.

Y dijimos también el pasado lunes que «no hay dos sin tres» en referencia a los dos lunes del 21 y 28 de abril en los que se produjo respectivamente el fallecimiento de Francisco y el gran apagón. Y hoy sabemos que se cumplió el refrán con el caos ferroviario de ese lunes 5 de mayo. Se constata que España parece instalada en un continuo desgobierno, que ayer lo vivió la estación ferroviaria de Santa Justa de Sevilla, precisamente cuando gran cantidad de visitantes de la Feria regresaban a sus localidades de residencia. A la evidencia de que Sánchez es un auténtico gafe con la sucesión de calamidades que acompañan su estancia en la Moncloa, se añade su absoluta ineficacia para hacerles frente.

Ahora, la difusión de algunos mensajes de WhatsApp con Ábalos, cuando eran uña y carne personal y política, han provocado gran impacto por su contenido que habrá que seguir de cerca. Pero sin duda, hoy es de mayor interés y relevancia la figura de León XIV elegida como el 267 sucesor de Pedro al frente de la Iglesia, en unos tiempos no precisamente serenos y pacíficos en el mundo.

A cuatro días de su elección por el Cónclave, ya podemos efectuar algunos apuntes al respecto. Uno y significativo, es que los analistas para la ocasión, habituados a opinar sobre la Iglesia cual si se trata de un Estado más de los dotados de un gobierno político, se han equivocado en sus pronósticos «catastrofistas» o meramente «continuistas». Quizás se esperaba un cónclave dividido entre dos grupos de cardenales, calificados como «progresistas» y «conservadores», con excesiva analogía con una elección política.

Lo cierto es que el Cónclave ha necesitado tan solo de cuatro votaciones y apenas 24 horas de duración para elegir —y al parecer con un elevado consenso—, a un Papa que no encaja con ninguna de esas dos categorías. No es sucesor de Francisco sino de Pedro, y el nombre elegido y algunos gestos ya apuntan a un pontificado no meramente «continuista». Volver a aparecer ante los fieles con las vestiduras habituales de los Papas, no es un signo menor. Como tampoco lo es elegir ser denominado como León XIV, que remite directamente a León XIII, un Papa con un Magisterio pontificio muy denso y muy significativo para el mundo actual.

De sus numerosas encíclicas destacan dos: Rerum Novarum y Humanum Genus. Si la primera es referencia obligada de la Doctrina Social de la Iglesia, la segunda lo es por tratarse del más completo texto magistral sobre la masonería. Y además ser del mismo año 1884, cuando vivió la experiencia mística —y documentada con precisión—, sobre los seres infernales encabezados por Satanás en combate frontal contra la Iglesia, siendo derrotados por el Arcángel San Miguel al frente de la Milicia celestial. Y retirarse inmediatamente a escribir la oración dedicada al Arcángel como protección frente a ellos.

El 8 de mayo, día de su elección, era precisamente su fiesta litúrgica hasta el Concilio, y rezada al acabar la misa por expresa disposición suya. Y esta misma tarde, León XIV convocó a toda la Guardia Pontificia para rezarla con ellos. El diablo y la masonería: para que, «quien quiera entender que entienda».

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