El presupuesto elástico de Sánchez

Sánchez ha ideado, aunque no lo diga, la idea de un presupuesto elástico, un presupuesto chicle que, según su nueva teoría económica y presupuestaria, permite subir el gasto en una partida sin reducir otras, no subir los impuestos y no incrementar el déficit, como si el presupuesto fuese un chicle que permite que el saldo presupuestario no se resienta con un aumento de gasto.
Eso es lo que anunció cuando compareció hace unos días para comunicar que va a incrementar el gasto en defensa hasta el 2% del PIB, pero su plan está lleno de inconcreciones, irresponsabilidades y desprecio por el parlamento y por la ortodoxia normativa. De esa manera, ha venido a decir:
- Que estima que el gasto en defensa en 2024 cerró en el 1,4% del PIB, sin detallar qué es lo que ha hecho que dicho gasto crezca alrededor de un par de décimas sobre las estimaciones anteriores.
- Que lo subirá al 2% del PIB.
- Que lo hará, además:
- Sin subir impuestos.
- Sin incurrir en más déficit.
- Sin recortar el gasto.
Es decir, Sánchez pretende lograr la cuadratura del círculo, hacernos ver que el presupuesto es elástico, pues va a incrementar uno de los componentes del saldo presupuestario, el gasto -ya que no disminuye otras partidas-, sin aumentar la otra -los ingresos vía mayores impuestos-, ni generando más déficit, que es lo que sucede si se aumenta el gasto y no los ingresos. Pura falsedad.
Además, dice que va a sacar los fondos de los Next Generation, cuando no hay fondos más anunciados para su aplicación a distintos proyectos que estos fondos europeos, pero que, sin embargo, no terminarán de ejecutarse adecuadamente.
Por otra parte, aumenta el gasto en defensa, dice, pero con poco destino al incremento armamentístico. Entonces, ¿a dónde va a ir destinado ese dinero si no es a la mejora armamentística?
Y todo ello, lo hace sin que pase por el Consejo de Ministros ni por el Congreso, de manera que lo ha enviado a la UE ya la OTAN de esa manera. Por tanto, todo un esperpento diseñado para tratar de disimular mientras sus socios de gobierno le piden que no incremente el gasto militar. Este juego de trilerismo puede servirle para la rueda de prensa, y quizás con la UE, pero no le sirve con la OTAN, que establece cómo tiene que ser el gasto en defensa, real, no un compendio de partidas que se incluyen para engordar artificialmente dicha rúbrica, y que ya le ha dicho que es insuficiente, pues estima que, como defensa mucho, ese gasto en presentado por el Gobierno español es del 1,2% del PIB, y que ha de aumentarlo hasta al menos el 2%, cuando no el 3%.
España no puede aumentar el gasto global. Sí ha de hacerlo en defensa, porque ha sido una partida infradotada, porque España tiene muchos riesgos en el flanco sur, aparte de los globales que asumen por su pertenencia a la UE y la OTAN, elementos que hacen necesario un fuerte incremento en el gasto de defensa. Ahora bien, una cosa es que el gasto en defensa se incrementa y otra es que sea un incremento adicional sobre el gasto global de todas las partidas. Eso es un inmenso error, porque por mucho que el gasto no computa artificialmente a efectos del cumplimiento de los objetivos de estabilidad, existe, incrementa las tensiones de gasto y, con ello, las tensiones en la estabilidad presupuestaria.
Y si hay dicho incremento adicional sin reducción de otros gastos innecesarios, ¿de dónde se nutriría? Obviamente, de los contribuyentes mediante más impuestos, o tendrían que cubrirse mediante más déficit y más deuda, es decir, con impuestos futuros, porque, aunque no computa, hay que pagar el gasto. Por eso, es imprescindible reducir el gasto innecesario.
Por eso, el presidente del Gobierno no ha dicho la verdad al decir que aumentará el gasto sin más déficit, sin más impuestos y sin recortar otros gastos. Eso, matemáticamente, es imposible. Su idea de presupuesto elástico se basa en que el gasto en defensa pueda quedar excluido en la UE de los objetivos de déficit y deuda a efectos de cumplimiento, pero no significa que no exista, que no haya que pagarlo, que no haya que endeudarse por ello. Si no se reducen otras partidas, el aumento de la deuda será todavía más exponencial.
Hay que apoyar el incremento del gasto en defensa, pero con la condición de la reducción simultánea de una cantidad equivalente en gastos innecesarios, porque el gasto global no puede aumentar más, ya que incluso debería reducirse; con el control de la ejecución y siempre con tramitación parlamentaria. Es una oportunidad perfecta para elaborar un presupuesto de base cero donde todo se replantee. No se trata de eliminar las dotaciones para servicios esenciales, sino de acabar con tanto gasto absurdo que solo promueve redes clientelares. Se trata de eliminar ese gasto, de realizar reformas estructurales que hagan ganar eficiencia a los servicios esenciales, y se trata, con el ahorro de los gastos innecesarios, de incrementar el gasto en defensa.
Hay que avanzar en el gasto en defensa, pero disminuyendo recursos de muchas otras actuaciones que no son necesarias. Si en la facultad nos enseñaban la disyuntiva entre «cañones o mantequilla», ahora se puede aplicar igual, entre lo necesario -la defensa, por ejemplo- y lo superfluo -las subvenciones clientelares-. No se puede vivir en el gasto infinito. Hay que concentrar el gasto en lo esencial, como la sanidad, la educación, los servicios sociales y la defensa, y hay que dejar de otorgar esas subvenciones que buscan establecer una forma moderna de caciquismo, y, por supuesto, no puede aumentar ni el déficit, ni la deuda, ni los impuestos.
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