La cumbre ‘tramposa’ de Biden

La cumbre ‘tramposa’ de Biden

Pedro Sánchez está contento. Cada vez que tiene ocasión de hacerse una foto con Joe Biden, aunque sea virtual, se pone tan feliz como un niño que espera la llegada de la Navidad. Este jueves y viernes tendrá ocasión de inmortalizar con su colega estadounidense una conversación que ayude a borrar del recuerdo colectivo aquel “paseíllo” de 20 segundos con el presidente de los EEUU en Bruselas. Lo que sí es cierto es que al presidente español siempre le perseguirá el ridículo hecho y protagonizado el pasado mes de junio cuando él se convirtió en una especie de espectro que susurraba al oído de su homólogo de la gran potencia, mientras éste caminaba a paso ligero inmutable y sin dirigirle la mirada.

Biden ha organizado para este jueves y viernes una reunión por videoconferencia de las que él considera las 110 democracias más importantes del mundo. La cita es tramposa en su propio concepto. Que se invite a países donde las elecciones han sido verdaderos pucherazos, a gran escala, como Perú, clama al cielo. Que se invite a tipos como al presidente de Filipinas, Rodrigo Duterte, cuyo gobierno está siendo investigado por la Corte Penal Internacional (CPI) por su llamada ‘guerra contra la droga’ es una desvergüenza. Y que no se invite a líderes políticos como al presidente húngaro, Viktor Orban, democráticamente elegido en hasta tres ocasiones por la mayoría de sus ciudadanos, es ya el colmo.

Para Biden y sus amigachos, democracia es sólo lo que a ellos les gusta y ultraderecha es todo aquello que no les gusta. El problema es cuando la derecha bobalicona entra en el juego y cae en la trampa de la izquierda.

La reunión de amiguetes del presidente de los EEUU es una cumbre de todos los globalistas del mundo que asistirán asidos a la silla por el pin de la Agenda 2030. Y no es que no sean loables los objetivos de desarrollo sostenible, pero cuando buena parte de la izquierda trata de patrimonializarlos luciendo el pin en la chaqueta en lugar de los colores patrióticos de la bandera de su país es una señal evidente de esa rendición suya ante aquellos que quieren quebrar la soberanía nacional de los países y las voluntades democráticas de sus gentes.

Produce sonrojo que la Unión Europea, a través de Ursula von der Leyen y Charles Michel, esté presente en la cita. Que yo sepa, ni usted, ni yo hemos elegido a ninguno de los dos arriba mencionados para ocupar los puestos que ostentan de representación de la UE. Menuda lección de democracia para el resto del planeta, empezando por los propios países miembros. Y son, precisamente ellos, quienes un día tratan de aleccionar a los húngaros y otro día imponer por la fuerza la vacunación obligatoria.

Las democracias dejan de serlo cuando emplean métodos como la coacción, el miedo y la coerción para imponer su voluntad. Lo hace Von der Leyen cuando intenta hablar de vacunas obligatorias, lo hizo Sánchez durante los peores momentos de la pandemia y lo hace el nuevo gobierno alemán, empeñado en constituir en la UE un gobierno globalista de los fuertes para liquidar las soberanías nacionales y conducir a la desaparición de las naciones históricas europeas.

Una Europa vaciada de las soberanías nacionales es parte de la agenda del arrogante hegemonismo socialdemócrata alemán y del departamento de Estado de la administración Biden que sólo quiere gobiernos mansitos en nuestro continente y en el resto de Occidente para hacer y deshacer a su antojo. Y quien se mueva será tachado de ultraderechista, autoritario o amigo de Putin. Inadmisible.

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