La cultura es lo que yo digo
Al ministro de Cultura le debemos la simplificación de un término que ha dado lugar a incontables ensayos para tratar de definir el término cultura. Ahora, este ministerio lo tiene muy claro y ya no le genera duda alguna, porque todo lo que tiene que ver con lo eclesiástico o los toros, ya no es parte del cultus español. Urtasun tiene muy claras sus obligaciones personales, y las públicas también, porque en ambas actúa de la misma manera. Lo que le gusta es cultura, y lo que no, ni de lejos puede ser objeto de interés para este Gobierno.
Así, ayudas, subvenciones, condecoraciones y otros reconocimientos se van entregando a esa nueva tribu comprometida por la descolonización; y cada vez de forma más evidente las reciben más por su pensamiento y su apoyo a todo este discurso que por sus méritos artísticos o creativos. Quizá sea la única manera de imponerlo, ya que es posible que no tenga tantos seguidores como pretende. Valga la muestra, la concesión en formato express de la medalla de la Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica a Marisa Paredes, solo unos días tras su muerte y aprobada en el Consejo de Ministros de forma unánime. No sé si en vida, la actriz hubiera declarado qué hacía en su medalla una reina católica… ¡Fuera! Como a Ayuso…
Es incompresible el criterio que se sigue hoy para la entrega del collar o la cruz de esta Orden de Isabel la Católica instituida por el Rey Fernando VII el 14 de marzo de 1815, que tiene por objeto «premiar aquellos comportamientos extraordinarios de carácter civil, realizados por personas españolas y extranjeras, que redunden en beneficio de la Nación o que contribuyan, de modo relevante, a favorecer las relaciones de amistad y cooperación de la Nación Española con el resto de la Comunidad Internacional». Actualmente es el Ministerio de Asuntos Exteriores el que concede el citado galardón, y no parece que revisando la lista de los anteriores condecorados tenga sentido meter actrices, actores o creadores, por buenos que sean, entre este conjunto de instituciones y personalidades, que antes incluía a herederos de las coronas, embajadores, y personalidades institucionales que entre sus objetivos profesionales reside la defensa de la imagen española, especialmente de la Monarquía. Claro, que en este saco del 24 va también Giorgia Meloni… incomprensible del todo el criterio.
Tampoco es muy comprensible la cruzada personal en contra de los toros, y aunque ya sabíamos que ninguna medalla de las 38 medallas de oro al Mérito en las Bellas Artes de este año iría al mundo del toro, en general era impensable que el ministro y portavoz de Sumar suprimiese también el Premio Nacional de tauromaquia. Y se negase abiertamente a destinar cualquier dinero público a este sector que tanto le parece repugnar. Sin complejos.
Ernest Urtasun, como persona y portavoz de ese tinglado político, no es necesario que vaya a los toros, y mucho menos que le gusten, y puede seguir pensando que son solamente un brutal maltrato animal. Pero como Ministro de Cultura representa a una nación que históricamente es taurina y católica. Le guste o no, este espectáculo de los toros forma parte de la cultura española, cronológicamente tiene la misma historia que el teatro, e incontables genios como Goya, Picasso y Barceló lo tuvieron como protagonista de sus creaciones. A lo largo del año pasado, se celebraron un total de 1.474 festejos taurinos, un número creciente muy a su pesar.
Este político lo es de todos los españoles, de los taurinos y de los antitaurinos. De los que disfrutan de la celebración de los Goya y no duermen esa noche para no perderse un solo discurso, y de los que no lo ven ni en la peor de sus pesadillas. De los que no hablan ni leen catalán, y de los que solo piensan en el engrandecimiento de la lengua vehicular o como quiera que lo llamen ahora en algunas provincias. Sospecho que cuando se vaya, pocas medallas le van a dar a él. Eso sí, solo él sabe lo que es cultura y no barbarie.