Copa, pachanga, verbena

Copa, pachanga, verbena
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El Mallorca llevó a cabo el partidillo, entreno, de los jueves en sábado, contra no sé qué equipo, ignoro de qué categoría y procedencia. No es que no quiera acordarme del lugar, como aquel de La Mancha en el Quijote de Cervantes, es que, sencillamente, no me acuerdo. Dicho sea sin la menor pretensión de faltar al respeto a la entidad en cuestión, ni a sus jugadores, por cierto no profesionales, ni a sus seguidores. Otros lo llaman Copa del Rey.

Javier Aguirre se lo tomó en serio, como no podía ser de otra manera. Su alineación, aunque con suplentes, era un bello gesto para un club modesto y su afición, más allá de que la visita pudiera suponer un beneficio más modesto aún para las arcas de aquel club de la sexta categoría reconocida en el maremágnum presidido por Luis Rubiales. Otros la llaman Real Federación Española de Fútbol.

Puestos a rendir homenaje a las víctimas del sistema, sería de buen gusto dejar que el público pudiera disfrutar de los titulares de sus ilustres visitantes y organizar actos paralelos, no sé, para firmar autógrafos en los álbumes de cromos de los chavales, si es que todavía los hay ahora que todo es digital. Pero también se entiende que ningún entrenador se va a jugar una lesión, fortuita o no, en esta clase de «pachangas». Otros las llaman «costellades».

Lo que faltaba en un calendario sobre cargado, en el que por si no quieres caldo toma taza y media, invadido con un Mundial que dispara el exceso físico de los futbolistas seleccionados y condiciona la preparación de los equipos y la organización de las competiciones. Una circunstancia que justificaría dejarse de festejos populares. Otros los llaman verbenas.

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