La Cataluña irrelevante

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La Cataluña irrelevante

Hace siquiera unos pocos años, Cataluña presumía de ser el petit territorio -30.000 kilómetros cuadrados de los 500.000 con los que cuenta España entera, siete millones de habitantes frente a los 46 del conjunto nacional- que ejercía de locomotora económica del conjunto del país e, incluso, también exhibían (sin pudor) un europeísmo y una modernidad superior al del resto de los mortales que habitan la Península Ibérica.

En la creencia firme de que su desarrollo económico no se debió tanto a los descriptibles  favores del franquismo sino a su inteligencia superior y a su capacidad de botiguers vinieron a despreciar al resto. Así les ha ido en los últimos lustros, especialmente desde que en el 2012 Artur Mas decidió jugar un órdago contra el Estado aprovechando la quiebra que había dejado José Luis Rodríguez Zapatero y de la que nadie se ha olvidado.

Pues bien, ¿quién toma hoy en serio a la Cataluña de los independentistas que, teóricamente, representa Pere Aragonés? ¿La Unión Europea? ¿Washington? ¿Pekín? ¿Alguna otra potencia respetada y respetable en el mundo libre? Putin jugó media hora con ellos; aprovechó sus delirios en un intento por desestabilizar un Estado miembro de la Unión y con ello la propia UE. Fracasó estrepitosamente.

Aragonés –nieto e hijo de probos y lamerones franquistas- sólo puede entrevistarse en Europa con su antecesor Puigdemont; eso sí, con Pedro Sánchez cuando le venga en gana mientras los votos de Junqueras –el amo en ese predio-le sirvan para dormir en el palacio de la Moncloa.

Las empresas continúan largándose del territorio con mayor inestabilidad política de toda Europa mientras el 3% sigue haciendo su agosto. Cataluña, otrora respetada, se ha convertido en un turre inaguantable que cada vez que se toca su asunto (siempre el mismo) en un medio televisivo nacional los televidentes cambian de canal. Sólo Rufián gana. Se ha hecho famosillo con sus ocurrencias y flatulencias y, de paso, llena su cuenta corriente. ¡Quién le iba a decir a él, cuando rellenaba paquetes en H&M (o algo así) que su odiada y despreciada España le haría rico sin dar excesivo golpe!

¡Si Tarradellas levantara la cabeza pediría al abad del monasterio de Poblet que volviera a meterle en su sarcófago bajo siete llaves!

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