La Bielorrusia del Sur

La Bielorrusia del Sur

Ahora toca compararnos con ese desdichado país. Como se las tienen guardadas a Josep Borrell, que puede ser tan ambiguo como cualquier socialista, pero tuvo algunos momentos de sinceridad brillante durante los tiempos del golpe secesionista en Cataluña, los independentistas han saltado con loable rapidez cuando, este lunes, el Alto Representante de la UE para Política Exterior denunció la brutal represión de las protestas ciudadanas en la república ex soviética. Según Joaquín Torra, contrasta con el hecho de que «aplaudió y defendió la violencia contra los votantes catalanes» el 1-O.  Y el no “exiliado” y sí “fugado” expresidente de la Generalitat y presidente de JxCat, Carles Puigdemont, uniéndose al coro de los acusicas, califica a España como “uno de los regímenes más crueles en Europa”, exclamando: «su partido y su rey han dado apoyo a la violencia extrema contra manifestantes pacíficos en Cataluña”.

Sí, este es el nivel de infantilismo de unos malcriados que no pueden aceptar que en su casa (sic) no puedan hacer lo que les da la gana. Ya venían enfurruñados porque el BOPC (Boletín Oficial del Parlament) publicara mutiladas las resoluciones contra la monarquía “aprobadas” el pasado viernes. El secretario general del Parlament, Xavier Muro, especificó que no se incorporaban varias resoluciones dado su deber de «impedir o paralizar cualquier actuación jurídica o material que pueda suponer el incumplimiento» de sentencias del Tribunal Constitucional. Como consecuencia, no van a poder dejar por escrito que se refirieron a la nuestra como una «monarquía corrupta delincuente». Ni, como quería ERC, que acusaron a Felipe VI de haber «participado concertadamente con el resto de poderes del Estado en la represión y laminación de derechos del pueblo catalán». Ni las propuestas de la CUP sobre supuestas » décadas de impunidad y de enriquecimiento ilegítimo”. Casi nada. ¡»Censura»! gritaba Albert Batet, presidente del grupo parlamentario de JxCat, que no podía creer que en esta legislatura no se hubieran permitido iniciativas tan inocentes como permitir la investidura del presidente Carles Puigdemont en enero de 2018. O que osaran retirar el acta de diputado del presidente Joaquín Torra. O que ahora no se publicasen las resoluciones del pleno sobre la Monarquía. Vergüenzas atribuidas, en último extremo, a un presidente del Parlament, Roger Torrent, que sabe que la amenaza de inhabilitación no es una broma y opta como hizo antes: por dejarlo correr todo sine die. No juguemos con el Tribunal Constitucional, que luego pasa lo que pasa, y él está muy contento con su bien remunerado cargo.

Los retrata agudamente (aunque en su mismo bando) el ex secretario de comunicación del Govern en época de Artur Mas, Josep Martí Blanch en un artículo en El Periódico. Igual que acabo de hacer yo, señala “la incapacidad y el infantilismo político» del independentismo. «Se divirtieron, unos mucho, otros menos, los ilustres diputados -y diputadas- en el hemiciclo lanzando proclamas”, asegura. “Aprobaron resoluciones republicanísimas que luego no se publicaron en el BOPC por la negativa de los letrados a sublevarse en contra del Tribunal Constitucional”.  Y, añade, “Quim Torra cogió su fusil en Twitter para señalar que hasta aquí podíamos llegar» y “pasó como siempre», o sea, “nada”.

No estoy de acuerdo con que el resultado sea “nada”, porque es un accidente más en un juego de tontos que nos mantiene sin avanzar hacia el abismo, como en este caso, pero sin retroceder a la casilla del sentido común. Es triste, pero quizá esta vez los vaticinios sean un poco más acordes con la realidad que los que auguraban una “Dinamarca del Sur”. ¡Igual no es tan mal ejemplo Bielorrusia!

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