Alexandr Kerensky Sánchez
Les hago la merced de no tener que bucear ni en Internet, ni en sus antiguas enciclopedias. Alexandr Kerensky, muerto en Estados Unidos en 1970, fue para los bolcheviques de la Revolución Soviética, lo que siempre los comunistas han llamado (también lo hacía Franco, esa es la verdad) un “tonto útil”. Kerensky ayudó, ¡y de qué manera! a cargarse a los zares, llegó incluso, tras el asalto al Palacio de Invierno (donde, por cierto, luego se aposentó) a ser nombrado ministro de la Guerra, de Justicia y finalmente incluso “Generalísimo”, pero nunca despertó la menor simpatía ni en Trostky, ni en Lenin. El primero se aprovechó de él como conmilitón necesario y posiblemente idiota, para abordar el poder y para que, en principio, las fuerzas decadentes de la sociedad rusa no se asustaran del todo. Para Trotsky, el pobre Kerensky era un seguro de permanencia: “Nos sirvió -dejó dicho- porque era el lazo preciso entre la burguesía y la democracia”.
Hasta que les dejó de servir y le propinaron un formidable patadón en su tafanario de socialista, dicen las crónicas que “moderado”. No le tragaban y, de mala manera, una vez repudiado por sus antiguos colegas de Revolución, logró huir de Rusia, llegó a Francia, posteriormente le dejaron entrar en Estados Unidos, donde falleció, después de haber andado por Australia, y no sin antes pedir, rogar, que la Unión Soviética, a la que el tonto alabó para hacerse perdonar no sé qué pecados, le dejara morir allí. Naturalmente no consintieron: la momia de Kerensky, abofeteada en los libros de Historia del comunismo, no les venía nada bien. Algo más: el fatuo y memo Kerensky, que nunca creyó en la posibilidad de que los bolcheviques usurparan el poder y lo ejercieran brutalmente, dejó escritas sus Memorias. Las tituló: “La catástrofe” y en ellas advirtió -tampoco era tan tonto como para no darse cuenta- este aserto: “Los bolcheviques actuaron siempre con gran energía y una enorme habilidad”.
Kerensky detectó entonces lo que ha sido durante todo el Siglo XX sobre todo y también en menor medida en el XXI, la forma de actuar de los comunistas. En todo espacio, en cualquier continente, en todas las naciones y, desde luego, en España donde en 1934 se quitaron la careta, apoyaron a un títere malvado como Largo Caballero, y se hicieron con la dirección política de la II República por el método, ahora rescatado por Pablo Iglesias, de “asaltar los cielos”. Decía en estas fechas uno de los intelectuales, políticos y gestores más importantes del país, Manuel Pizarro, que en “los momentos de crisis, cuando todo se está cayendo, son los comunistas, los que aprovechan para hacerse con el poder”. Y añade el cronista: Y no soltarlo nunca. En este Estado inerme que ahora mismo caracteriza a España, los leninistas-maduristas de Iglesias, Monedero, Errejón, Montero y demás cuadrilla, van directamente a por todas. Están sometiendo a “Kerensky Sánchez” a una presión que cualquier persona digna, con agallas, no soportaría. Estando oficialmente de “cuarentena” (¿o no lo está que sobre el particular existen fundadas dudas?) Iglesias roba protagonismo a los socialistas en las patéticas Ruedas de Prensa del Gobierno, filtra con anticipación (caso de los alquileres) las medidas que el Ejecutivo tiene que aprobar, escribe mensajes amenazando con la abolición de la propiedad privada, deja a la dimisionaria (dos veces) Calviño como una simple acólita útil sólo para transmitir una cierta tranquilidad a Europa, y, en fin, paso a paso, con la complicidad, temor a perder la Presidencia, y la ufanía de barrio de “Kerensky Sánchez”, se va a haciendo con el poder. Como decía este lunes al cronista un antiguo ministro del PP: “Todo lo demás es hojarasca”.
Están toqueteando el Estado; un día es meter sus manos en el mercado, que es la quintaesencia esencia de la propiedad y del respeto a los derechos individuales, y al siguiente, la ministra de Trabajo amaga con “no tolerar” que nadie o dude su palabra o se oponga a sus designios, una intimidación, un apercibimiento, que nunca, ningún ministro de la democracia que ahora estos barreneros quieren volar, se atrevió a perpetrar. Con este Estado en bragas, el comunismo se está cebando sin piedad. Tiene un tonto útil como socio que permite que incluso las medidas menos rechazables, se las apunten Iglesias y su banda. Todavía en España quedan miles de ciudadanos que pretenden que estamos exagerando que, cuando se les avisa de que estos sujetos (y sujetas, por Dios) van a por la banca, los ahorros privados y hasta las fuentes de energía, proclaman, muy también al estilo Kerensky: “¡Va, no será para tanto!”. Cuentan los comunistas descamisados con la perplejidad de tales inocentes y, desde luego, con la debilidad extenuante de Europa y la inexistencia en la Unión de líderes con cuajo, por eso hacen denuestos del único, la única, que les conoce al dedillo (les sufrió en la Alemania soviética), Angela Merkel. Es penoso que todos estos hombres y mujeres de bien se apunten también al carro de Kerensky. El tonto útil del leninismo histórico, un poco más sobrado, eso sí, que su sucesor actual: Pedro Sánchez. “Alexandr Kerensky Sánchez”.