Gerona se queda sin Constitución

Gerona se queda sin Constitución

Sucedió hace 11 años, va para 12. Apenas faltaba un mes para que Ciudadanos celebrara su Congreso constituyente y los promotores del partido, agrupados en torno a la asociación Ciutadans de Catalunya, convinimos en pedir el ‘no’ en el referéndum por la reforma del Estatuto, impulsado por Pasqual Maragall. El lema de la campaña fue, concretamente, “Si vas a votar, vota no”, lo que dejaba la puerta abierta a apropiarnos tanto de los noes como de las abstenciones. El segundo de los más de 60 actos que habíamos previsto celebrar nos llevó a Gerona, donde ya habíamos dado un primer mitin en diciembre de 2005. Aquel día, en el hotel Meliá, un grupo de independentistas radicales —maulets, se hacían llamar— irrumpió en la sala donde Francesc de Carreras, Albert Boadella y yo misma dábamos la charla y, ante la pasividad de los mossos, empezaron a increparnos e insultarnos. Recogí la escena en el libro ‘Citileaks. Los españolistas de la plaza Real’: “Gritaban tanto que nos impedían hablar. El guirigay era atronador. Las supuestas fuerzas del orden no ordenaban nada. Quien primero intervenía era yo. Me decidí a leer mi conferencia a pesar del jaleo. La única manera de hacerlo era gritando como ellos o más. Su indignación arreció. Fascistas, españoles, vendidos… Hasta hijos  de puta. No es agradable. Era la primera vez que sufría en mis carnes un abucheo. […] No se conformaron con insultos y gritos: un sujeto empezó a rociarnos a todos con spray.”

Como iba diciendo, seis meses después, el 5 de junio de 2006, festivo en Cataluña por ser lunes de Pentecostés, una terna de ponentes del todavía embrionario partido acudió a Gerona para defender el si vas, vota no. Nuevamente, el lugar que debía acoger —y finalmente acogió— los parlamentos, el Auditorio Narcís de Carreras, había sido tomado por unos cincuenta maulets, de los que 30 pululaban por el hall y la calle el resto formaban (en el sentido cuasi militar del término) a lo largo del primer tramo de la escalara que conducía al auditorio propiamente dicho. Había que subirla. Y en cuanto los ponentes hicieron ademán de poner un pie en ella, sonaron los primeros insultos: “¡Hijos de puta, fascistas!”.

Prosigue el relato el periodista freelance Jordi Bernal, al que, dado el vacío mediático, habíamos contratado para que diera cuenta de la peripecia que fueron los inicios de Ciutadans, y cuyas crónicas aparecieron reunidas en el seminal, rockandrollero ‘Viajando con Ciutadans’“Braceamos con el único fin de conquistar el primer peldaño, ya que parece ser que no existe voluntad de dejarnos pasar. Banderas alzadas, gritos y una mano protegida por la barahúnda que golpea la cabeza del escritor. Me giro y veo a éste encarado con los agresores. El plano se convierte en un temblor que se pierde en el vértigo de los acontecimientos. […] El bullicio en las escaleras es puramente animal. Finalmente conseguimos superar el umbral de la puerta y llegamos hasta los ascensores. Queda el difícil trabajo de contención de los 20 maulets para los organizadores del acto. Difícil. Reciben escupitajos. Se llevan golpes e insultos”.

Los mossos, invocando el precepto de que intervenir siempre es peor —sobre todo, para el agresor, pensábamos nosotros—, asistían al hostigamiento tan cruzados de brazos como los veríamos el 1 de octubre de 2017. Después de la conferencia, a la que acudieron 40 personas, sacaron a los conferenciantes por una puerta trasera, pero también ahí se arremolinaba una cuerda de maulets que, al reconocerlos, la emprendió a salivazos, insultos y empujones. Cuenta Bernal en aquel  instante me llamó —yo estaba de ponente en otro acto, no recuerdo dónde— y me dijo, con cabal ironía, que estaban siendo sometidos a lo más parecido que había a un vía crucis. Incluso en ese trance asomó mi vena escéptica: “Será, en todo caso, un vía crucis laico”. Seis días después, el domingo 11 de junio, convocamos una concentración de desagravio en la plaza de la Constitución. Los mossos habían blindado la plaza para evitar, esta vez sí, que los nacionalistas la emprendieran con nosotros. Habló Villegas. Y Boadella, que se fumó un puro.  Aquella  mañana fuimos medio millar y en la plaza hacía calor, mucho calor. Bernal tituló su crónica ‘A pleno sol’. Ayer supimos la noticia de que el Ayuntamiento de Gerona, en manos del nacionalismo, el mismo nacionalismo que hace 11 años atentó contra los principios más elementales de la convivencia democrática, ha borrado de la faz del callejero el nombre de la plaza, que pasa a llamarse plaza del 1 de octubre. Es decir, plaza de los salivazos, los insultos y los empujones. Por eso urge, y lanzo desde aquí la propuesta, organizar otro desagravio.

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