Una heroína danesa frente a Puigdemont

Una heroína danesa frente a Puigdemont

Marlene Wind for president. El revolcón que la danesa dio a Carles Puigdemont ha suscitado en España tal entusiasmo que casi me atrevo a asegurar que, si la brava profesora concurriera a unas elecciones en nuestro país —por desgracia sólo podría hacerlo a las municipales— lograría más votos que muchos políticos nacionales. Así se lo expresé hace poco en un correo personal en que le reiteraba mi agradecimiento por su intervención en el debate de marras y le reiteraba mi invitación a un acto en el que también participarían dirigentes de entidades cívicas de Cataluña. La idea era que tratase directamente con esa parte tan importante de la sociedad catalana que sólo recientemente empieza a ser conocida. En su respuesta, Wind se mostraba encantada de acudir al encuentro —ya confirmado para el próximo mes de marzo— aunque manifestaba sus reparos respecto a que éste se celebrara en Barcelona —la propuesta era que tuviera lugar en la oficina de que dispone el Parlamento Europeo en la capital catalana—.

Según relataba a continuación, dicha prevención se debía a que sus palabras no sólo habían despertado un profundo sentimiento de gratitud entre los ciudadanos no nacionalistas, sino también la ira de una nada despreciable cantidad de adeptos del secesionismo, que le habían llenado de amenazas e insultos el contestador del teléfono de su despacho. La directora del Centro de Política Europea conocía, así, el agrio reverso de la revolución de las sonrisas, al que yo misma aludí en este diario con el bíblico sintagma de “manantial de mala leche”. La conclusión que ha sacado de estos mensajes es que su integridad podría verse amenazada si pusiera los pies en  Barcelona. Y no la culpo aunque exagere. Al  hilo de estos hechos, no dejo de pensar en los baldíos, histéricos esfuerzos del exconsejero Romeva por presentar el independentismo catalán como el último baluarte del bucolismo y el happy flowers. O en la suerte que habríamos corrido los desafectos a la causa en una hipotética Cataluña independiente.

Luego de sugerirle la sede del Parlamento de Bruselas para celebrar el encuentro en el último de sus correos recibido esta misma mañana, Wind no sólo da su conformidad a Bruselas en marzo, sino que se anima a ir a Barcelona en abril, lo que evita la desagradable posibilidad de que el achique nacionalista acabe condicionando nuestra agenda. Con ello pretendo aportar mi granito de arena a una tarea que considero crucial: la divulgación del daño que el nacionalismo ha infligido a Cataluña, con especial virulencia desde que echó a andar el llamado procés. Se trata, en efecto, de invertir los términos de lo que Romeva denominaba internacionalización del conflicto, y que seamos nosotros, el sector no nacionalista, quienes expliquemos en todos los foros que tengamos a nuestro alcance qué sucede en nuestra comunidad.

He invitado a Sociedad Civil Catalana, a Empresaris de Catalunya y a diversas asociaciones o particulares que desde su catalanidad plantan cara al secesionismo.  Que por lo menos en Europa sepan del adoctrinamiento escolar —ayer tuvimos a Ana Moreno y a Ignasi Rul en el Parlamento—, de la manipulación mediática, de la pedagogía del odio, del señalamiento del adversario. Se me dirá, y con razón, que Wind es una convencida. Sí, pero gracias a su influencia, muchos otros daneses tendrán un conocimiento más pormenorizado de hacia dónde conduce el nacionalismo, sobre todo cuando enfrente no tiene a nadie que le pare los pies como, lamentablemente, ha sido el caso de España hasta hace bien poco. Tengamos en cuenta, además, que el adversario no se concede un respiro: hoy mismo hay previsto en el PE un acto de Tremosa y los suyos en que, previsiblemente, pondrán a caer de un burro al Estado español. Pues eso.

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