Especies invasoras

Te la encuentras paseando en el campo, pero es una de las especies invasoras más resistentes que hay en España

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Calotropis procera. Imagen: Krzysztof Ziarnek, Kenraiz.
  • Sofía Narváez
  • Periodista multimedia graduada en la Universidad Francisco de Vitoria, con un Máster en Multiplataforma por la Universidad Loyola. Editora en Lisa News con experiencia en CNN y ABC.

En el río, en la ciudad o cerca de los montes, las especies invasoras no suelen quedarse quietas en un único hábitat. Su territorio se expande, se transforma, se adapta. Y a menudo lo hace de una manera silenciosa.

Ese es el caso de una planta que muchos confundirían con un simple arbusto de aspecto llamativo. Sin embargo, en Canarias su presencia se ha convertido en un problema real que pasa inadvertido para la mayoría.

Esta es la planta invasora que se expande y transforma el paisaje

La llaman manzana de Sodoma, aunque su nombre científico es Calotropis procera. A simple vista parece un arbusto más, con hojas verdes de textura cerosa y flores de tonos rosados o malva que resultan atractivas en jardines y solares. Pero bajo esa apariencia ornamental se esconde una especie con una capacidad sorprendente para expandirse y colonizar espacios.

Originaria de regiones áridas de África y Asia, llegó a Canarias a mediados del siglo XX, primero en Fuerteventura y más tarde en Gran Canaria. En un inicio se plantó como ornamental, pero pronto empezó a extenderse por barrancos, bordes de carreteras, zonas agrícolas y espacios costeros. Hoy en día es una de las especies incluidas en el Catálogo Español de Especies Exóticas Invasoras.

El árbol o arbusto alcanza varios metros de altura, con tallos que desprenden un látex blanco y tóxico. Sus frutos son cápsulas verdes e infladas, cargadas de semillas provistas de un penacho sedoso que el viento transporta a grandes distancias. Este mecanismo convierte a la planta en un viajero persistente, capaz de colonizar nuevos terrenos con rapidez.

Por qué esta especie invasora preocupa en Canarias

El problema de la manzana de Sodoma no es sólo su capacidad de crecer en condiciones extremas, sino también su facilidad para dispersarse. Sus semillas viajan por el aire, pero también llegan a nuevas áreas arrastradas por el agua o incluso transportadas en vehículos y movimientos de suelo. Eso explica que aparezca tanto en cauces de barrancos como en urbanizaciones recientes.

Su expansión plantea varias amenazas. Por un lado, coloniza zonas con escasa vegetación, desplazando poco a poco a las especies autóctonas. Aunque aún no se ha documentado un impacto severo en todas las áreas donde aparece, su avance preocupa porque modifica el paisaje y compite por recursos básicos como agua y nutrientes.

Además, la especie muestra una resistencia extraordinaria: tolera la salinidad, la aridez extrema y el viento, lo que la convierte en un rival difícil de frenar. Frente a ella no hay planes de control definidos ni estrategias de erradicación claras. En Canarias, su presencia sigue creciendo de manera discreta pero constante.

Una planta tóxica para humanos y animales

El otro gran riesgo que acompaña a la manzana de Sodoma está en su toxicidad. Todas sus partes contienen sustancias venenosas. El simple contacto con el látex lechoso que desprenden tallos y hojas puede causar irritación en la piel y los ojos. La ingestión, tanto en humanos como en animales domésticos, provoca dolor abdominal, vómitos y diarrea, con el consiguiente peligro en casos de intoxicación grave.

En zonas donde crece cerca de viviendas o espacios transitados, esta toxicidad se suma a su carácter invasor, aumentando las razones para considerarla una especie problemática.

A día de hoy, la dificultad para controlarla sigue siendo un desafío pendiente. No existen programas de erradicación efectivos y, mientras tanto, la Calotropis procera continúa extendiéndose por las islas.

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