Madrid

La palabra que todos los españoles dicen pero que nadie sabe qué significa ni de dónde viene

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Blanca Espada

Hay frases que se cuelan en nuestro vocabulario cotidiano sin que apenas las tengamos en cuenta, o reparemos en ellas. Dichos que repetimos de costumbre, que escuchamos desde la infancia y que con el tiempo, usamos nosotros también, pero en realidad no tenemos ni idea de lo que realmente quieren decir. En España, una de esas expresiones tiene nombre propio: El tren de Arganda, que pita más que anda. La mayoría de los españoles la ha escuchado, muchos la han dicho, pero casi nadie conoce su origen ni por qué se ha hecho tan popular.

Esta expresión ha viajado mucho más que el propio tren al que hace alusión. Aunque nació en un lugar muy concreto, la Comunidad de Madrid, con el tiempo se ha ido colando en conversaciones de todos los españoles. Y no es de extrañar, porque su sonoridad y su gracia la han convertido en un dicho popular para describir a personas que hacen mucho ruido… pero avanzan poco. Es esa clase de frase que pasa de generación a generación, despegándose poco a poco de su contexto original de modo que son pocos los que conocen su historia, que por otro lado es bastante curiosa y entrañable. Tiene que ver con un tren real, un trayecto lento, una sociedad cambiante y un grupo de nostálgicos que decidieron que aquel sonido (su pito constante) no podía desaparecer para siempre. Lo que empezó como una necesidad industrial acabó por convertirse en un símbolo. Y, como veremos, aún hoy ese tren que pita más que anda sigue circulando, aunque ya no lo haga con la misma prisa… ni con la misma intención.

El significado de una frase que usan todos los españoles sin saber por qué

El tren de Arganda, que pita más que anda. La mayoría de las personas que pronuncian esta frase la utilizan para describir a alguien que hace mucho escándalo pero consigue pocos resultados. Es una forma castiza de decir que alguien promete mucho y cumple poco. A menudo se usa en tono jocoso o irónico, en conversaciones informales, para hablar de personas que alardean sin motivo, que critican sin hacer, o que simplemente se quejan sin mover un dedo.

Este dicho tiene un aire parecido a otras expresiones populares como mucho ruido y pocas nueces o perro ladrador, poco mordedor, pero con un matiz local que le da identidad propia. Porque aunque hoy lo pueden usar todos los españoles, su raíz es profundamente madrileña. No se trata de una invención metafórica ni de un juego de palabras: el tren de Arganda existió realmente.

La historia real del tren que inspiró el dicho

Lejos de lo que muchos puedan imaginar, el tren de Arganda no es una leyenda urbana. Fue un convoy real, nacido a finales del siglo XIX, concretamente en 1880, con la misión inicial de conectar Madrid con zonas de canteras como Vicálvaro y Arganda del Rey. Su estación original se encontraba en el barrio del Niño Jesús, junto a lo que hoy es la avenida de Menéndez Pelayo, y formaba parte de una red ferroviaria destinada al transporte de materiales como cal, yeso y grava.

Pero más allá de su papel industrial, pronto se convirtió también en un tren de pasajeros, sobre todo los domingos. Los madrileños de la época veían en este tren una manera cómoda de escapar de la ciudad para pasar el día en el campo, disfrutando de la naturaleza en los alrededores de Arganda. Sin embargo, no tardó en ser objeto de bromas y comentarios por su lentitud desesperante. Emitía tantos pitidos y avanzaba tan despacio que parecía estar más tiempo sonando que moviéndose.

Ese peculiar comportamiento dio origen al refrán. El tren no sólo era lento, sino ruidoso al pitar sin parar, y de ahí nació la frase que lo inmortalizó: el tren de Arganda, que pita más que anda.

Un tren que desapareció pero que fue recuperado

Aunque la línea original fue desmantelada y la estación del Niño Jesús cerró en 1964, el espíritu del tren nunca desapareció del todo. Gracias al trabajo de la Asociación sin ánimo de lucro Centro de Iniciativas Ferroviarias Vapor Madrid, parte del trazado original fue recuperado y convertido en un recorrido turístico único. Desde el año 2003, el tren vuelve a circular, esta vez como pieza de museo viviente.

Hoy en día, el trayecto del tren turístico de vapor conecta La Poveda (Arganda del Rey) con la Laguna del Campillo (Rivas-Vaciamadrid), cruzando dos veces el río Jarama a través de un puente de hierro de 175 metros. El recorrido, de unos cuatro kilómetros, dura aproximadamente 45 minutos y se convierte en una experiencia nostálgica que permite a los visitantes conocer cómo se viajaba hace más de un siglo.

El tren sólo funciona en ciertas temporadas del año, en concreto ahora en primavera (marzo, abril y mayo) y en otoño (octubre, noviembre y diciembre) y sólo los domingos, con salidas desde La Poveda a las 10:00, 11:00, 12:00 y 13:00 horas. El billete cuesta 7 euros e incluye también la entrada al museo ferroviario, donde se pueden ver locomotoras, herramientas y oficios ya desaparecidos. Incluso hay una maqueta ferroviaria a escala que se puede visitar por tres euros adicionales, accediendo a ella en un pequeño tren lanzadera.

Comprobamos entonces como detrás de este refrán aparentemente trivial entre los españoles, se esconde un fragmento de historia viva. El tren de Arganda no sólo simboliza una época que parecía más tranquila y pausada, sino que también nos recuerda cómo el lenguaje se impregna de la realidad de cada tiempo y la transforma en memoria colectiva. Usamos la frase sin pensar, pero al hacerlo, estamos perpetuando un legado.

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