La Policía acusó en 2014 al CNI de pagar a confidentes islamistas para controlar una célula yihadista

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Agentes de la Policía Nacional durante una intervención. (Foto: Efe)
Manuel Cerdán

La Policía acusó al CNI ante un juez de la Audiencia Nacional de pagar a varios confidentes islamistas “cantidades importantes de dinero para establecer el caldo de cultivo adecuado para la creación y control de una célula yihadista”. La operación de captación de colaboradores en las redes islamistas se producía en 2014, en los mismos meses en los que los servicios secretos contactaron en la prisión de Castellón con Abdelbaki Es Satty, quien un par de años después se convertía en el imán de Ripoll y en el cerebro de la célula del atentado de Barcelona.

El viernes pasado, la dirección del CNI se dirigió a varios medios de comunicación para reconocer que sus agentes sólo habían contactado con Es Satty mientras éste permanecía en la prisión de Castellón por un asunto de tráfico de hachís. Un día antes, OKDIARIO ya adelantaba que “El CNI sólo estaría dispuesto a reconocer ante la Audiencia Nacional que sus agentes llegaron a visitar al imán de Ripoll cuando éste permanecía encerrado en la cárcel de Castellón”, como sucedió después.

Los servicios secretos hacían malabarismos para no reconocer que Es Satty también había sido confidente a la salida de la cárcel. De esa manera, el CNI pretendía responder a la exclusiva de OKDIARIO sobre la condición de colaborador de quien más tarde se convertiría en el cabecilla de la masacre de Las Ramblas.

La dirección de La Casa, como se conocen a los servicios secretos españoles, negaba también que hubiera pagado los trabajos del yihadista con fondos reservados. Pero el informe de la Policía consultado por este diario pone de manifiesto el amplio presupuesto que maneja el CNI para la contratación de infiltrados.

Una asociación islamista ficticia

En el documento confidencial, al que ha tenido acceso OKDIARIO, los policías expertos en terrorismo yihadista relatan al magistrado Santiago Pedraz, titular del Juzgado Central de Instrucción número 1, cómo llegaron hasta el epicentro de la red de confidentes de los servicios secretos. El 1 de octubre de 2014 se puso en contacto con inspectores de la Brigada de Información de Barcelona un tal H. Z (OKDIARIO se reserva el nombre por medidas de seguridad) a quienes les cuenta que “trabaja para los servicios de inteligencia del CNI en una investigación para desarticular una célula yihadista de Tarrasa”.

H.Z, según la Policía, les facilitó varios documentos, filmaciones y archivos de audio para demostrarles que no mentía. Según el infiltrado, con la ayuda del CNI, había puesto en marcha “un proyecto de creación de una asociación islámica denominada ‘Fraternidad Islámica’ con el objetivo de hacerla servir como pantalla de una célula dedicada la captación de militantes yihadistas”.

Así mismo se había puesto en marcha un supuesto plan “para secuestrar a una empleada del Banco de Sabadell que podría ser de ascendencia judía” y otro para “atentar con explosivos contra una empresa editorial judía y una sinagoga, radicadas en Barcelona”.

El falso yihadista H.Z confesó a la policía que trabaja para el CNI desde abril de 2014 y que lo logró gracias a otro colega suyo, A.S (ocultamos también su identidad con las siglas de su nombre). El islamista les relató cómo se produjo la captación: “Dos agentes se presentaron en mi domicilio y me llevaron a un bar próximo. Me enseñaron varias fotos mías y de mi familia del seguimiento que me habían efectuado y me propusieron trabajar para ellos”.

Red de mentiras

Semanas después, el 4 de junio de 2014, recibió una llamada en su móvil de los dos agentes y quedaron en el mismo bar: “En esa ocasión me mostraron un carné del CNI y me hicieron una buena oferta económica. Yo acepté el trabajo”.

El trabajo de H.Z consistía no sólo en la infiltración sino en “dirigir una red de colaboradores marroquíes para que éstos fueran quienes realmente obtuvieran la información de entornos radicales”.

Al nuevo confidente le atribuyeron especialmente la tarea de investigar las actividades de un grupo yihadista que se había constituido en Tarrasa y que estaba enviando soldados al Daesh, en Siria, a través de Alemania. Se trataba de una operación que acabó llamándose Caronte y en la que los Mossos expulsaron a los agentes del CNP de Cataluña y los acusaron ante el juez de la Audiencia Nacional de poner en peligro la misión. Antes, los mismos Mossos habían corroborado a la Policía las revelaciones de H.Z. Según ellos, participaba en una investigación que realizaban conjuntamente con el CNI y que estaba judicializada en la Audiencia Nacional.

El intendente del Cuerpo autonómico, muy soliviantado, exigió a la Policía que se mantuviera fuera de la operación porque “no tenían nada que aportar en la misma”, en la que ellos ya habían conseguido infiltrar a uno de sus agentes. Ese mismo agente encubierto, un joven de procedencia africana, fue quien había descubierto a los colaboradores del CNI, a quienes los Mossos decidieron intervenir los teléfonos. Cuando La Casa se percató de la maniobra optó por trabajar conjuntamente con ellos, aunque con la condición de que la Policía quedara fuera del operativo.

El CNI se opuso a la colaboración del CNP porque, según los servicios secretos, “toda la información practicada procedía de sus fuentes”.

Finalmente, la Operación Caronte, que fue atribuida en su totalidad a los Mossos, acabó con una decena de yihadistas en la cárcel. Todos ellos pertenecían a la denominada Fraternidad Islámica, el mismo grupo que había sido organizado por los propios confidentes del CNI. Todo muy parecido al argumento del libro de David Ignatius Red de Mentiras, que Ridley Scott llevó a la pantalla con el mismo título.

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