Las saunas del suegro de Sánchez

Un ex empleado de la sauna del suegro de Sánchez denuncia que había menores de edad: «Era un reclamo»

Un testimonio exclusivo de OKDIARIO revela que en la sauna había adolescente usados como "reclamo"

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Antonio, un hombre de 48 años, revela que había menores de edad trabajando como prostitutos en la Sauna Adán, propiedad del suegro de Pedro Sánchez, en el barrio madrileño de Chueca entre 1992 y 1993. Su testimonio, recogido por OKDIARIO bajo un nombre ficticio, expone las condiciones de desamparo en las que se tenía a esos jóvenes gays tras ser rechazados por sus familias.

Este nuevo testimonio describe un entorno donde la prostitución se ejercía de forma sistemática dentro de las instalaciones. «Era prostitución. Totalmente, se ejercía ahí mismo y yo no tengo constancia de que hubiera arriba habitaciones en el edificio ni nada de eso… en la propia sauna era donde se practicaba el sexo y ahí hacías lo que tú habías pactado con el cliente», relata Antonio a este periódico.

La víctima ha explicado que comenzó a trabajar en el establecimiento después de que sus padres le echaran de casa por problemas personales y por su orientación sexual. La situación de vulnerabilidad le llevó a aceptar unas condiciones que hoy rechazaría.

El funcionamiento del local seguía un patrón específico que facilitaba el contacto entre clientes y trabajadores. «Tú entrabas, te daban tu toalla, te daban el número de pie de la chancla, porque dentro te tienes que quedar en bolas, con la toalla atada a la cintura y con unas chanclas que te dan ellos», describe el testimonio.

Las relaciones sexuales se realizaban en cabinas individuales situadas junto a los pasillos principales. «Tú te ponías ahí en el pasillo, si un cliente quería algo contigo, entraba en la cabina que estaba a tu lado y ya está, ahí se efectuaba el trabajo, él te daba el dinero y ya está», explica Antonio.

La presencia de menores de edad era habitual en estos establecimientos, según dice este hombre que ya roza los 50. «Había ahí mucho menor de edad porque era un reclamo», afirma, añadiendo que «en Chueca podías entrar en sitios porque eras un niñito y a los hombres les gustabas y eso era un reclamo nuestro».

El testimonio revela que los propietarios del establecimiento, Sabiniano Gómez y sus hermanos –los tíos de Begoña Gómez– «se beneficiaban» de esta situación de vulnerabilidad. «A mí me dejaban vivir allí a cambio de atraer clientes que les gustaban los chicos menores de edad y a la sauna le iba bien porque yo estaba ahí todo el día, como reclamo», declara.

Durante los años 90, el barrio de Chueca se encontraba en plena transformación hacia convertirse en el epicentro de la comunidad gay madrileña. La falta de protección legal y social hacia los menores homosexuales creaba situaciones de desamparo que algunos establecimientos aprovechaban de forma execrable.

La ausencia de regulación laboral era total en estos casos. «No había ningún tipo de contrato», aclara el testimonio, que describe una situación donde la informalidad facilitaba la explotación de personas en situación de vulnerabilidad.

El acceso a estos locales estaba restringido exclusivamente a hombres, «prohibido mujeres y transexuales», según expone la fuente, lo que creaba un ambiente cerrado a miradas indiscretas.

Antonio permaneció dos años en ese local, hasta que sus padres se enteraron de su actividad y regresó al hogar familiar. Durante este período, nunca vio al suegro de Sánchez, según especifica.

La revelación de estos hechos décadas después pone de manifiesto las secuelas que este tipo de trabajo ha dejado en sus víctimas. La naturaleza clandestina de estas actividades y la estigmatización social han dificultado que muchos casos salieran a la luz durante años.

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