La pandemia paraliza el turismo en Jordania y amenaza de muerte a los burros de la ciudad de Petra

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Un propietario de una manada de burros que se usan como transporte en Jordania para los turistas que visitan, entre otros lugares, la ciudad de Petra. Foto: AFP

Las manadas de burros que llevaban hordas de turistas por los caminos rocosos de la ciudad jordana de Petra se han quedado sin trabajo y al borde del hambre debido a la pandemia, que priva a los lugareños de ingresos. Frente a la clínica veterinaria cercana a esta ciudad de arenisca con tonos que van del rosa al bermejo, Abdel Rahman Ali, un burrero de 15 años, espera su lote de forraje gratis para alimentar al animal.

«Antes del coronavirus, todos teníamos trabajo. Los beduinos de Petra se ganaban la vida y alimentaban a los animales. Ahora tenemos que venir a esta clínica para recibir comida y cuidados gratis para ellos», lamenta el chico, con camisa azul y pantalón verde.

En 2019 la ciudad recibió por primera vez a más de un millón de visitantes. Pero al año siguiente la pandemia hizo que el número de turistas que admiraron la belleza de este lugar incluido en el patrimonio mundial de la Unesco se redujera drásticamente.

La ciudad troglodita, donde se han tallado muchos edificios en la roca, estuvo cerrada de marzo de 2020 a mayo de 2021. Ahora solo recibe entre 150 y 200 turistas diarios, en comparación con los 3.000 en 2019, explica a la AFP el jefe de la autoridad regional de Petra, Suleimán Al Farajat.

Todo un sector deprimido

Según él, además de los 200 guías de Petra, unas 4.000 personas se beneficiaban del transporte de turistas, a lomos de los 700 a 800 caballos, camellos, mulas y burros que recorrían la ciudad. «El 80% de los 35.000 habitantes de la región dependía directa o indirectamente del turismo. Con la pandemia los propietarios de animales se han visto afectados, pero también hoteles, restaurantes, tiendas de recuerdos… Cientos de trabajadores han perdido su empleo». lamenta.

La crisis sanitaria ha arruinado el turismo, que representaba entre el 12 y el 14% del PIB jordano. El sector valía 5.800 millones de dólares (4.750 millones de euros) en 2019, pero ha pasado a 1.000 millones en 2020, según cifras oficiales.

«Los días buenos ganaba entre 100 y 200 dinares (140 a 280 dólares, entre 115 y 229 euros) y menos de 20 dinares en los malos, lo que apenas alcanzaba para comprar cebada para mi burro», dice Abdel Rahman, quien cubre las necesidades de su madre y de sus dos hermanos pequeños. «Con el fin del turismo ya nadie puede comprar forraje ni medicamentos. Quien tiene un poco de dinero lo gasta en comida», añade el adolescente.

Frente a la puerta de hierro de la clínica, creada por la oenegé estadounidense «PETA» en el pueblo de Um Sayhun, Mohamad al Badul, de 23 años, también espera para llenar su bolsa de plástico con forraje. «Mi familia y yo teníamos siete burros. Tuvimos que venderlos por falta de ingresos. Ahora solo tenemos uno y apenas puedo alimentarlo», explica con amargura.

Animales desnutridos

El establecimiento, abierto en enero de 2020, alimenta y cuida a los animales con poca salud. Cada día reciben a entre 10 y 15. «La gente aquí depende de sus animales y con el parón del turismo, ya no pueden ocuparse de ellos», afirma Hasan Shata, el veterinario egipcio que dirige la clínica, la única abierta y gratuita en los alrededores de Petra. «Hace unos ocho meses empezamos a ver muchos casos de desnutrición, burros y caballos muy delgados», cuenta.

«Proporcionamos cuidados y comida. Así pudimos salvar 250 animales porque sus dueños ya no tenían la capacidad financiera para alimentarlos o cuidarlos», asegura el médico.

Todos estos equinos dejarán de encargarse del transporte de turistas en la ciudad nabatea. Farajat tiene previsto sustituir los animales por coches eléctricos. «Esperamos comenzar el 1 de julio con 20 vehículos conducidos por propietarios de animales», dice. «Serán empleados por la autoridad que les pagará un salario que se descontará de las entradas», dijo.

La entrada al sitio cuesta 50 dinares jordanos, de los cuales ocho financiarán los salarios. «Pasar al coche eléctrico tendrá –dice– por lo menos dos ventajas: el sitio estará más limpio y acabará con las críticas contra los malos tratos infligidos a los animales».

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