El máximo dirigente del GNA de Libia destituye a su ministro del Interior
Fayez Sarraj, primer ministro del Gobierno de Acuerdo Nacional (GNA, por su siglas en inglés), cesó a Fathi Bashagha, ministro de Interior, uno de los hombres más poderosos e influyentes de la zona oeste de Libia y aliado del Ejecutivo de Trípoli.
La destitución coincide con informaciones sobre un posible duro enfrentamiento entre los dos hombres fuertes del GNA debido a la desmedida represión llevada a cabo contra las protestas producidas por las difíciles condiciones de vida en Libia que estallaron el pasado domingo y que fueron dispersadas a tiros por milicias al parecer bajo el control de Bashagha, originario de la poderosa ciudad-Estado de Misrata, aliada del GNA, el cual está sustentado por la Organización de Naciones Unidas (ONU) desde 2016 y por Qatar y Turquía, países que organizaron la cobertura del Gobierno tripolitano y el envío de mercenarios a sueldo provenientes de Siria y adscritos a grupos ligados en el pasado con organizaciones terroristas como Daesh y Al-Qaeda, como han apuntado diversos medios.
El pasado jueves, la organización Amnistía Internacional (AI) pidió que se abriera una investigación sobre el grave incidente acaecido durante las protestas, en el que las milicias utilizaron armamento pesado, y exigió que se conozca el paradero de seis de los manifestantes que están desaparecidos.
Los manifestantes protestaban por los continuos cortes de electricidad, la escasez de agua corriente y combustible y la falta de dinero, pero también por el enorme poder que ejercen las milicias, que controlan la capital de Trípoli al margen del Gobierno. Unas milicias enviadas por la nación turca, con el apoyo financiero del Estado qatarí, que cuentan con gran peso en el enclave tripolitano y que han ayudado a variar el sentido de la guerra civil que asola Libia y que enfrenta al GNA con el Ejército Nacional libio (LNA, por sus siglas en inglés) liderado por el mariscal Jalifa Haftar, que a su vez está apoyado por Rusia (que ha enviado también mercenarios del denominado Grupo Wagner), Francia, Emiratos Árabes Unidos (EAU), Arabia Saudí y Egipto. Todo ello dentro de un conflicto armado que se ha convertido en una disputa en la que participan varias potencias extranjeras con intereses geoestratégicos en el norte de África y concretamente Libia por la privilegiada situación en el área del mar Mediterráneo y por sus recursos petrolíferos.
Recep Tayyip Erdogan, presidente de Turquía, rubricó un acuerdo con Fayez Sarraj a finales de 2019 para asegurar el apoyo militar turco al GNA, con el referido envío de combatientes a sueldo, y para repartir zonas económicas exclusivas bajo el gran interés otomano en las prospecciones de gas y petróleo en el Mediterráneo. La implicación del país euroasiático ha cambiado el rumbo de una guerra que tenía controlada el LNA de Haftar tras la última ofensiva lanzada el 4 de abril de 2019 sobre Trípoli para acabar con el último bastión del Ejecutivo tripolitano.
Gracias al soporte turco, las milicias del GNA lograron recuperar terreno y tomar puntos clave como Sorman, Sabratha o el aeropuerto de Al-Watiya; e incluso amenazaron con ir a por los enclaves de Sirte y Jufra. Precisamente, la importante ciudad portuaria de Sirte es considerada una línea roja por el vecino Egipto (aliado del LNA) que amenazó con enviar sus potentes Fuerzas Armadas si se producía alguna acción sobre esta urbe.
Entre los grupos armados afines a las fuerzas de Sarraj, destaca la milicia Fuerzas Especiales de Disuasión (RADA), adscrita al Ministerio de Interior y liderada por el señor de la guerra y líder salafista Abdel Rauf Kara. Kara es uno de los hombres más poderosos de Trípoli y ha sido uno de los líderes de la lucha contra el asedio a la capital de las tropas del mariscal Jalifa Haftar, aliado del otro Ejecutivo no reconocido en la parte oriental de Libia y hombre fuerte del país; una pugna contra el LNA que encabezó el propio Bashagha.
El cesado ministro de Interior también ha sonado en varios ocasiones como posible sustituto de Sarraj al frente del GNA, que desde que fue formado en 2016 a instancias de la ONU no ha logrado ni implantarse en el territorio ni lograr la aprobación de los libios, cansados tras casi una década de guerra que ha destruido el país. El puesto de Bashagha ha sido asignado por el Consejo de Presidencia del GNA al subsecretario de Interior Khaled Mazen.
Libia es un Estado fallido, víctima del caos y la guerra civil desde que en 2011 la OTAN contribuyera militarmente a la victoria de los distintos grupos rebeldes sobre la dictadura de Muamar El Gadafi. El conflicto fratricida que golpea al país desde 2015 se ha convertido en los últimos meses en un enfrentamiento armado multinacional, totalmente privatizado, sin Ejércitos, que libran milicias locales y mercenarios extranjeros enviados tanto por Rusia como por Turquía, los dos países más implicados junto a Francia, Egipto y EAU.
Ambos contendientes anunciaron días atrás su compromiso para un alto el fuego, el tercero en cinco meses, que diversos expertos no ven suficiente para alcanzar la paz en Libia, algo que solamente se podría conseguir si se expulsa a las milicias armadas, el problema más grave que tiene el país norteafricano.
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