La Liga Árabe llama a que no haya intervenciones militares en Libia
Mientras se espera que el Parlamento de Turquía apruebe el envío de tropas al país en apoyo al Gobierno libio reconocido por la ONU, dirigido por Fayez Sarraj, en la guerra civil contra el general Hafter, la Liga Árabe pide que no se produzcan intervenciones militares en el país sumido en el caos. El riesgo de una escalada militar que poco a poco se apodera de Libia llevó a que los representantes permanentes del Consejo de la Liga Árabe se reunieran de manera extraordinaria para discutir el que es uno de los asuntos más espinosos del norte de África en el arranque del nuevo año. Su principal mensaje fue rechazar una posible intervención militar de Turquía en el país, en un momento en el que Ankara se ha posicionado como un gran protagonista. Su afán de ganar relevancia en el país y en el mundo árabe a la par que delimita sus intereses energéticos en el mediterráneo ha llevado al país turco a elevar su perfil internacional en Libia (además de su papel activo en Siria).
Se espera que hoy jueves el Parlamento turco apruebe en sesión extraordinaria una autorización para enviar tropas a Trípoli en apoyo del Gobierno reconocido por la ONU, una moción ya firmada por el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan. Libia está sumida en una profunda crisis política desde la intervención de 2011 apoyada por la OTAN que derrocó y mató al dictador Muammar Gaddafi y que llevó a que el país norteafricano se dividiera entre administraciones fuertemente opuestas en el este y el oeste, cada una de ellas respaldada por poderes externos (tal y como muestra el mapa de abajo).
Así, la Liga Árabe rechazó el martes cualquier intervención militar extranjera en el país y pidió esfuerzos para «evitar la interferencia extranjera» en Libia a raíz de los acuerdos militares y marítimos firmados por Turquía con el gobierno reconocido por la comunidad internacional en Trípoli el Gobierno de Acuerdo Nacional (GNA, por sus siglas en inglés), de Trípoli, dirigido por Fayez Sarraj, y reconocido por la ONU. Ankara y el GNA firmaron en noviembre un acuerdo que delimita las zonas de interés económico y sobre el que basan su relación actual.
Los representantes permanentes de la organización panárabe, en una reunión en su sede de El Cairo solicitada por Egipto, lanzaron un comunicado en el que subrayaron «la importancia de impedir las intervenciones externas que facilitan el traslado de combatientes extremistas y terroristas extranjeros a Libia» y llamaron a «evitar violar las resoluciones internacionales respecto al embargo de exportar armas a Libia, porque esto afecta a la seguridad de los países vecinos y de la región».
Erdogan ha justificado el envío de tropas al enclave norteafricano señalando que existe una petición en este sentido del GNA que se encuentra enfrentado al mariscal Jalifa Hafter, considerado el «hombre fuerte» de Libia, de cuyo territorio controla grandes partes. Naciones Unidas considera que tanto Hafter como el Gobierno de Trípoli reciben envíos de armas que vulneran el embargo en vigor. El lunes, el enviado de la ONU a Libia, Ghassan Salame, dijo que los acuerdos firmados por Turquía y el gobierno de Trípoli representaban una «escalada» del conflicto en enclave norafricano.
Turquía es, junto con Catar, uno de los pocos países que respaldan militar y políticamente a Sarraj, mientras que Hafter cuenta con el apoyo de Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudí, Rusia y Francia. El renovado papel que Ankara busca tener en Libia preocupa a la comunidad internacional, especialmente entre los vecinos de Libia a ambos lados del Mediterráneo. Específicamente, los países que simpatizan con Haftar critican el acuerdo marítimo entre Turquía y Fayez Sarraj que delimita las zonas económicas exclusivas de ambos países muy cerca de las islas griegas de Rodas y de Creta.
Pevio a la aprobación del Parlamento turco del envío de tropas a Libia, Erdogan ya había lanzado una primera ola de su campaña de intervención con el que podría crear mayor inestabilidad si cabe. Según algunas fuentes, unos 300 combatientes habían sido trasladados desde territorio sirio controlado por Turquía a Libia, bajo la supervisión de Ankara. Según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos a los combatientes se les ofrece un sueldo que oscila entre los 2.000 y los 2.500 dólares y su estancia en Libia es de tres a seis meses. El Observatorio denuncia que Turquía ha establecido centros de reclutamiento de combatientes en el noroeste de Siria, en áreas bajo control de facciones leales a Ankara, para enviarlos posteriormente a Libia. Mientras tanto, desde hace varias semanas el Gobierno libio denuncia la presencia de mercenarios rusos y llegó a informar de que entre diez y veinte habrían sido abatidos en enfrentamientos en las afueras de Trípoli.
Egipto, por su parte, es uno de los principales patrocinadores extranjeros del comandante militar Khalifa Haftar por lo que El Cairo ha buscado elevar su perfil diplomático desde que Turquía firmó acuerdos con el gobierno de Trípoli el mes pasado. El presidente egipcio, Abdelfatah al Sisi, instó el pasado 30 de diciembre a los actores nacionales e internacionales a la «contención» en Libia ante los riesgos de una escalada militar en el país.
Al menos 284 civiles murieron y 363 resultaron heridos en Libia durante 2019 sin contar las víctimas de los últimos ataques aéreos en la capital y la ciudad de Zawiya, situada a unos 45 kilómetros al oeste de Trípoli, informó la semana pasada la Misión de apoyo de las Naciones Unidas en Libia (UNSMIL) y el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ACNUDH). En un comunicado, las fuentes explicaron entonces que estas cifras suponen que las pérdidas de vidas humanas han aumentado un tercio respecto a las registradas durante el mismo período del año pasado.
Trípoli, y en particular su extrarradio sur, es escenario de combates diarios desde que el pasado 4 de abril Hafter le puso cerco para tratar de arrebatársela al gobierno rival. A partir de ese momento el país entró en una nueva espiral de violencia que no se ha detenido desde entonces como muestra su producción petrolera: alcanzaba los 1,8 millones de barriles diarios en tiempos de Al Gadafi, una cifra que en la actualidad se ha reducido a la mitad.
Para muchos analistas internacionales Libia, sumida en una guerra civil, es un estado fallido. Ahora que se adentra en el noveno año de caos, es probable que el envío de tropas turcas a Libia no restaure la unidad y la plena soberanía libia, lo que tanto un bando como el otro aseguran que es el último objetivo de sus acciones.
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