Irak eleva el tono anti Irán en sus protestas

Elecciones Irak
Primeros votantes en las elecciones en Irak. (Foto: AFP)
  • Henar Hernández | atalayar.com

Las manifestaciones, que estallaron a principios del mes de octubre, se recrudecieron el pasado día 25 de octubre, originando una escalada de violencia sin precedentes. Las bases sobre las que se asientan las reivindicaciones de los iraquíes son fundamentalmente tres: la corrupción, la inoperancia y el intervencionismo iraní, que han consumido un sistema político cada vez más inestable y, por ende, cada vez más débil. Ha sido este último factor el que ha prendido, de nuevo, la llama de la rabia antigubernamental.

Entre los carteles que han ido desfilando por las calles iraquíes, destacan aquellos a favor del general destituido, con premisas como “Todos somos Abdul-Wahab al-Saadi”, y aquellos en contra de la política injerencista de Irán, como “Irán, fuera de los asuntos iraquíes” o “El Gobierno iraquí hecho por Irán”. Los cánticos que copan las proclamas son “¡Fuera, fuera Irán! ¡Bagdad permanecerá libre!”. El pueblo iraquí que participa en las protestas considera, en este sentido, que sus reivindicaciones son totalmente legítimas: “Todos los partidos y facciones son corruptos, y esto está conectado con Irán porque los está utilizando para exportar su sistema de gobierno clerical a Irak”, declara el manifestante Ali al-Araqi a AFP.

Así, el consulado de Irán ubicado en la ciudad iraquí de Karbala se ha despertado este lunes envuelto en llamas. Según diversas fuentes de noticias, los manifestantes, además, reemplazaron la bandera iraní por una iraquí. Es la viva representación de lo que lleva aconteciendo en las últimas semanas; es la imagen que mejor ilustra el descontento del pueblo iraquí, in crescendo a medida que la injerencia iraní se hacía cada vez más palpable sobre el terreno.

Otro de los últimos episodios que se ha materializado en este sentido ha sido la visita del comandante de las Fuerzas Quds, el cuerpo de élite de la Guardia Revolucionaria de Irán, Qassem Soleimani, a la capital iraquí, Bagdad, que ha caldeado todavía más los ánimos del pueblo, encendidos desde el despido del general Abdul Wahab al-Saadi, que propagó el temor ante las posibilidades de expansión de la influencia de las milicias pro-iraníes Hashd al-Shaabi o Fuerzas de Movilización Popular (PMF, por sus siglas en inglés).

Durante su viaje, Soleimani se reunió en secreto con grupos de altos funcionarios de seguridad, de acuerdo con Associated Press, a los que les transmitió su preocupación “por las protestas, que habían estallado en la capital y en el corazón chiíta de Irak, en las que se incluían llamadas para que Irán dejara de injerir en el país”. Sin embargo, fuentes gubernamentales iraquíes citadas por AFP sostienen que Soleimani, que ha realizado numerosas visitas en el último mes a Bagdad, “está dirigiendo el programa”. “Acordaron una forma de tratar con los manifestantes que permita que se mantenga el liderazgo político actual”, indicaron las fuentes consultadas.

Francotiradores

En esta línea, en las últimas semanas se ha conocido, del mismo modo que sucede en el vecino Líbano, que Hizbulá ha estado -y está- presente en las multitudinarias marchas antigubernamentales que recorren las principales arterias del país. “Esto está sucediendo en ciudades de mayoría chiíta en el sur de Irak, desde donde los grupos alineados con Teherán han reclutado combatientes y desarrollado bases de apoyo”, explica la analista Lizzie Porter a The National. Asimismo, fuentes de seguridad iraquíes han confirmado que los francotiradores que abrieron fuego contra las multitudes durante la semana pasada, causando más de 250 muertos, habían sido colocados por “milicias respaldadas por Irán”, en una clara alusión a Hizbulá y a Hashd al-Shaabi, como recoge Reuters.

Cabe recordar, en este punto, que este último grupo paramilitar, formado por unas 40 milicias, ha combatido contra Daesh desde su nacimiento en el año 2014. “Entonces, su objetivo era proteger el sistema iraquí, y Daesh era la mayor amenaza”, expone el analista de Chatham House, Renad Mansour, a DW. “Ellos ven [el movimiento de protesta] como una conspiración contra ellos […] Muy claramente, y de igual forma en la que vieron a Daesh como una amenaza para el sistema, ahora ven estas protestas como una amenaza para el sistema”, señala el analista al respecto.

Ante este escenario que amenaza el statu quo de Irán en la región -además de Irak, fundamentalmente en Líbano-, las autoridades de Teherán están trabajando en una retórica compuesta por dos mensajes, intrínsecamente relacionados entre sí: por un lado, eluden sus responsabilidades y rechazan cualquier tipo de injerencia; y, por otro lado, recogen estas denuncias del pueblo iraquí y se las atribuyen a Estados Unidos y sus aliados, a los que acusan de “difundir la inseguridad y la agitación” en la región.

El Gobierno, contra las cuerdas

A primera hora de la tarde del pasado jueves día 31 de octubre, saltaba la noticia. El primer ministro iraquí, Adil Abdul-Mahdi, estaba dispuesto a dimitir si los partidos acordaban un sustituto y el presidente del país, Barham Saleh, se mostraba a favor de convocar comicios adelantados. “Afirmo mi apoyo a elecciones anticipadas, con una comisión electoral nueva e independiente, porque la legitimidad del gobierno viene del pueblo”, aseguraba en un discurso a la nación. Todo ello encaminado a “impedir un vacío constitucional”. Tras dichas afirmaciones, esta semana ha comenzado con el anuncio de una votación parlamentaria anticipada una vez que se apruebe la nueva ley electoral. Sin embargo, la Cámara todavía no ha revelado un calendario sobre la posible convocatoria de comicios y el pueblo sigue temiendo que las promesas se queden solo en palabras.

Esta predisposición para el cambio político ha estado motivada por el recrudecimiento de las protestas en la última semana de octubre. De acuerdo con la Comisión de Derechos Humanos nacional, el balance de la violencia ha dejado 100 personas muertas y más de 5.000 heridas, como consecuencia de las cargas gubernamentales contra los manifestantes, solo en estos últimos siete días. La organización ha revelado, asimismo, que “la mayoría de los muertos eran civiles asfixiados por los gases lacrimógenos, o que fueron golpeados con los botes de los gases o que, directamente, fueron asesinados a tiros”. En total, la cifra de muertos ya ha sobrepasado las 250 personas, mientras que los heridos se acercan peligrosamente a los 10.000.

Las escuelas y las universidades han suspendido sus actividades -lo que grupos de Derechos Humanos locales consideran como una señal de alarma de un sistema educativo “al borde del colapso”-; los mercados, las fábricas y los establecimientos comerciales están cerrados; y las oficinas gubernamentales en algunas zonas del país, sobre todo en el sureste, han sido boicoteadas. “No permitimos que los trabajadores del gobierno lleguen a sus oficinas, sólo aquellos en campos humanitarios [como personal sanitario y policías]”, declara uno de los líderes de la protesta, Tahseen Nasser, en la ciudad de Kuk. Además, las infraestructuras críticas ya han comenzado a sufrir las primeras consecuencias del bloqueo generalizado.

El importante puerto de la ciudad de Basora, Umm Qasr, ha estado sepultado entre barricadas durante el fin de semana y su desalojo, por parte de las fuerzas de seguridad, ha dejado 120 heridos. Su actividad lleva paralizada desde el pasado miércoles, lo que implica que las importaciones de granos, aceites vegetales y azúcar han sido suspendidas. Una situación que agrava, todavía más, el caos abierto en Irak: según datos del Banco Mundial, cerca del 60% de los 40 millones de habitantes del país viven con menos de seis dólares al día.

“Ha llegado el momento de que la vida vuelva a la normalidad”, ha asegurado el primer ministro Adil Abdul-Mahdi este domingo. Una demanda que todavía no ha conocido ningún éxito.

 

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